Esta es la historia de una vez que leí un libro sin saber que era la continuación de otro que me había gustado mucho. Sí, soy así de empanada, luego cuando me lo dice el profesor de la auto-escuela protesto, pero es verdad. Total, que mi padre se compró Tiempo de cenizas porque era de Jorge Molist y su anterior novela le gustó mucho, luego descubrió que era la continuación de ésta, Prométeme que serás libre, y no compartió esa información conmigo.
De ahí deducimos que mi empanamiento es heredado y que mi padre es un poquito mala persona. Pero, bueno, luego cuando empecé a leer Tiempo de cenizas y me topé con los nombres de Joan Serra y Anna pues como que me emocioné.
Ahora os estaréis preguntando “pero, Magik, ¿es necesario leerse la primera entrega para entender la segunda?”... Bueno, seguramente os estaréis preguntando otras cosas, pero la telepatía no es uno de mis múltiples dones. Total, que me voy por las ramas: no, no es necesario leer Prométeme que serás libre, ya que en Tiempo de cenizas te informan de los hechos que necesitas conocer de la primera parte. Pero, eso sí, yo recomiendo que os leáis Prométeme que serás libre, más que nada porque es un libro genial y, encima, aquí ya estaréis encariñados de algunos personajes.
Bueno, ¿y de qué trata Tiempo de cenizas?
Joan y Anna son un matrimonio felizmente asentado en Roma, donde tienen una librería desde donde imprimen y distribuyen todo tipo de ejemplares, incluso aquellos que están prohibidos. Sin embargo, como parte de los catalani (españoles afincados en Roma y que son partidarios de la familia Borgia) están a salvo... al menos hasta que empiezan a verse mezclado en todo tipo de intrigas y problemas. Y es que, por si no fuera suficiente con las familias italianas que intentan derribar al papa Alejandro VI, uno de los hijos de éste, Juan Borgia, se encapricha con Anna y es un hombre que no acepta un “no” por respuesta.
Desde ese punto de partida, el matrimonio Serra acaba viviendo mil y una aventuras de todo tipo, que el autor, Jorge Molist, usa para mostrar la Italia de los Borgia, la historia de ésta familia y también la situación de una Barcelona que sufre la plaga de la peste y también la de la Inquisición.
Y es que las páginas de Tiempo de cenizas están llenas de personajes históricos reales, con los que Jorge Molist hace un trabajo impresionante: basándose en hechos históricos y respetándolos, construye unos personajes muy humanos y bien dibujados, que funcionan muy bien dentro de la trama de la novela. Así, nos cruzamos con la familia Borgia al completo, también sus allegados (como la princesa Sancha de Aragón o don Michelotto) y también con otros personajes como el inquietante Fray Salvonarola o el genial Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, mucho más conocido como Maquiavelo.
De hecho, a mí me sorprendió la forma en la que Jorge Molist representa al clan Borgia. Acostumbrada a que los retraten como el mal encarnado, me asombré al leer que Rodrigo Borgia era un gran padre y, precisamente, ese es su mayor punto débil; también que Lucrecia era una joven inteligente, amante de las artes y con una historia bastante dura.
Aunque si hubo dos personajes que me encantaron fueron Maquiavelo (cada vez que me encuentro con este hombre en una novela, le acabo adorando) y también el más que curioso Miguel Corella, también conocido como don Michelotto. Creo que éste último es uno de los personajes más complejos, impredecibles y magnéticos de la novela y su relación con Joan Serra una de las más interesantes.
En lo que respecta a los personajes inventados, tenemos todo tipo de secundarios que, de nuevo, están muy bien caracterizados y cumplen perfectamente con su función. Sin embargo, en los que el autor hace mayor hincapié es el matrimonio Serra. Y si Joan sigue siendo un héroe muy a la altura, en Tiempo de cenizas nos encontramos con el descubrimiento de Anna como heroína.
En la primera parte, Prométeme que serás libre, Anna es una presencia constante porque Joan se enamora de ella desde niños y no llega a olvidarse de ella nunca. No obstante, las apariciones de Anna son más bien contadas, pero en Tiempo de cenizas tiene la misma importancia que su marido y Jorge Molist la explora como es debido. Así, descubrimos que Anna es una mujer increíblemente fuerte, de ideas propias y toda una superviviente. Personalmente me gustaba mucho como el matrimonio veía ciertas cosas de manera diferente, pero como ante todo primaba el amor y el respeto por el otro. La verdad es que es un matrimonio muy bien retratado y en esta ocasión sí que me ha convencido su relación.
Por lo demás, sólo me queda comentar lo mucho que me gusta el estilo de Jorge Molist: no es nada sencillo combinar historia (bien documentada) con novela y este hombre lo hace magistralmente, escribiendo una novela muy entretenida y también muy bien escrita. Eso sí, Tiempo de cenizas está divida en cinco partes y sí que creo que la segunda y la tercera son un poco más lentas, aunque son interesantes por la situación en la que se encuentran nuestros personajes, sobre todo la segunda parte, que nos traslada a la Florencia de Savonarola y sus hogueras de las vanidades.
Vamos, que si te gusta la historia y sobre todo el interesante periodo de los Borgia dominando buena parte de Europa, vas a disfrutar esta novela una barbaridad. Además, es un libro con ritmo, muchas aventuras y una gran pareja protagonista, así que no puedo más que recomendarlo muchísimo.
El próximo lunes literario estará dedicado a... El próximo funeral será el tuyo de Estela Chocarro.
lunes, 30 de marzo de 2015
viernes, 27 de marzo de 2015
Seis pueblos con encanto que todo seriéfilo debería conocer
Hoy viernes se despide Hart of dixie para siempre, lo que es un drama, aunque parece que nos van a dar un final rebonico, de estos de potar arcoíris, así que el golpe es más suave. Aún así, voy a echar mucho de menos a los chicos de Bluebell y el tener una serie de esas monas, un happy place, como lo llaman los americanos, así que os traigo una lista con seis pueblos con encanto que todo seriéfilo debería conocer o, lo que es lo mismo, seis series basadas en pueblos peculiares que se deben ver sí o sí.
Bluebell en Hart of dixie
Hace cuatro temporadas comenzó Hart of dixie presentándonos a Zoe Hart (interpretada por la más que adorable Rachel Bilson),una neoyorkina cuya máxima aspiración es convertirse en una reputada cardiocirujana y que sufre todo un revés cuando no le dan la beca a la que aspira por no saber tratar a los pacientes. Para mejorar, le recomiendan que pase un tiempo como doctora general, así que Zoe decide aceptar la oferta de trabajar junto al doctor Harley Wilkes en un pequeño pueblo de Alabama, Bluebell.
Cuando Zoe llega a Bluebell descubre que Harley ha muerto y que le ha dejado su parte de la clínica como herencia porque es su padre biológico. Así que Zoe decide quedarse en Bluebell en parte para mejorar el trato a sus pacientes y en parte por su difunto padre.
Por lo que, de repente, Zoe se encuentra en un entorno completamente distinto al suyo, una cosmolita de pro en un pequeño pueblo sureño donde no es bien recibida. Sin embargo, poco a poco la animadversión hacia Zoe va descendiendo y se va desarrollando Bluebell como otro personaje más, dejándonos un pueblo curioso, lleno de tarados adorables y de tradiciones de lo más peculiares. De hecho, desde su segunda temporada, la serie mejoró muchísimo al dejarse de putear a la pobre Zoe (que es un amor) y dedicarse de lleno a la diversión, los embrollos románticos y encima tiene unas dinámicas parejiles estupendas, sobre todo esa química brutal entre Zoe y su vecino, Wade.
Y, vamos, esta cuarta temporada está siendo la bomba porque, además de divertidísima, está siendo aún más mona y adorable. Es ir a Bluebell y pasar cuarenta minutos de felicidad.
Pawney en Parks and recreation
Hace ya unas semanas que os recomendé Parks, que es una gran comedia y que nos cuenta las disparatas aventuras y desventuras del departamento de parques y jardines de Pawney. El punto de partida es sencillito, los ocho primeros episodios muy flojos, pero luego la serie va mejorando y tiene un final muy, muy a la altura y que, de hecho, es una preciosidad.
Además, Pawney es un pueblo digno de visitar. Desde su odio a muerte al pueblo pijo de al lado Eagleton, hasta los murales que adornan el ayuntamiento y que muestran la curiosa relación que Pawney ha tenido con los indios americanos. Eso, pasando por toda una fauna de zumbados graciosísimos, una panda de robaescenas a los que coges tanto cariño como a los protagonistas y que son tan variados como el respetable ginecólogo con sus dos hijos chaladísimos, una actriz porno metida en política, reporteros de todo tipo, malvadas empresas que pretenden llenar Pawney de azúcar... De todo, vamos.
Todo eso con una protagonista estupenda (Lesley Knope es la puta ama y punto) y su grupo de allegados, que no sólo molan, sino que se profesan una amistad de lo más adorable (y también relaciones de pareja tan divertidas como románticas). Y está Ron Swanson que, sencillamente, es el mejor y al que merece la pena conocer. Palabra.
San Martín del Sella en Doctor Mateo
Sí, hay un pueblo patrio en la lista y, sí, sé que es la adaptación de una serie británica, Doc Martin, pero yo no la he visto, mientras que la serie de Gonzalo de Castro y Natalia Verbeke fue una de mis favoritas cuando la emitían. Cierto es que la última temporada bajó el nivel, pero, oye, que el resto moló mucho y es muy digna de ver.
Todo comienza cuando Mateo Sancristóbal, reputado cirujano que trabaja en Nueva York (creo recordar que trabaja en el Monte Sinaí) descubre que tiene aversión a la sangre, así que acaba mudándose a San Martín del Sella, un pueblo asturiano (que es la preciosidad hecha pueblo, por cierto) donde pasaba su infancia, para ser el nuevo médico de cabecera.
De nuevo, el conflicto entre estirado cosmopolita y tarados campechanos, pero contado con mucho encanto, una estupenda pareja protagonista (con su correspondiente tensión sexual no resuelta que acaba resolviéndose, of course) y unos grandes secundarios como Antonio y su amigo imaginario Miguel, la farmacéutica que hizo del collarín un complemento que usar todos los días, el adorable Alfredo que es el policía del pueblo, Tom con su bar y un largo etc.
Cicely en Doctor en Alaska
Quizás muchos no conozcáis Doctor en Alaska, más que nada porque tiene mucho tiempo, pero yo le tengo mucho cariño. La emitían hace siglos en La 2 a horas intempestivas y a mis padres les encantaba, así que me tocaba verla de niña. Entenderla, no la entendía, pero estaba súper mega enamorada de Chris (John Corbett con un pelazo que lo flipas) y con eso me bastaba. Luego, de más mayor, mi padre me la regaló en DVD y pude verla comprendiéndola y me enamoré de Cicely y toda la flora y fauna que hay en ella, aunque, of course, Chris siempre será mi one true love, xD.
Total, que Doctor en Alaska nos presenta a Joel Fleischman que es un doctor de Nueva York y que pudo pagar sus estudios a cambio de pasar cuatro años ejerciendo como tal en Alaska. El bueno de Joel se piensa que va a estar tan pancho, en Anchorage, pero no, puesto que el alcalde de Cicely logra que lo cedan a su pueblo y Joel acaba perdido de la mano de Dios, en un pueblo de lo más peculiar y conociendo a Maggie O’Connell, una piloto que es todo lo contrario que él y que carga con una maldición: todos sus novios mueren en extraños e inverosímiles accidentes. En serio, todos los accidentes son todos buenísimos... bueno, salvo para los pobres novios, a ellos no les hace tanta gracia.
Cicely también es un pueblo muy bonito y los personajes son muy peculiares y la serie un sentido del humor muy especial y conseguido. Ahora mismo la tengo un tanto olvidada, porque la vi hace tiempo, pero guardo un gran recuerdo de ella y no puedo más que recomendarla.
Everwood en Everwood
Everwood tiene ya unos cuantos años y fue la cantera de unos cuantos actores que a día de hoy lo están petando: Chris Pratt se ha convertido no sólo en el protagonista de Guardianes de la galaxia, sino que es un actor de lo más codiciado; Emily Vancamp es la gran Emily Thorne en Revenge y también se ha colado en el mundillo Marvel; Sarah Drew es una de las protagonistas de Anatomía de Grey; y, finalmente, Gregory Smith lleva unos cuantos años como protagonista de Rookie Blue y ahora dirige episodios de Arrow, si no recuerdo mal. Incluso aparecieron actores que luego han protagonizado sus propias series como Kristen Bell, Paul Weasley y Sarah Lancaster.
Por si no conocéis Everwood, lo que me parece fatal, os diré cuál es su punto de partida:
Andy Brown es un prestigioso cirujano que está tan ocupado salvando a aquellos pacientes de curación casi imposible, que no tiene tiempo para su familia. Sin embargo, cuando su mujer muere en un accidente de coche (mientras se dirige sola al recital de piano de su hijo, porque Andy debe operar), Andy decide cambiar radicalmente de vida y abandona Nueva York con sus hijos para mudarse a Everwood, un pequeño y encantador pueblo de Colorado en el que su mujer estuvo de visita siendo niña y se quedó enamorada de él.
No obstante, el cambio no es nada sencillo: Andy no se lleva nada bien con su hijo adolescente, Ephram, un genio del piano que estaba muy unido a su madre y tampoco con el otro doctor del pueblo, Harold Abott, que no ve justo que Andy ofrezca sus servicios gratuitamente y que casi le nombra su archienemigo. Por si todo esto no fuera suficiente, la hija del doctor Abott, Amy, tiene a su novio en coma y, con la llegada de Ephram, ve una forma de llegar al doctor Brown y que éste salve a su novio.
Mientras que Hart of dixie siempre ha sido muy ligera, Everwood es un drama. Sí, tiene mucho sentido del humor, tiene episodios divertidísimos, pero también tiene otros muy duros y los conflictos están muy bien desarrollados. Además, es una serie preciosa, llena de escenas preciosas. Los personajes molan todos muchísimo, son complejos y las relaciones entre ellos también lo son. De hecho, Everwood es un lugar en el que no me importaría vivir porque, en serio, qué lugar más bonito.
Y, sí, también tiene un par de parejas a las que shippear de lo lindo ;P
Stars Hollow en Las chicas Gilmore
Y acabamos la lista con Las chicas Gilmore que, ojo al dato, no va de un doctor de Nueva York yéndose a un pueblo (en serio, cuatro de seis series con esa premisa, qué fuerte), sino que nos cuenta la vida de Lorelai Gilmore y su hija Rory. Siendo una adolescente en una familia tan adinerada como conservadora, Lorelai se quedó embarazada, así que se marchó de casa y se forjó a sí misma en Stars Hollow.
Dieciséis años después, con Lorelai ya establecida como la directora del hotel de Stars Hollow y con su vida ya montada, la acción comienza cuando su hija, Rory, consigue entrar en la prestigiosa escuela Chilton, que le asegurará el poder cumplir su sueño de estudiar en Harvard. Sin embargo, Chilton es muy cara, por lo que Lorelai debe tragarse el orgullo y pedir ayuda a sus padres para pagarla, lo que acaba suponiendo que deban ir a cenar con ellos todos los viernes y, de paso, acaban volviendo los unos a las vidas de los otros.
Ese es el punto de partida, pero Las chicas Gilmore es mucho más.
De hecho, Las chicas Gilmore es amor del bueno.
En serio, si veis Las chicas Gilmore, seréis súper felices. Lo prometo. De hecho, si no habéis visto Las chicas Gilmore, ¡hacedlo, maldita sea!
Es una serie divertida, muy mona, con su punto justo de drama y una dinámica de pueblo muy, muy conseguida. Sí, las dos Gilmore son el centro de la acción, cada una con su viaje personal y con esa relación madre-hija tan especial, pero los guionistas tenían mucho cariño por todos los personajes y les daban sus propias historias y evoluciones. Además, casi todos los personajes molan y las relaciones entre ellos están muy conseguidas y nunca las descuidan.
Sookie, Jackson, Michel, Emily y Richard, Miss Patty, Babette y Morey, Taylor, Dick... Todos son muy grandes y me he dejado al mejor de todos, que es Luke, el dueño del café al que suelen ir Lorelai y Rory y que es un amor de hombre. En serio. Es imposible ver esta serie y no enamorarse de Luke.
Además, Las chicas Gilmore es una serie que tiene un montón de referencias de todo tipo: series, libros, políticos, películas... Ya que madre e hija son unas frikis de cuidado. Es cierto que Rory mola menos y, en mi opinión, a medida que avanzan las temporadas, te va cayendo peor, pero Lorelai es la ama y su relación con Luke te da la vida... aunque a veces también te la quita, para qué mentir, xDD.
Pues eso, que os penséis en visitar Stars Hollow y todos los otros pueblos porque, de verdad, no tienen desperdicio.
Bluebell en Hart of dixie
Hace cuatro temporadas comenzó Hart of dixie presentándonos a Zoe Hart (interpretada por la más que adorable Rachel Bilson),una neoyorkina cuya máxima aspiración es convertirse en una reputada cardiocirujana y que sufre todo un revés cuando no le dan la beca a la que aspira por no saber tratar a los pacientes. Para mejorar, le recomiendan que pase un tiempo como doctora general, así que Zoe decide aceptar la oferta de trabajar junto al doctor Harley Wilkes en un pequeño pueblo de Alabama, Bluebell.
Cuando Zoe llega a Bluebell descubre que Harley ha muerto y que le ha dejado su parte de la clínica como herencia porque es su padre biológico. Así que Zoe decide quedarse en Bluebell en parte para mejorar el trato a sus pacientes y en parte por su difunto padre.
Por lo que, de repente, Zoe se encuentra en un entorno completamente distinto al suyo, una cosmolita de pro en un pequeño pueblo sureño donde no es bien recibida. Sin embargo, poco a poco la animadversión hacia Zoe va descendiendo y se va desarrollando Bluebell como otro personaje más, dejándonos un pueblo curioso, lleno de tarados adorables y de tradiciones de lo más peculiares. De hecho, desde su segunda temporada, la serie mejoró muchísimo al dejarse de putear a la pobre Zoe (que es un amor) y dedicarse de lleno a la diversión, los embrollos románticos y encima tiene unas dinámicas parejiles estupendas, sobre todo esa química brutal entre Zoe y su vecino, Wade.
Y, vamos, esta cuarta temporada está siendo la bomba porque, además de divertidísima, está siendo aún más mona y adorable. Es ir a Bluebell y pasar cuarenta minutos de felicidad.
Pawney en Parks and recreation
Hace ya unas semanas que os recomendé Parks, que es una gran comedia y que nos cuenta las disparatas aventuras y desventuras del departamento de parques y jardines de Pawney. El punto de partida es sencillito, los ocho primeros episodios muy flojos, pero luego la serie va mejorando y tiene un final muy, muy a la altura y que, de hecho, es una preciosidad.
Además, Pawney es un pueblo digno de visitar. Desde su odio a muerte al pueblo pijo de al lado Eagleton, hasta los murales que adornan el ayuntamiento y que muestran la curiosa relación que Pawney ha tenido con los indios americanos. Eso, pasando por toda una fauna de zumbados graciosísimos, una panda de robaescenas a los que coges tanto cariño como a los protagonistas y que son tan variados como el respetable ginecólogo con sus dos hijos chaladísimos, una actriz porno metida en política, reporteros de todo tipo, malvadas empresas que pretenden llenar Pawney de azúcar... De todo, vamos.
Todo eso con una protagonista estupenda (Lesley Knope es la puta ama y punto) y su grupo de allegados, que no sólo molan, sino que se profesan una amistad de lo más adorable (y también relaciones de pareja tan divertidas como románticas). Y está Ron Swanson que, sencillamente, es el mejor y al que merece la pena conocer. Palabra.
San Martín del Sella en Doctor Mateo
Sí, hay un pueblo patrio en la lista y, sí, sé que es la adaptación de una serie británica, Doc Martin, pero yo no la he visto, mientras que la serie de Gonzalo de Castro y Natalia Verbeke fue una de mis favoritas cuando la emitían. Cierto es que la última temporada bajó el nivel, pero, oye, que el resto moló mucho y es muy digna de ver.
Todo comienza cuando Mateo Sancristóbal, reputado cirujano que trabaja en Nueva York (creo recordar que trabaja en el Monte Sinaí) descubre que tiene aversión a la sangre, así que acaba mudándose a San Martín del Sella, un pueblo asturiano (que es la preciosidad hecha pueblo, por cierto) donde pasaba su infancia, para ser el nuevo médico de cabecera.
De nuevo, el conflicto entre estirado cosmopolita y tarados campechanos, pero contado con mucho encanto, una estupenda pareja protagonista (con su correspondiente tensión sexual no resuelta que acaba resolviéndose, of course) y unos grandes secundarios como Antonio y su amigo imaginario Miguel, la farmacéutica que hizo del collarín un complemento que usar todos los días, el adorable Alfredo que es el policía del pueblo, Tom con su bar y un largo etc.
Cicely en Doctor en Alaska
Quizás muchos no conozcáis Doctor en Alaska, más que nada porque tiene mucho tiempo, pero yo le tengo mucho cariño. La emitían hace siglos en La 2 a horas intempestivas y a mis padres les encantaba, así que me tocaba verla de niña. Entenderla, no la entendía, pero estaba súper mega enamorada de Chris (John Corbett con un pelazo que lo flipas) y con eso me bastaba. Luego, de más mayor, mi padre me la regaló en DVD y pude verla comprendiéndola y me enamoré de Cicely y toda la flora y fauna que hay en ella, aunque, of course, Chris siempre será mi one true love, xD.
Total, que Doctor en Alaska nos presenta a Joel Fleischman que es un doctor de Nueva York y que pudo pagar sus estudios a cambio de pasar cuatro años ejerciendo como tal en Alaska. El bueno de Joel se piensa que va a estar tan pancho, en Anchorage, pero no, puesto que el alcalde de Cicely logra que lo cedan a su pueblo y Joel acaba perdido de la mano de Dios, en un pueblo de lo más peculiar y conociendo a Maggie O’Connell, una piloto que es todo lo contrario que él y que carga con una maldición: todos sus novios mueren en extraños e inverosímiles accidentes. En serio, todos los accidentes son todos buenísimos... bueno, salvo para los pobres novios, a ellos no les hace tanta gracia.
Cicely también es un pueblo muy bonito y los personajes son muy peculiares y la serie un sentido del humor muy especial y conseguido. Ahora mismo la tengo un tanto olvidada, porque la vi hace tiempo, pero guardo un gran recuerdo de ella y no puedo más que recomendarla.
Everwood en Everwood
Everwood tiene ya unos cuantos años y fue la cantera de unos cuantos actores que a día de hoy lo están petando: Chris Pratt se ha convertido no sólo en el protagonista de Guardianes de la galaxia, sino que es un actor de lo más codiciado; Emily Vancamp es la gran Emily Thorne en Revenge y también se ha colado en el mundillo Marvel; Sarah Drew es una de las protagonistas de Anatomía de Grey; y, finalmente, Gregory Smith lleva unos cuantos años como protagonista de Rookie Blue y ahora dirige episodios de Arrow, si no recuerdo mal. Incluso aparecieron actores que luego han protagonizado sus propias series como Kristen Bell, Paul Weasley y Sarah Lancaster.
Por si no conocéis Everwood, lo que me parece fatal, os diré cuál es su punto de partida:
Andy Brown es un prestigioso cirujano que está tan ocupado salvando a aquellos pacientes de curación casi imposible, que no tiene tiempo para su familia. Sin embargo, cuando su mujer muere en un accidente de coche (mientras se dirige sola al recital de piano de su hijo, porque Andy debe operar), Andy decide cambiar radicalmente de vida y abandona Nueva York con sus hijos para mudarse a Everwood, un pequeño y encantador pueblo de Colorado en el que su mujer estuvo de visita siendo niña y se quedó enamorada de él.
No obstante, el cambio no es nada sencillo: Andy no se lleva nada bien con su hijo adolescente, Ephram, un genio del piano que estaba muy unido a su madre y tampoco con el otro doctor del pueblo, Harold Abott, que no ve justo que Andy ofrezca sus servicios gratuitamente y que casi le nombra su archienemigo. Por si todo esto no fuera suficiente, la hija del doctor Abott, Amy, tiene a su novio en coma y, con la llegada de Ephram, ve una forma de llegar al doctor Brown y que éste salve a su novio.
Mientras que Hart of dixie siempre ha sido muy ligera, Everwood es un drama. Sí, tiene mucho sentido del humor, tiene episodios divertidísimos, pero también tiene otros muy duros y los conflictos están muy bien desarrollados. Además, es una serie preciosa, llena de escenas preciosas. Los personajes molan todos muchísimo, son complejos y las relaciones entre ellos también lo son. De hecho, Everwood es un lugar en el que no me importaría vivir porque, en serio, qué lugar más bonito.
Y, sí, también tiene un par de parejas a las que shippear de lo lindo ;P
Stars Hollow en Las chicas Gilmore
Y acabamos la lista con Las chicas Gilmore que, ojo al dato, no va de un doctor de Nueva York yéndose a un pueblo (en serio, cuatro de seis series con esa premisa, qué fuerte), sino que nos cuenta la vida de Lorelai Gilmore y su hija Rory. Siendo una adolescente en una familia tan adinerada como conservadora, Lorelai se quedó embarazada, así que se marchó de casa y se forjó a sí misma en Stars Hollow.
Dieciséis años después, con Lorelai ya establecida como la directora del hotel de Stars Hollow y con su vida ya montada, la acción comienza cuando su hija, Rory, consigue entrar en la prestigiosa escuela Chilton, que le asegurará el poder cumplir su sueño de estudiar en Harvard. Sin embargo, Chilton es muy cara, por lo que Lorelai debe tragarse el orgullo y pedir ayuda a sus padres para pagarla, lo que acaba suponiendo que deban ir a cenar con ellos todos los viernes y, de paso, acaban volviendo los unos a las vidas de los otros.
Ese es el punto de partida, pero Las chicas Gilmore es mucho más.
De hecho, Las chicas Gilmore es amor del bueno.
En serio, si veis Las chicas Gilmore, seréis súper felices. Lo prometo. De hecho, si no habéis visto Las chicas Gilmore, ¡hacedlo, maldita sea!
Es una serie divertida, muy mona, con su punto justo de drama y una dinámica de pueblo muy, muy conseguida. Sí, las dos Gilmore son el centro de la acción, cada una con su viaje personal y con esa relación madre-hija tan especial, pero los guionistas tenían mucho cariño por todos los personajes y les daban sus propias historias y evoluciones. Además, casi todos los personajes molan y las relaciones entre ellos están muy conseguidas y nunca las descuidan.
Sookie, Jackson, Michel, Emily y Richard, Miss Patty, Babette y Morey, Taylor, Dick... Todos son muy grandes y me he dejado al mejor de todos, que es Luke, el dueño del café al que suelen ir Lorelai y Rory y que es un amor de hombre. En serio. Es imposible ver esta serie y no enamorarse de Luke.
Además, Las chicas Gilmore es una serie que tiene un montón de referencias de todo tipo: series, libros, políticos, películas... Ya que madre e hija son unas frikis de cuidado. Es cierto que Rory mola menos y, en mi opinión, a medida que avanzan las temporadas, te va cayendo peor, pero Lorelai es la ama y su relación con Luke te da la vida... aunque a veces también te la quita, para qué mentir, xDD.
Pues eso, que os penséis en visitar Stars Hollow y todos los otros pueblos porque, de verdad, no tienen desperdicio.
miércoles, 25 de marzo de 2015
El ministerio del Tiempo 1x05 - Cualquier tiempo pasado
Una semana más, hemos tenido un nuevo pedazo de episodio de El ministerio del Tiempo y, encima, con la alegría de que la han renovado para una segunda temporada, ¡yupi! =D Esta semana, por cierto, hemos viajado a los 80 madrileños en un episodio que, en mi opinión, ha sido el más flojo, pero que aún así ha molado cantidad. Es que, claro, con los dos último el nivel estaba taaaan alto que se nota, pero, vamos, que es como pasar de un 10 a un 9'6.
Me dejo de divagar y voy ya con la crónica.
Todo comienza con un vídeo del doctor Jiménez del Oso, que vendría a ser el Íker Jiménez ochentero. Bueno, en el vídeo nos cuentan el misterio de la casa de las siete chimeneas que se supone que está encantada. Dos cosas: una, mola mucho porque en los programas especiales de Víctor Ros ya hablaron de este tema y eso me parece guay; dos, la aparición de la que habla Jiménez del Oso es ni más ni menos que Irene, que fue captada mientras estaba en una misión, buscando algo.
A Irene le hace gracia el tema y, de paso, deja caer que está casada con una doctora, algo que a Alonso no le entra demasiado en la cabeza. Tú tranquilo, Alonso, que si el padre de Torquemada se ha adaptado, tú también puedes, ¡vive Dios que sí! Se lo digo en su español, porque es evidente que Alonso de Entrerríos me lee, xD.
A Salvador no le parece tan gracioso y aprovecha para reñir a Alonso porque su rescate épico de Ernesto ha dejado de resultado un dibujo medieval de lo más molón. Alonso se parte la caja hasta que Salvador le dedica una de sus miradas de jefazo, antes de informarles de la misión: deben recuperar el recibo del Guernica porque el museo MoMa no parece muy por la labor de devolverlo a España como debería haber pasado en el 81. Según informa Salvador, hay tres copias del recibo:
1) La del gobierno republicano, que encargó el cuadro.
2) La de la embajada francesa, que era lo que estaba buscando Irene.
3) La del propio Picasso.
Todo esto es interrumpido por Velázquez, que está que no caga con conocer a Picasso, pero Salvador se lo niega siempre y ya está hasta las narices. Le larga muy bruscamente, dejando claro que son el mejor dúo cómico de la serie y manda al trío a por el primer recibo, que se perdió en 1939.
El problema es que cuando van a colarse en la habitación del funcionario que lo perdió, hay una alarma antiaérea, así que deben refugiarse en el sótano del hotel hasta que la amenaza pase. Mientras, Julián aprovecha para contarles a sus compañeros el significado del Guernica y hablarles de la Guerra Civil, lo que escandaliza a Alonso. Éste opina que no es de extrañar que España haya dejado de ser un imperio porque siempre tuvo mejores soldados que dirigentes. Toma los zascas que meten en esta serie, olé, qué ídolos.
Bueno, al abandonar el refugio descubren que ha habido un pequeño incendio en varias habitaciones, entre las que se encuentra la del funcionario. Uh, qué casualidad.
De vuelta al despacho de Salvador, éste decide que tienen que ir a por el segundo recibo. Como Irene lo intentó encontrar dos meses después de su llegada y es probable que se traspapelara (que para eso estamos en España), Salvador propone que el trío consiga la valija y así no puede perderse. Alonso pregunta que por qué no acudir al propio pintor, pero Salvador dice que es un lío tremendo porque Picasso tenía un lío de tres pares de narices con mujeres, amantes e hijos. Julián se pregunta si todos nuestros genios son unos pichabravas y Salvador cree que tiene razón, xD.
A Julián no le hace mucha gracia tener que partir, pero Salvador le tranquiliza diciéndole que podrá celebrar el cumpleaños de su padre. Colega, Salvador sabe todo. Qué poderío de hombre, madre mía. Julián, evidentemente, alucina también, pero Salvador le dice que mal jefe sería si no conociera a sus trabajadores. En esas, salen del despacho y Velázquez está esperando para insistir en el tema Picasso, aunque únicamente consigue que Salvador le amenaza con enviarle a pintar bisontes a Altamira. Oh, yo eso lo veo, sobre todo si se cruza con el funcionario que siempre va a la prehistoria y se quejaba de eso. En serio, yo montaba un spin-off de Velázquez en cero coma.
Amelia le indica a Salvador que ella se encarga y aconseja al pintor que no sea tan insistente. Velázquez, entonces, le explica que Picasso es el mejor porque hay quien pinta abstracto porque no sabe, pero no es el caso de Picasso, que sabía pintar la realidad como nadie. Jo, en serio, Velázquez en plan fanboy de Picasso es amor, al igual que lo es Amelia al prometerle que le tendrá en cuenta si necesitan ayuda.
Tras que Julián se reúna con sus padres, que son un par de heavilongos con pintas de simpáticos, vuelve al ministerio para viajar a los 80. Y si Amelia está muy mona con el pelucón rubio de zagal, Alonso es lo mejor de lo mejor al ir con estas pintas:
A Alonso no le mola nada ir así, pero los demás le ignoran y les explican que se alojarán en un piso franco donde encontrarán ropa y documentación necesaria para su misión. De camino a la puerta, Irene le dice que a lo mejor se pasa una chica preguntando por ella, lo que a Julián le hace mucha gracia. Según Irene no hay noches más divertidas que las de los 80 y que, además, en este año no tenía ningún compromiso: su marido de los 60, cuando la reclutaron, ya estaba muerto y luego se casó con la doctora en el 2012. A Julián le parece trampa, pero Irene está muy contenta con el tecnicismo. Por cierto, yo necesito un episodio centrado en Irene y su vida, que sabemos muy poquitas cosas y parece muy interesante.
Una vez están en el piso franco, Alonso se da cuenta de que es el mismo sitio donde él vive en su época y les da muy mal rollo a todos. Bueno, quizás es porque veo mucho Doctor Who, pero tiene lógica: si el Ministerio posee pisos francos y pueden viajar por el tiempo, es lógico que la usen en distintas épocas.
Además de la ropa y las acreditaciones, encuentran información, que Amelia revisa, mientras los chicos pasan el tiempo. Alonso aprovecha para decir que lo de la Guerra Civil le parece fatal, pero Amelia le hace ver que no es tan raro que en España la gente se enfrente entre sí. Están hablando de eso cuando ven en la televisión que el recibo del Guernica no llegará al día siguiente, como se suponía, sino un día después. Eso les mosquea y es entonces cuando, revisando la noticia de los documentos del Guernica en un periódico, Amelia descubre que un hombre que estaba en el hotel de 1939 sigue igual en el 81, así que deducen que es un viajero del tiempo.
Cuando informan a Salvador, Irene y Ernesto de lo sucedido, el primero decide que, además de conseguir el recibo, deben hablar con ese hombre, Walcott. Por eso, les dice que se queden en el piso franco a la espera. En su despacho, los tres jefazos se preguntan cosas como si Walcott sabe si ellos viajan en el tiempo, cómo ha aparecido en Suiza (Ernesto cree que ha podido coger un avión en España) y si los Estados Unidos tienen un equivalente al Ministerio.
En el 81, el trío estrecha lazos hablando, viendo la tele (yo soy muy fan de Amelia y Alonso gozando como críos con Torrebruno), leyendo revistas de la época y jugando (muy fan de los chicos jugando al fútbol con papelitos). En cuanto reciben órdenes de que la misión será al día siguiente, Julián decide saltarse las normas y salir a dar una vuelta por su barrio. A Alonso no le hace ninguna gracia que se salte las reglas tan a la ligera, pero a Julián no le importa y Amelia decide acompañarle para cangurearle. Y yo creo que porque Julián empieza a molarle en serio.
El problema es que, de pronto, se topan con una niña... que resulta ser Maite. Julián se pone a jugar con ella, tan emocionado, mientras Amelia se pone tensa y yo creo que esta trama se les está yendo un pelín de las manos. Jolín, es muy creepy, en serio.
Una vez se despiden de la niña, Amelia le dice que no es buena idea escarbar en el pasado o en el futuro y está a punto de contarle lo de la lápida, pero no puede básicamente porque Julián va totalmente a lo suyo. Al ver que esa noche hay un concierto de Leño, Julián decide llevarse a Amelia que fan, lo que se dice fan, de Leño no es. De hecho, Amelia dice que tienen que irse temprano, pero Julián no quiere irse y, claro, ya sabéis lo que dicen: karma is a bitch.
En este caso, Julián ve a su padre y, cuando se acerca, lo ve dándose el lote con una mujer que no es su madre. Amelia intenta convencerlo de que se largue, recordándole que en el 2015 siguen casados, pero Julián entra en brote y teme que, al igual que ocurre con el Guernica, su futuro cambie y acaba siguiéndolos al servicio, donde les monta el numerito para cortarles el rollo, haciéndose pasar por secreta.
De vuelta al piso franco, Alonso cree que la ha cagado, pero a Julián, de nuevo, le da igual y está a punto de irse, a pesar de que tienen que ir a por el recibo. Aprovechando que Alonso va a abrir a Irene y Ernesto, Amelia le dice a Julián que no puede seguir haciendo eso, jugando a ser Dios y rompiendo las reglas. Julián se excusa diciendo que el Ministerio lo hace cuando le viene bien, como cuando salvaron al rabino. Hombre, Julián, igual, igual, la cosa no es: que si los viajes en el tiempo público se liaría parda a nivel mundial y lo de tu padre pues como que no.
A todo esto, en el Ministerio el pobre Velázquez sigue interesado en Picasso y la misión, así que le pregunta a Angustias. La mujer le explica que han ido Irene y Ernesto a ayudarlos, pero que lo deje correr porque Salvador no le dejará ir. Sin embargo, Velázquez no se da por vencido e incluso se ofrece a poner la cara de Angustias en uno de sus cuadros. Angustias sólo se quiere tomar el té tranquila y, de hecho, dice no entender la insistencia con Picasso, si sólo hace garabatos, lo que ofende a Velázquez que se marcha más cabreado que si Angustias le hubiera pegado. Algo que, a juzgar por su cara, ha hecho a propósito. Será malvada.
De vuelta al 81, el equipo al completo va al aeropuerto uniformados para pasar desapercibidos. Así, mientras Irene y Ernesto van a por el americano (éste no les ha visto en el 39, como sí que ocurrió con el trío), Amelia y Julián va a por la valija para conseguir el recibo. Cuando los primeros consiguen que Walcott les acompañe, lo llevan a un aparte, donde Alonso les está esperando con cloroformo, que deja al americano grogui en cero coma. Evidentemente, Alonso se hace fan del cloroformo.
Sin embargo, la otra parte de la misión no va tan bien como la de hacerse con Walcott, ya que Amelia y Julián no logran dar con el recibo. De hecho, la caja donde estaba tenía los precintos rotos y no había ni rastro del recibo.
Por eso, una vez en el Ministerio Salvador y Ernesto interrogan a Walcott, pero lo único que le sacan es que llamen a la Embajada y que tiene inmunidad. Sin embargo, a Salvador lo de la inmunidad se la trae al pairo. Walcott, de hecho, se pone chulito y empieza a meterse con los españoles. Mala idea, porque Salvador puede ser muy, pero que muy chungo cuando quiere y, de hecho, tras hacerle un zas al comunicarle que ellos también viajan por el tiempo, lo envían a una pintoresca cárcel en Huesca en 1053.
Por su parte, Julián sigue yendo a lo suyo y va a buscar a la chica que estaba con su padre y le dice que éste tiene una familia y que no la dejará. La muchacha no lo ve así, cree que el hombre la quiere de verdad porque no le oculta nada, pero Julián le dice que le hizo lo mismo a su hermana, rompiéndole la patata a la pobre chica.
De vuelta en el ministerio, Salvador está en brote porque le parece fatal que se privaticen los viajes en el tiempo, cuando repara en que Julián no está. Amelia le cubre, pero Salvador es Salvador y se da cuenta de la maniobra, aunque no dice nada. En su lugar, explican que el MoMa ha contratado a Walcott para borrar las pruebas que acrediten que el cuadro pertenece a España y así no devolverlo. Alonso se ofrece a encargarse de Walcott, porque le parece que el ministerio es muy blando, pero Salvador le saca de su error al contarle el destino de Walcott.
Entonces, a Amelia se le ocurre una idea: falsificar el recibo. A Irene le parece muy español, mientras que a Salvador no le parece tan sencillo. Ernesto comenta todos los problemas que tienen: el papel, la máquina de escribir y la firma. Sin embargo, Amelia es muy lista (y un amor, todo sea dicho de paso) y lo tiene todo pensado. Salvador, un poquito exasperado, dice que, al menos, alguien sacará algo de todo eso.
Y es que envíen a Velázquez a la Barcelona de 1899 para hablar con un Picasso yogurín y es la mejor escena del episodio. Seriously. Los dos pintores se ponen a hablar de Madrid, del museo del Prado y Picasso dice que lo que más le gusta del Prado es Goya. A Velázquez le pone triste que Picasso hable tan bien de Goya, pero entonces Picasso dice que Velázquez es el mejor y se pone a alabar Las Meninas y Velázquez se emociona un montón.
Velázquez, entonces, le dice que no mire tanto al pasado, que él es el futuro y que un día su firma valdrá millones por lo que le queda por hacer. También le pide como favor que le dé un autógrafo, para cuando sea famoso. En serio, estos dos son amor del bueno y yo estoy enamorada de esta escena.
Por otro lado, cuando Julián vuelve al ministerio, Ernesto le está esperando para llevarlo ante Salvador. Julián justifica su ausencia diciendo que ha ido a comprar un vinilo para su padre y Ernesto le recuerda que está prohibido traer cosas de otras épocas. Salvador le deja quedarse con el disco, pero le echa igualmente la bronca: puede perdonar cualquier cosa, menos que deje a sus compañeros tirados. De hecho, está claro que Salvador sabe todas las veces que se saltan las normas (porque Salvador lo sabe TO-DO visto lo visto), pero sólo le ha llamado la atención esta vez. Que, por cierto, Salvador me ha recordado muchísimo a Kakashi, que también tenía esa filosofía de vida. Pero, vamos, cosas mías.
Después, Julián a la cafetería donde se encuentra con Irene. Ésta le pregunta si ha vuelto a hurgar en su pasado, lo que hace que Julián se ponga a la defensiva. De hecho, Julián se pone bastante desagradable con Irene, echándole en cara que vaya a ligar al pasado, pero Irene es una ídola y tan tranquila le dice que debe ser discreto, que no deje que nada se interponga en las misiones y que no es más que nadie, que el mundo no se para por su dolor y que debería seguir adelante con su vida. Toma lección de vida y de clase que da Irene, por cierto, que Julián hoy está muy, muy pesadito en plan drama king. Irene también le dice que, si necesita ayuda, ahí la tiene.
Tras que Velázquez vuelva con la firma, Amelia dice que necesitan una puerta que les lleve a los años 30 para conseguir una máquina de escribir de la época. A Ernesto se le ocurre que usen el cuarto de fumadores, que en realidad es una puerta que lleva a la salida de incendios de un teatro de Vitoria, que los funcionarios usan para fumar desde que prohibieron hacerlo en las oficinas. Claro, no tienen que cambiarse de ropa ni nada, porque todo pasa por un ensayo.
Entonces vemos a unos cuantos funcionarios, vestidos de forma de lo más dispar, hablando de Messi e Iniesta, mientras fuman. El trío llega, justo cuando un matrimonio pasa por ahí y preguntan qué obra están preparando. Un funcionario responde que un Shakespeare y se queda tan pancho. En serio, muy fan del cuarto de fumadores, que salga más.
El trío va a unas oficinas, donde Julián usa la máquina de escribir, siguiendo las indicaciones de Amelia. Una vez tienen el recibo hecho, lo meten todo en un sobre que envían a Irene, por lo que debe ir a 1981, algo que parece un castigo para ella. De hecho, a Irene le falta irse bailando la conga. En el 81, Irene liga con una chica, a la que se lleva al piso franco, donde, al día siguiente, recibe el sobre con el falso recibo del Guernica.
En cuanto Irene confirma que todo ha sido un éxito, Salvador felicita a Amelia, ya que si el Guernica sigue en España es por ella.
Julián, por su parte, vuelve a ver a su padre para regalarle el disco de Leño por su cumpleaños. Al ver a una adorable pareja de ancianos, Julián se entristece porque se imaginaba así con Maite. Su padre le dice que él también se imaginaba así, pero no con su madre. Julián intenta que su padre no hable del tema, pero el hombre le cuenta que se enamoró de una chica, estando en una mala racha con su esposa, y que, aunque le gustaría contarle que fue él quien cortó, fue ella. Y que nunca supo por qué, de hecho nunca la volvió a ver. El hombre también le dice que siempre ha querido mucho a su esposa, que Julián es lo más importante, pero que no hay día que no piense en la chica.
Todo este tema deja muy tocado a Julián, que se arrepiente de no haber hecho caso a Amelia, ya que no sabe si hizo lo correcto o lo que él quería que fuera correcto. Amelia le consuela y también habla de su madre. Julián hace una comparación de las madres con las rosas de El principito que, claro, Amelia no sabe lo que es, así que Julián promete regalárselo. Eso es amor, sólo para que conste, aunque Julián no se dé cuenta ahora mismo, es amor. Punto.
En esas, llega Alonso para pedirles que vayan a contemplar su triunfo, así que los tres van a ver el Guernica en una escena muy bonita. Julián le cuenta a Amelia cosas del Guernica, ya que era el cuadro favorito de Maite y ella se lo contaba. Entonces dice que a Alonso seguro que le siguen pareciendo cuatro muñecos mal pintados, pero Alonso ha cambiado de opinión y se quedan mirando el cuadro los tres juntos.
Me ha gustado mucho el amor al arte que se respiraba en este episodio, así, en general y sobre todo la escena del museo ha sido muy emocionante. Me ha recordado a ese precioso episodio de Doctor Who con Van Gogh, en el buen sentido, claro.
Eso sí, aunque este capítulo me ha gustado mucho, yo creo que ha sido menos genial de lo habitual por lo mucho que han incidido en el egoísmo de Julián. Está claro que Julián no está en el Ministerio por ayudar, como sí les ocurre a Amelia y Alonso, sino para seguir atado a Maite lo que, en serio, empieza a ser preocupante. Y, la verdad, a mí Julián me gusta cuando es aventurero y divertido, cuando se pone en plan intenso me carga un poco, sobre todo porque sus propios dramas arrasan con todo: no ha escuchado a Amelia en ningún momento, ha habido fricciones con Alonso y les ha dejado tirados.
Esperemos que tanto la conversación con Irene como las dudas que él mismo se ha sembrado (¿su padre se habría quedado con ellos de todas maneras o no? ¿Le ha hecho infeliz? ¿Ha acabado idealizando a Raquel porque se largó sin más y no fue él quien cortó la relación?) sirvan para que Julián avance y empiece a dejar atrás a su difunta mujer y esa obsesión con alterar su propio pasado.
Además, las historias de los demás no están tan explotadas como ese aspecto de Julián y encima me parecen mucho más interesantes. De hecho, hay personajes como Salvador o Irene o Ernesto de los que aún desconocemos muchas cosas.
El próximo episodio pinta muchísimo mejor que este, ya que parece que Irene va a salir un montón, el trío se topa con el Lazarillo de Tormes, sigue la trama del americano y vuelve Lola. Vamos, que parece que viene muy, muy cargadito y eso mola mil.
Me dejo de divagar y voy ya con la crónica.
Todo comienza con un vídeo del doctor Jiménez del Oso, que vendría a ser el Íker Jiménez ochentero. Bueno, en el vídeo nos cuentan el misterio de la casa de las siete chimeneas que se supone que está encantada. Dos cosas: una, mola mucho porque en los programas especiales de Víctor Ros ya hablaron de este tema y eso me parece guay; dos, la aparición de la que habla Jiménez del Oso es ni más ni menos que Irene, que fue captada mientras estaba en una misión, buscando algo.
Irene: Estaba ahí, cantando 'Quien maneja mi barca', de ahí que crean que el fantasma se daba golpes en el pecho. Si es que soy una cachonda, ainss... ¿Queréis que os cante un poco? Eh, que la clavo.
A Irene le hace gracia el tema y, de paso, deja caer que está casada con una doctora, algo que a Alonso no le entra demasiado en la cabeza. Tú tranquilo, Alonso, que si el padre de Torquemada se ha adaptado, tú también puedes, ¡vive Dios que sí! Se lo digo en su español, porque es evidente que Alonso de Entrerríos me lee, xD.
A Salvador no le parece tan gracioso y aprovecha para reñir a Alonso porque su rescate épico de Ernesto ha dejado de resultado un dibujo medieval de lo más molón. Alonso se parte la caja hasta que Salvador le dedica una de sus miradas de jefazo, antes de informarles de la misión: deben recuperar el recibo del Guernica porque el museo MoMa no parece muy por la labor de devolverlo a España como debería haber pasado en el 81. Según informa Salvador, hay tres copias del recibo:
1) La del gobierno republicano, que encargó el cuadro.
2) La de la embajada francesa, que era lo que estaba buscando Irene.
3) La del propio Picasso.
Todo esto es interrumpido por Velázquez, que está que no caga con conocer a Picasso, pero Salvador se lo niega siempre y ya está hasta las narices. Le larga muy bruscamente, dejando claro que son el mejor dúo cómico de la serie y manda al trío a por el primer recibo, que se perdió en 1939.
Salvador: Ya se lo tengo dicho, Velázquez, ni puede ir a conocer a Picasso, ni al futuro a saber quién sobrevive en Juego de tronos.
Me ha hecho mucha gracia ver a Ernesto partiéndose la caja con la escena y por eso pongo la captura.
El problema es que cuando van a colarse en la habitación del funcionario que lo perdió, hay una alarma antiaérea, así que deben refugiarse en el sótano del hotel hasta que la amenaza pase. Mientras, Julián aprovecha para contarles a sus compañeros el significado del Guernica y hablarles de la Guerra Civil, lo que escandaliza a Alonso. Éste opina que no es de extrañar que España haya dejado de ser un imperio porque siempre tuvo mejores soldados que dirigentes. Toma los zascas que meten en esta serie, olé, qué ídolos.
Bueno, al abandonar el refugio descubren que ha habido un pequeño incendio en varias habitaciones, entre las que se encuentra la del funcionario. Uh, qué casualidad.
De vuelta al despacho de Salvador, éste decide que tienen que ir a por el segundo recibo. Como Irene lo intentó encontrar dos meses después de su llegada y es probable que se traspapelara (que para eso estamos en España), Salvador propone que el trío consiga la valija y así no puede perderse. Alonso pregunta que por qué no acudir al propio pintor, pero Salvador dice que es un lío tremendo porque Picasso tenía un lío de tres pares de narices con mujeres, amantes e hijos. Julián se pregunta si todos nuestros genios son unos pichabravas y Salvador cree que tiene razón, xD.
Alonso (pensando): Como se nota que soy un genio español... y soy un truhán, soy un señor, larara...
A Julián no le hace mucha gracia tener que partir, pero Salvador le tranquiliza diciéndole que podrá celebrar el cumpleaños de su padre. Colega, Salvador sabe todo. Qué poderío de hombre, madre mía. Julián, evidentemente, alucina también, pero Salvador le dice que mal jefe sería si no conociera a sus trabajadores. En esas, salen del despacho y Velázquez está esperando para insistir en el tema Picasso, aunque únicamente consigue que Salvador le amenaza con enviarle a pintar bisontes a Altamira. Oh, yo eso lo veo, sobre todo si se cruza con el funcionario que siempre va a la prehistoria y se quejaba de eso. En serio, yo montaba un spin-off de Velázquez en cero coma.
Amelia le indica a Salvador que ella se encarga y aconseja al pintor que no sea tan insistente. Velázquez, entonces, le explica que Picasso es el mejor porque hay quien pinta abstracto porque no sabe, pero no es el caso de Picasso, que sabía pintar la realidad como nadie. Jo, en serio, Velázquez en plan fanboy de Picasso es amor, al igual que lo es Amelia al prometerle que le tendrá en cuenta si necesitan ayuda.
Tras que Julián se reúna con sus padres, que son un par de heavilongos con pintas de simpáticos, vuelve al ministerio para viajar a los 80. Y si Amelia está muy mona con el pelucón rubio de zagal, Alonso es lo mejor de lo mejor al ir con estas pintas:
Alonso con esas pintas es de lo más grande del episodio, en serio.
A Alonso no le mola nada ir así, pero los demás le ignoran y les explican que se alojarán en un piso franco donde encontrarán ropa y documentación necesaria para su misión. De camino a la puerta, Irene le dice que a lo mejor se pasa una chica preguntando por ella, lo que a Julián le hace mucha gracia. Según Irene no hay noches más divertidas que las de los 80 y que, además, en este año no tenía ningún compromiso: su marido de los 60, cuando la reclutaron, ya estaba muerto y luego se casó con la doctora en el 2012. A Julián le parece trampa, pero Irene está muy contenta con el tecnicismo. Por cierto, yo necesito un episodio centrado en Irene y su vida, que sabemos muy poquitas cosas y parece muy interesante.
Una vez están en el piso franco, Alonso se da cuenta de que es el mismo sitio donde él vive en su época y les da muy mal rollo a todos. Bueno, quizás es porque veo mucho Doctor Who, pero tiene lógica: si el Ministerio posee pisos francos y pueden viajar por el tiempo, es lógico que la usen en distintas épocas.
Además de la ropa y las acreditaciones, encuentran información, que Amelia revisa, mientras los chicos pasan el tiempo. Alonso aprovecha para decir que lo de la Guerra Civil le parece fatal, pero Amelia le hace ver que no es tan raro que en España la gente se enfrente entre sí. Están hablando de eso cuando ven en la televisión que el recibo del Guernica no llegará al día siguiente, como se suponía, sino un día después. Eso les mosquea y es entonces cuando, revisando la noticia de los documentos del Guernica en un periódico, Amelia descubre que un hombre que estaba en el hotel de 1939 sigue igual en el 81, así que deducen que es un viajero del tiempo.
Ay, la cara de concentración de Alonso con la tele, por favor.
Cuando informan a Salvador, Irene y Ernesto de lo sucedido, el primero decide que, además de conseguir el recibo, deben hablar con ese hombre, Walcott. Por eso, les dice que se queden en el piso franco a la espera. En su despacho, los tres jefazos se preguntan cosas como si Walcott sabe si ellos viajan en el tiempo, cómo ha aparecido en Suiza (Ernesto cree que ha podido coger un avión en España) y si los Estados Unidos tienen un equivalente al Ministerio.
En el 81, el trío estrecha lazos hablando, viendo la tele (yo soy muy fan de Amelia y Alonso gozando como críos con Torrebruno), leyendo revistas de la época y jugando (muy fan de los chicos jugando al fútbol con papelitos). En cuanto reciben órdenes de que la misión será al día siguiente, Julián decide saltarse las normas y salir a dar una vuelta por su barrio. A Alonso no le hace ninguna gracia que se salte las reglas tan a la ligera, pero a Julián no le importa y Amelia decide acompañarle para cangurearle. Y yo creo que porque Julián empieza a molarle en serio.
El problema es que, de pronto, se topan con una niña... que resulta ser Maite. Julián se pone a jugar con ella, tan emocionado, mientras Amelia se pone tensa y yo creo que esta trama se les está yendo un pelín de las manos. Jolín, es muy creepy, en serio.
Una vez se despiden de la niña, Amelia le dice que no es buena idea escarbar en el pasado o en el futuro y está a punto de contarle lo de la lápida, pero no puede básicamente porque Julián va totalmente a lo suyo. Al ver que esa noche hay un concierto de Leño, Julián decide llevarse a Amelia que fan, lo que se dice fan, de Leño no es. De hecho, Amelia dice que tienen que irse temprano, pero Julián no quiere irse y, claro, ya sabéis lo que dicen: karma is a bitch.
En este caso, Julián ve a su padre y, cuando se acerca, lo ve dándose el lote con una mujer que no es su madre. Amelia intenta convencerlo de que se largue, recordándole que en el 2015 siguen casados, pero Julián entra en brote y teme que, al igual que ocurre con el Guernica, su futuro cambie y acaba siguiéndolos al servicio, donde les monta el numerito para cortarles el rollo, haciéndose pasar por secreta.
De vuelta al piso franco, Alonso cree que la ha cagado, pero a Julián, de nuevo, le da igual y está a punto de irse, a pesar de que tienen que ir a por el recibo. Aprovechando que Alonso va a abrir a Irene y Ernesto, Amelia le dice a Julián que no puede seguir haciendo eso, jugando a ser Dios y rompiendo las reglas. Julián se excusa diciendo que el Ministerio lo hace cuando le viene bien, como cuando salvaron al rabino. Hombre, Julián, igual, igual, la cosa no es: que si los viajes en el tiempo público se liaría parda a nivel mundial y lo de tu padre pues como que no.
A todo esto, en el Ministerio el pobre Velázquez sigue interesado en Picasso y la misión, así que le pregunta a Angustias. La mujer le explica que han ido Irene y Ernesto a ayudarlos, pero que lo deje correr porque Salvador no le dejará ir. Sin embargo, Velázquez no se da por vencido e incluso se ofrece a poner la cara de Angustias en uno de sus cuadros. Angustias sólo se quiere tomar el té tranquila y, de hecho, dice no entender la insistencia con Picasso, si sólo hace garabatos, lo que ofende a Velázquez que se marcha más cabreado que si Angustias le hubiera pegado. Algo que, a juzgar por su cara, ha hecho a propósito. Será malvada.
Aunque reconozco que la admiro, por ser maligna y tal.
De vuelta al 81, el equipo al completo va al aeropuerto uniformados para pasar desapercibidos. Así, mientras Irene y Ernesto van a por el americano (éste no les ha visto en el 39, como sí que ocurrió con el trío), Amelia y Julián va a por la valija para conseguir el recibo. Cuando los primeros consiguen que Walcott les acompañe, lo llevan a un aparte, donde Alonso les está esperando con cloroformo, que deja al americano grogui en cero coma. Evidentemente, Alonso se hace fan del cloroformo.
Sin embargo, la otra parte de la misión no va tan bien como la de hacerse con Walcott, ya que Amelia y Julián no logran dar con el recibo. De hecho, la caja donde estaba tenía los precintos rotos y no había ni rastro del recibo.
Por eso, una vez en el Ministerio Salvador y Ernesto interrogan a Walcott, pero lo único que le sacan es que llamen a la Embajada y que tiene inmunidad. Sin embargo, a Salvador lo de la inmunidad se la trae al pairo. Walcott, de hecho, se pone chulito y empieza a meterse con los españoles. Mala idea, porque Salvador puede ser muy, pero que muy chungo cuando quiere y, de hecho, tras hacerle un zas al comunicarle que ellos también viajan por el tiempo, lo envían a una pintoresca cárcel en Huesca en 1053.
Si es que cuando se ponen chungos, yo fangirleo mucho.
Por su parte, Julián sigue yendo a lo suyo y va a buscar a la chica que estaba con su padre y le dice que éste tiene una familia y que no la dejará. La muchacha no lo ve así, cree que el hombre la quiere de verdad porque no le oculta nada, pero Julián le dice que le hizo lo mismo a su hermana, rompiéndole la patata a la pobre chica.
De vuelta en el ministerio, Salvador está en brote porque le parece fatal que se privaticen los viajes en el tiempo, cuando repara en que Julián no está. Amelia le cubre, pero Salvador es Salvador y se da cuenta de la maniobra, aunque no dice nada. En su lugar, explican que el MoMa ha contratado a Walcott para borrar las pruebas que acrediten que el cuadro pertenece a España y así no devolverlo. Alonso se ofrece a encargarse de Walcott, porque le parece que el ministerio es muy blando, pero Salvador le saca de su error al contarle el destino de Walcott.
Entonces, a Amelia se le ocurre una idea: falsificar el recibo. A Irene le parece muy español, mientras que a Salvador no le parece tan sencillo. Ernesto comenta todos los problemas que tienen: el papel, la máquina de escribir y la firma. Sin embargo, Amelia es muy lista (y un amor, todo sea dicho de paso) y lo tiene todo pensado. Salvador, un poquito exasperado, dice que, al menos, alguien sacará algo de todo eso.
Y es que envíen a Velázquez a la Barcelona de 1899 para hablar con un Picasso yogurín y es la mejor escena del episodio. Seriously. Los dos pintores se ponen a hablar de Madrid, del museo del Prado y Picasso dice que lo que más le gusta del Prado es Goya. A Velázquez le pone triste que Picasso hable tan bien de Goya, pero entonces Picasso dice que Velázquez es el mejor y se pone a alabar Las Meninas y Velázquez se emociona un montón.
Yo con estos dos me muero de amor. En serio.
Velázquez, entonces, le dice que no mire tanto al pasado, que él es el futuro y que un día su firma valdrá millones por lo que le queda por hacer. También le pide como favor que le dé un autógrafo, para cuando sea famoso. En serio, estos dos son amor del bueno y yo estoy enamorada de esta escena.
Por otro lado, cuando Julián vuelve al ministerio, Ernesto le está esperando para llevarlo ante Salvador. Julián justifica su ausencia diciendo que ha ido a comprar un vinilo para su padre y Ernesto le recuerda que está prohibido traer cosas de otras épocas. Salvador le deja quedarse con el disco, pero le echa igualmente la bronca: puede perdonar cualquier cosa, menos que deje a sus compañeros tirados. De hecho, está claro que Salvador sabe todas las veces que se saltan las normas (porque Salvador lo sabe TO-DO visto lo visto), pero sólo le ha llamado la atención esta vez. Que, por cierto, Salvador me ha recordado muchísimo a Kakashi, que también tenía esa filosofía de vida. Pero, vamos, cosas mías.
Después, Julián a la cafetería donde se encuentra con Irene. Ésta le pregunta si ha vuelto a hurgar en su pasado, lo que hace que Julián se ponga a la defensiva. De hecho, Julián se pone bastante desagradable con Irene, echándole en cara que vaya a ligar al pasado, pero Irene es una ídola y tan tranquila le dice que debe ser discreto, que no deje que nada se interponga en las misiones y que no es más que nadie, que el mundo no se para por su dolor y que debería seguir adelante con su vida. Toma lección de vida y de clase que da Irene, por cierto, que Julián hoy está muy, muy pesadito en plan drama king. Irene también le dice que, si necesita ayuda, ahí la tiene.
Tras que Velázquez vuelva con la firma, Amelia dice que necesitan una puerta que les lleve a los años 30 para conseguir una máquina de escribir de la época. A Ernesto se le ocurre que usen el cuarto de fumadores, que en realidad es una puerta que lleva a la salida de incendios de un teatro de Vitoria, que los funcionarios usan para fumar desde que prohibieron hacerlo en las oficinas. Claro, no tienen que cambiarse de ropa ni nada, porque todo pasa por un ensayo.
Entonces vemos a unos cuantos funcionarios, vestidos de forma de lo más dispar, hablando de Messi e Iniesta, mientras fuman. El trío llega, justo cuando un matrimonio pasa por ahí y preguntan qué obra están preparando. Un funcionario responde que un Shakespeare y se queda tan pancho. En serio, muy fan del cuarto de fumadores, que salga más.
El trío va a unas oficinas, donde Julián usa la máquina de escribir, siguiendo las indicaciones de Amelia. Una vez tienen el recibo hecho, lo meten todo en un sobre que envían a Irene, por lo que debe ir a 1981, algo que parece un castigo para ella. De hecho, a Irene le falta irse bailando la conga. En el 81, Irene liga con una chica, a la que se lleva al piso franco, donde, al día siguiente, recibe el sobre con el falso recibo del Guernica.
En cuanto Irene confirma que todo ha sido un éxito, Salvador felicita a Amelia, ya que si el Guernica sigue en España es por ella.
Julián, por su parte, vuelve a ver a su padre para regalarle el disco de Leño por su cumpleaños. Al ver a una adorable pareja de ancianos, Julián se entristece porque se imaginaba así con Maite. Su padre le dice que él también se imaginaba así, pero no con su madre. Julián intenta que su padre no hable del tema, pero el hombre le cuenta que se enamoró de una chica, estando en una mala racha con su esposa, y que, aunque le gustaría contarle que fue él quien cortó, fue ella. Y que nunca supo por qué, de hecho nunca la volvió a ver. El hombre también le dice que siempre ha querido mucho a su esposa, que Julián es lo más importante, pero que no hay día que no piense en la chica.
Padre de Julián: Oye, ¿te he contado alguna vez que me casé con Ana Obregón y todo? Bua, hasta tenía 7 hijos, ya ves lo que cambia la vida.
Todo este tema deja muy tocado a Julián, que se arrepiente de no haber hecho caso a Amelia, ya que no sabe si hizo lo correcto o lo que él quería que fuera correcto. Amelia le consuela y también habla de su madre. Julián hace una comparación de las madres con las rosas de El principito que, claro, Amelia no sabe lo que es, así que Julián promete regalárselo. Eso es amor, sólo para que conste, aunque Julián no se dé cuenta ahora mismo, es amor. Punto.
En esas, llega Alonso para pedirles que vayan a contemplar su triunfo, así que los tres van a ver el Guernica en una escena muy bonita. Julián le cuenta a Amelia cosas del Guernica, ya que era el cuadro favorito de Maite y ella se lo contaba. Entonces dice que a Alonso seguro que le siguen pareciendo cuatro muñecos mal pintados, pero Alonso ha cambiado de opinión y se quedan mirando el cuadro los tres juntos.
Me ha gustado mucho el amor al arte que se respiraba en este episodio, así, en general y sobre todo la escena del museo ha sido muy emocionante. Me ha recordado a ese precioso episodio de Doctor Who con Van Gogh, en el buen sentido, claro.
Eso sí, aunque este capítulo me ha gustado mucho, yo creo que ha sido menos genial de lo habitual por lo mucho que han incidido en el egoísmo de Julián. Está claro que Julián no está en el Ministerio por ayudar, como sí les ocurre a Amelia y Alonso, sino para seguir atado a Maite lo que, en serio, empieza a ser preocupante. Y, la verdad, a mí Julián me gusta cuando es aventurero y divertido, cuando se pone en plan intenso me carga un poco, sobre todo porque sus propios dramas arrasan con todo: no ha escuchado a Amelia en ningún momento, ha habido fricciones con Alonso y les ha dejado tirados.
Esperemos que tanto la conversación con Irene como las dudas que él mismo se ha sembrado (¿su padre se habría quedado con ellos de todas maneras o no? ¿Le ha hecho infeliz? ¿Ha acabado idealizando a Raquel porque se largó sin más y no fue él quien cortó la relación?) sirvan para que Julián avance y empiece a dejar atrás a su difunta mujer y esa obsesión con alterar su propio pasado.
Además, las historias de los demás no están tan explotadas como ese aspecto de Julián y encima me parecen mucho más interesantes. De hecho, hay personajes como Salvador o Irene o Ernesto de los que aún desconocemos muchas cosas.
El próximo episodio pinta muchísimo mejor que este, ya que parece que Irene va a salir un montón, el trío se topa con el Lazarillo de Tormes, sigue la trama del americano y vuelve Lola. Vamos, que parece que viene muy, muy cargadito y eso mola mil.
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lunes, 23 de marzo de 2015
Fangirl
Hoy os traigo la reseña de una novela a la que le tenía muchas ganas. Conocí a Rainbow Rowell con la estupenda Eleanor y Park, que me encantó de principio a fin, así que estaba deseando leer su otra novela, Fangirl. Además, era un título con el que podía sentirme muy identificada porque yo puedo ser muy, muy fangirl. Pero vayamos en orden, así que lo primero es lo primero: ¿de qué trata Fangirl?
Cath es una chica complicada, a la que no se le da demasiado bien la vida y mucho menos afrontar los cambios que se le vienen encima al tener que comenzar la universidad. Cath, además, es una fan incondicional de la famosa saga Simon Snow, la cual terminará en unos meses con la publicación de su octava y última entrega. Precisamente como la historia acabará pronto, Cath se siente presionada para terminar su propio fanfiction, el cual es todo un fenómeno en Internet.
Por si no tuviera bastante con dicha presión y con lo que supone abandonar por completo su zona de confort, Cath también debe lidiar con un padre que tiene ciertos problemas, el que su hermana gemela Wren se aleje cada vez más de ella y tener que compartir habitación con Reagan, una chica mayor y un tanto brusca. Y es precisamente Reagan quien provoca que otra persona entre en la vida de Cath: Levi, un chico adorable, una presencia casi constante, que poco a poco se transforma en algo más.
Al igual que ocurría en Eleanor y Park, tenemos una historia de amor, pero también mucho más. No obstante, las similitudes terminan prácticamente ahí, ya que Rainbow Rowell logra una historia completamente distinta, nueva y refrescante. Es cierto que también comparte el que los personajes sean peculiares, pero no se parecen en absoluto, lo que fue una alegría, pues muchos autores se repiten de una obra a otra.
Bueno, pues en este caso no es así.
Y superada esa pequeña comparación, que en realidad no es, entremos en Fangirl, en el mundo de Cath, esa chica tan peculiar que es una fan acérrima de Simon Snow. Simon Snow, por cierto, es una especie de Harry Potter: un mago, que tiene un grupo de amigos, un rival que no sabes a qué juega exactamente y ese rol de elegido. Es cierto que Simon Snow se asemeja a la saga de J. K. Rowling, siendo en mi opinión un bonito homenaje, que Rainbow Rowell se toma lo suficientemente en serio como para desarrollarlo.
Pues entre un capítulo y otro de la novela, siempre hay algún tipo de texto sobre Simon: desde fragmentos de las novelas, hasta fragmentos de los fics que escribe Cath, hasta una entrada de la Wikipedia para dejarnos claro de qué van los libros. Incluso dentro de los capítulos hay fragmentos del fic que Cath está escribiendo, su final perfecto, donde Simon está con Baz (su rival).
La verdad es que a mí esta parte me resultó interesante, me gustaba leer los fragmentos de Simon y, honestamente, si Rainbow Rowell se liara la manta a la cabeza y escribirá la saga, yo la leería. De hecho, seguramente shippearía a Simon con Baz, pero eso ya es otra cuestión diferente. Aunque, vamos, la autora logró que me picara la curiosidad por el mundo de Simon.
Aunque la parte de Simon es como una pequeña historia dentro de la principal, ya que lo que de veras importa es lo que le ocurre a Cath en su nueva vida. Es curioso, porque Cath tiene todas las papeletas para ser un personaje desesperante, pero no lo es. De hecho, es imposible que Cath no te caiga bien, ni que no la entiendas, aunque en muchas ocasiones quieras zarandearla para ver si espabila la muchacha, que una cosa es no ser una persona no muy social y otra empecinarse una y otra vez en ser un ficus humano.
Y es que Cath dista mucho de ser perfecta. Sí, es inteligente, responsable, generosa y cuida de sus seres queridos, pero también es apática, cobarde y una persona un tanto difícil. Sin embargo, como he dicho, es imposible no adorarla. También es muy sencillo empatizar con ella, compartir sus miedos e ilusiones, sus decepciones. Rainbow Rowell nos presenta a una gran protagonista, un personaje complejo, bien escrito y sobre todo muy humano.
De hecho, todos los personajes lo son, en todos los sentidos. No sólo son imperfectos como personas, sino también físicamente: Cath lleva gafas, pintas desastrosas; Levi tiene entradas; Reagan no está delgada y no le importa... Me gusta ese detalle, que los personajes sean tan reales que no sean súper maromos y súper buenorras.
Que, por cierto, no os he contado que Levi es amor del bueno. En serio, es un chico adorable, inteligente, dulce y paciente, todo un gran héroe romántico. Levi es un chico al que te encantaría conocer para poder enamorarte de verdad de él.
Hablando de enamorarse, en este caso no tenemos amores a primera vista, no tenemos a ninguno de los dos perdiendo la cabeza por el otro en un segundo, sino que la historia de amor se cuece de forme lenta, pero segura. Y es una maravilla. En serio, es una historia preciosa, muy mona y sin resultar cursi, pues Rainbow Rowell siempre consigue ese equilibrio entre romanticismo, diversión y realidad, que hace que no te suba el azúcar hasta alcanzar cuotas peligrosas. Las escenas entre Cath y Levi están muy escritas, sus diálogos sin chispeantes y muy ingeniosos.
A decir verdad, todas las relaciones que establece Cath son especiales, están cuidadas y no tienen desperdicio: la amistad con Reagan, lo tierna que es la relación con su padre, que también es un hombre adorable.
Prácticamente todos los personajes desprenden el cariño que les pone la autora, mimo, salvo una excepción: Wren. De hecho, es en este aspecto donde Fangirl me ha chirriado un poco. Y es que Fangirl tiene un poso moralista que no ha terminado de convencerme, ya que Rainbow Rowell presenta el mundo de las fiestas y la juerga como algo malo. Los dos personajes claramente fiesteros, son presentados como antagonistas: la amiga de Wren es superficial, idiota y mala, mientras que Wren es el personaje detestable del libro, mientras que Cath es su víctima.
Me habría gustado que la autora hubiera incidido más en Wren, humanizándola más, en lugar de relegarla a ese ingrato rol de villana. A fin de cuentas, el que Wren quiera experimentar y hacer cosas nuevas no es nada malo, es una opción tan lícita como el empecinamiento de Cath de no pasar por cambios. Sin embargo, Wren se muestra como un ser egoísta, descarriado e hiriente durante toda la novela, aunque al final se dulcifique y se redima al volver a ser la hermana de Cath. Eso sí, una vez abandona la vida fiestera, lo que refuerza esa idea moralista.
Sin embargo, es el único “pero” que le pongo a Fangirl, que vuelve a tocar temas dispares como la aceptación (ya sea de gente diferente o de los cambios que te reserva la vida), la superación, el miedo a lo desconocido o/y a uno mismo, el abandono y las familias complicadas, que no disfuncionales. Pues los Avery tienen una complicada situación, pero el amor siempre prima y también el cuidarse unos a los otros.
Todo ello escrito con la preciosa pluma de Rainbow Rowell, que vuelve a demostrar que es una autora a la que tener muy en cuenta.
Rainbow, estoy esperando tu siguiente novela, que lo sepas.
El próximo lunes literario estará dedicado a... Tiempo de cenizas de Jorge Molist.
Cath es una chica complicada, a la que no se le da demasiado bien la vida y mucho menos afrontar los cambios que se le vienen encima al tener que comenzar la universidad. Cath, además, es una fan incondicional de la famosa saga Simon Snow, la cual terminará en unos meses con la publicación de su octava y última entrega. Precisamente como la historia acabará pronto, Cath se siente presionada para terminar su propio fanfiction, el cual es todo un fenómeno en Internet.
Por si no tuviera bastante con dicha presión y con lo que supone abandonar por completo su zona de confort, Cath también debe lidiar con un padre que tiene ciertos problemas, el que su hermana gemela Wren se aleje cada vez más de ella y tener que compartir habitación con Reagan, una chica mayor y un tanto brusca. Y es precisamente Reagan quien provoca que otra persona entre en la vida de Cath: Levi, un chico adorable, una presencia casi constante, que poco a poco se transforma en algo más.
Al igual que ocurría en Eleanor y Park, tenemos una historia de amor, pero también mucho más. No obstante, las similitudes terminan prácticamente ahí, ya que Rainbow Rowell logra una historia completamente distinta, nueva y refrescante. Es cierto que también comparte el que los personajes sean peculiares, pero no se parecen en absoluto, lo que fue una alegría, pues muchos autores se repiten de una obra a otra.
Bueno, pues en este caso no es así.
Y superada esa pequeña comparación, que en realidad no es, entremos en Fangirl, en el mundo de Cath, esa chica tan peculiar que es una fan acérrima de Simon Snow. Simon Snow, por cierto, es una especie de Harry Potter: un mago, que tiene un grupo de amigos, un rival que no sabes a qué juega exactamente y ese rol de elegido. Es cierto que Simon Snow se asemeja a la saga de J. K. Rowling, siendo en mi opinión un bonito homenaje, que Rainbow Rowell se toma lo suficientemente en serio como para desarrollarlo.
Pues entre un capítulo y otro de la novela, siempre hay algún tipo de texto sobre Simon: desde fragmentos de las novelas, hasta fragmentos de los fics que escribe Cath, hasta una entrada de la Wikipedia para dejarnos claro de qué van los libros. Incluso dentro de los capítulos hay fragmentos del fic que Cath está escribiendo, su final perfecto, donde Simon está con Baz (su rival).
La verdad es que a mí esta parte me resultó interesante, me gustaba leer los fragmentos de Simon y, honestamente, si Rainbow Rowell se liara la manta a la cabeza y escribirá la saga, yo la leería. De hecho, seguramente shippearía a Simon con Baz, pero eso ya es otra cuestión diferente. Aunque, vamos, la autora logró que me picara la curiosidad por el mundo de Simon.
Aunque la parte de Simon es como una pequeña historia dentro de la principal, ya que lo que de veras importa es lo que le ocurre a Cath en su nueva vida. Es curioso, porque Cath tiene todas las papeletas para ser un personaje desesperante, pero no lo es. De hecho, es imposible que Cath no te caiga bien, ni que no la entiendas, aunque en muchas ocasiones quieras zarandearla para ver si espabila la muchacha, que una cosa es no ser una persona no muy social y otra empecinarse una y otra vez en ser un ficus humano.
Y es que Cath dista mucho de ser perfecta. Sí, es inteligente, responsable, generosa y cuida de sus seres queridos, pero también es apática, cobarde y una persona un tanto difícil. Sin embargo, como he dicho, es imposible no adorarla. También es muy sencillo empatizar con ella, compartir sus miedos e ilusiones, sus decepciones. Rainbow Rowell nos presenta a una gran protagonista, un personaje complejo, bien escrito y sobre todo muy humano.
De hecho, todos los personajes lo son, en todos los sentidos. No sólo son imperfectos como personas, sino también físicamente: Cath lleva gafas, pintas desastrosas; Levi tiene entradas; Reagan no está delgada y no le importa... Me gusta ese detalle, que los personajes sean tan reales que no sean súper maromos y súper buenorras.
Que, por cierto, no os he contado que Levi es amor del bueno. En serio, es un chico adorable, inteligente, dulce y paciente, todo un gran héroe romántico. Levi es un chico al que te encantaría conocer para poder enamorarte de verdad de él.
Hablando de enamorarse, en este caso no tenemos amores a primera vista, no tenemos a ninguno de los dos perdiendo la cabeza por el otro en un segundo, sino que la historia de amor se cuece de forme lenta, pero segura. Y es una maravilla. En serio, es una historia preciosa, muy mona y sin resultar cursi, pues Rainbow Rowell siempre consigue ese equilibrio entre romanticismo, diversión y realidad, que hace que no te suba el azúcar hasta alcanzar cuotas peligrosas. Las escenas entre Cath y Levi están muy escritas, sus diálogos sin chispeantes y muy ingeniosos.
A decir verdad, todas las relaciones que establece Cath son especiales, están cuidadas y no tienen desperdicio: la amistad con Reagan, lo tierna que es la relación con su padre, que también es un hombre adorable.
Prácticamente todos los personajes desprenden el cariño que les pone la autora, mimo, salvo una excepción: Wren. De hecho, es en este aspecto donde Fangirl me ha chirriado un poco. Y es que Fangirl tiene un poso moralista que no ha terminado de convencerme, ya que Rainbow Rowell presenta el mundo de las fiestas y la juerga como algo malo. Los dos personajes claramente fiesteros, son presentados como antagonistas: la amiga de Wren es superficial, idiota y mala, mientras que Wren es el personaje detestable del libro, mientras que Cath es su víctima.
Me habría gustado que la autora hubiera incidido más en Wren, humanizándola más, en lugar de relegarla a ese ingrato rol de villana. A fin de cuentas, el que Wren quiera experimentar y hacer cosas nuevas no es nada malo, es una opción tan lícita como el empecinamiento de Cath de no pasar por cambios. Sin embargo, Wren se muestra como un ser egoísta, descarriado e hiriente durante toda la novela, aunque al final se dulcifique y se redima al volver a ser la hermana de Cath. Eso sí, una vez abandona la vida fiestera, lo que refuerza esa idea moralista.
Sin embargo, es el único “pero” que le pongo a Fangirl, que vuelve a tocar temas dispares como la aceptación (ya sea de gente diferente o de los cambios que te reserva la vida), la superación, el miedo a lo desconocido o/y a uno mismo, el abandono y las familias complicadas, que no disfuncionales. Pues los Avery tienen una complicada situación, pero el amor siempre prima y también el cuidarse unos a los otros.
Todo ello escrito con la preciosa pluma de Rainbow Rowell, que vuelve a demostrar que es una autora a la que tener muy en cuenta.
Rainbow, estoy esperando tu siguiente novela, que lo sepas.
El próximo lunes literario estará dedicado a... Tiempo de cenizas de Jorge Molist.
viernes, 20 de marzo de 2015
El efecto Brandon Routh
Podría hablar de Arrow, porque creo que hay bastante que decir sobre los derroteros que está tomando la serie tras ese estupendo primer arco de nuevo episodios, pero de momento quiero centrarme en un fenómeno que la está afectando ahora mismo. Y, sí, como bien dice el título, se trata de lo que he denominado El efecto Brandon Routh.
No, no es que me considere una Sheldon Cooper o una Leonard Hofstadter y ahora entienda de teorías de cuerdas y demás. De hecho, he tenido que copiar el apellido de Leonard de la Wikipedia. Sino que me he dado cuenta de que este señor acaba provocando lo mismo allá donde va.
Pero empecemos por el principio: ¿quién es Brandon Routh?
Porque, eh, podrías no saberlo.
Bueno, pues Brandon Routh es un señor que, por algún motivo que no alcanzo a comprender, aparece en películas y series. Así lo voy a denominar porque es tan malo, pero tan malo, que no considero justo denominarlo actor.
Total, que este señor se hizo famoso cuando fue elegido para protagonizar Superman Returns, la película de Superman de Bryan Singer. A ver, yo personalmente creo que Man of steel es un puñetero bodrio (lo siento, Henry Cavill, eres un dios en La Tierra, pero la película es una mierda), pero es que Superman Return es peor. Pero peor. En serio.
Qué horror de película. En serio. Además, te acaba gustando más el novio random de Lois (por qué será que James Marsden, con lo sumamente genial que es, casi siempre es el Pagafantas de la función) que el propio Superman. Con eso lo digo todo del trabajo de Brandon Routh.
Eso sí, el haber sido Superman le ha dado un ticket dorado como los de Willy Wonka para aparecer en series que beben del género friki de una forma u otra. Y es aquí a dónde quería yo llegar. Porque, veréis, en el año 2007 (ese fatídico año de la huelga de guionistas, por cierto) se estrenó Chuck. Si no conocéis Chuck... ¿qué hacéis con vuestra vida seriéfilamente hablando, claro?
A ver, resumiendo, Chuck cuenta la historia de Chuck Bartowski (el más que adorable Zachary Levi), un amor de chico al que le encantan los videojuegos, la ciencia-ficción y demás (un friki, vamos) que acaba con una súper base de datos con secretos gubernamentales en su cerebrito, por lo que acaba convirtiéndose en un espía accidental en compañía de un agente de la NSA, John Casey, y otra de la CIA, Sarah Walker. Pues Chuck mola mucho: es divertida, original, llena de acción y referencias a la cultura pop y los personajes son geniales.
Ah, sí, y sale Matt Bomer como amigo de Chuck y espía empotrable súper molón que provoca que éste tenga el Intersec en su cabeza. ¿A qué con eso os he convencido?
Bueno, pues Chuck duró cinco temporadas y fue genialosa total, salvo en su tercer año, que decayó un poco. ¿Y qué ocurrió en su tercera temporada? Pues que Brandon Routh hizo su aparición como Daniel Shaw, un tío insoportable donde los haya. En serio, qué mal me caía el colega. Además, no ayudaba nada que Brandon Routh actúe tan sumamente mal y tenga ese carisma nulo, por no decir negativo.
Es que, encima, le daban muchísimo papel y no encajaba en absoluto con el universo que presentaba la serie y, de hecho, parecía estar en una serie paralela.
El otro problema que trajo el amigo Routh fue que, con él, llegó el triángulo amoroso. Bueno, a ver, Chuck y Sarah al principio estuvieron con unas cuantas idas y venidas, pero nada era demasiado serio hasta que llegó este tío. Y, a ver, no soy particularmente fan de los triángulos, pero es que en este caso lo llevaron tan mal, pero tan mal, que lograron que Sarah, que me caía bastante bien, me diera un perezón increíble y incluso algunos de sus comportamientos me cabrearan bastante.
Eh, un momento, ¿algo de esto os suena?
Tercera temporada. Personaje insoportable ajeno al tono de la serie...
Hostia, pero si en la actual temporada de Arrow, que es la tercera, el señor Routh interpreta al más que insoportable Ray Palmer (al que Miki en toda su sabiduría llama Gilipalmer, lo que es bien), que ya no es que no encaje en Arrow, sino que es una puñetera rémora sin conexión con la gran mayoría de los personajes. El Gilipalmer es un pedante del quince, un empalagoso y su trama de convertirse en Atom no pega en absoluto con Arrow y cada vez que aparece, es como que se rompe el continuo del episodio.
Y como los guionistas de Arrow no son lo que se dice sutiles, se les ha notado desde el primer momento las maniobras forzadas que han hecho para incrustarlo en una serie donde no tiene cabida.
Eso significa que nos han dado, sí, un triángulo amoroso, como no podía ser de otra manera. Lo que pasa es que está tan mal escrito que en el proceso están vapuleando a la pobre Felicity. A ver, quiero dejar muy claro que no digo esto porque Felicity se haya liado con él. Eso es lo de menos. A fin de cuentas, Felicity está soltera, no tiene ningún compromiso y es libre de hacer lo que le dé la gana. Encima, he visto demasiadas series como para no saber desde el 3x01 que iba a haber relación con el Gilipalmer, todo sea para alargar el que esté con Oliver. Sin embargo, desde que el Gilipalmer apareció en Starling City nuestra rubia favorita se ha vuelto bipolar, superficial e injusta. Es como que han intentando justificar taaaaanto el triángulo que les ha salido el tiro por la culata.
Así que ahora tenemos a una Felicity que da mayor valor a los regalos caros del Gilipalmer (en serio, ¿no había algo mejor que seducirla con vestidos caros y joyas? ¿Qué es esto? ¿Pretty woman? ¿50 sombras de Grey? No sé, me hubiera gustado más detalles bonitos y personales/sentimentales, no un pedrusco), que un episodio castiga grave e injustamente a Oliver y al siguiente vuelve a ser su apoyo y que, de pronto, está más interesada en que asesine a Malcolm Merlyn que en impedir que Oliver vuelva a matar, que era algo que en la segunda temporada había sido importante.
¿Y todo esto es casualidad?
Pues yo creo que no. Creo que Arrow está sufriendo El efecto Brandon Routh y, a ver, no diré que sea lo único que falla en esta temporada de Arrow, porque no es así, pero sí creo que es lo que más le está pesando y con diferencia. Por eso me alegro cantidad de que le hayan dado su propio spin-off, aunque sinceramente no creo que tenga mucho éxito.
A ver, no es que tenga manía persecutoria contra el muchacho (aunque es verlo y poner cara de asco), es que... ¿Habéis visto el reparto? No mola nada. Pero nada. Aunque, bueno, todo sea para que el Routh se vaya y que, al igual que pasó con Chuck, Arrow tenga una cuarta temporada brutal.
Eso sí, por favor, señores directores de casting, que sus mazas no os engañen y dejad de contratarlo como invitado en una temporada.
No, no es que me considere una Sheldon Cooper o una Leonard Hofstadter y ahora entienda de teorías de cuerdas y demás. De hecho, he tenido que copiar el apellido de Leonard de la Wikipedia. Sino que me he dado cuenta de que este señor acaba provocando lo mismo allá donde va.
Pero empecemos por el principio: ¿quién es Brandon Routh?
Porque, eh, podrías no saberlo.
Una fotico de este señor.
Bueno, pues Brandon Routh es un señor que, por algún motivo que no alcanzo a comprender, aparece en películas y series. Así lo voy a denominar porque es tan malo, pero tan malo, que no considero justo denominarlo actor.
Total, que este señor se hizo famoso cuando fue elegido para protagonizar Superman Returns, la película de Superman de Bryan Singer. A ver, yo personalmente creo que Man of steel es un puñetero bodrio (lo siento, Henry Cavill, eres un dios en La Tierra, pero la película es una mierda), pero es que Superman Return es peor. Pero peor. En serio.
No es que Kate Bosworth como Lois sea una elección de casting buena tampoco, la verdad.
Qué horror de película. En serio. Además, te acaba gustando más el novio random de Lois (por qué será que James Marsden, con lo sumamente genial que es, casi siempre es el Pagafantas de la función) que el propio Superman. Con eso lo digo todo del trabajo de Brandon Routh.
Eso sí, el haber sido Superman le ha dado un ticket dorado como los de Willy Wonka para aparecer en series que beben del género friki de una forma u otra. Y es aquí a dónde quería yo llegar. Porque, veréis, en el año 2007 (ese fatídico año de la huelga de guionistas, por cierto) se estrenó Chuck. Si no conocéis Chuck... ¿qué hacéis con vuestra vida seriéfilamente hablando, claro?
Esta serie es grandeza pura.
Y no, no es de dibujos, sencillamente son tan guays que hicieron este súper póster molón de la vida.
A ver, resumiendo, Chuck cuenta la historia de Chuck Bartowski (el más que adorable Zachary Levi), un amor de chico al que le encantan los videojuegos, la ciencia-ficción y demás (un friki, vamos) que acaba con una súper base de datos con secretos gubernamentales en su cerebrito, por lo que acaba convirtiéndose en un espía accidental en compañía de un agente de la NSA, John Casey, y otra de la CIA, Sarah Walker. Pues Chuck mola mucho: es divertida, original, llena de acción y referencias a la cultura pop y los personajes son geniales.
Ah, sí, y sale Matt Bomer como amigo de Chuck y espía empotrable súper molón que provoca que éste tenga el Intersec en su cabeza. ¿A qué con eso os he convencido?
Bueno, pues Chuck duró cinco temporadas y fue genialosa total, salvo en su tercer año, que decayó un poco. ¿Y qué ocurrió en su tercera temporada? Pues que Brandon Routh hizo su aparición como Daniel Shaw, un tío insoportable donde los haya. En serio, qué mal me caía el colega. Además, no ayudaba nada que Brandon Routh actúe tan sumamente mal y tenga ese carisma nulo, por no decir negativo.
Es que, encima, le daban muchísimo papel y no encajaba en absoluto con el universo que presentaba la serie y, de hecho, parecía estar en una serie paralela.
El otro problema que trajo el amigo Routh fue que, con él, llegó el triángulo amoroso. Bueno, a ver, Chuck y Sarah al principio estuvieron con unas cuantas idas y venidas, pero nada era demasiado serio hasta que llegó este tío. Y, a ver, no soy particularmente fan de los triángulos, pero es que en este caso lo llevaron tan mal, pero tan mal, que lograron que Sarah, que me caía bastante bien, me diera un perezón increíble y incluso algunos de sus comportamientos me cabrearan bastante.
Eh, un momento, ¿algo de esto os suena?
Tercera temporada. Personaje insoportable ajeno al tono de la serie...
Hostia, pero si en la actual temporada de Arrow, que es la tercera, el señor Routh interpreta al más que insoportable Ray Palmer (al que Miki en toda su sabiduría llama Gilipalmer, lo que es bien), que ya no es que no encaje en Arrow, sino que es una puñetera rémora sin conexión con la gran mayoría de los personajes. El Gilipalmer es un pedante del quince, un empalagoso y su trama de convertirse en Atom no pega en absoluto con Arrow y cada vez que aparece, es como que se rompe el continuo del episodio.
"Aquí estoy otra vez para daros por culo, muajaja"
Y como los guionistas de Arrow no son lo que se dice sutiles, se les ha notado desde el primer momento las maniobras forzadas que han hecho para incrustarlo en una serie donde no tiene cabida.
Eso significa que nos han dado, sí, un triángulo amoroso, como no podía ser de otra manera. Lo que pasa es que está tan mal escrito que en el proceso están vapuleando a la pobre Felicity. A ver, quiero dejar muy claro que no digo esto porque Felicity se haya liado con él. Eso es lo de menos. A fin de cuentas, Felicity está soltera, no tiene ningún compromiso y es libre de hacer lo que le dé la gana. Encima, he visto demasiadas series como para no saber desde el 3x01 que iba a haber relación con el Gilipalmer, todo sea para alargar el que esté con Oliver. Sin embargo, desde que el Gilipalmer apareció en Starling City nuestra rubia favorita se ha vuelto bipolar, superficial e injusta. Es como que han intentando justificar taaaaanto el triángulo que les ha salido el tiro por la culata.
Así que ahora tenemos a una Felicity que da mayor valor a los regalos caros del Gilipalmer (en serio, ¿no había algo mejor que seducirla con vestidos caros y joyas? ¿Qué es esto? ¿Pretty woman? ¿50 sombras de Grey? No sé, me hubiera gustado más detalles bonitos y personales/sentimentales, no un pedrusco), que un episodio castiga grave e injustamente a Oliver y al siguiente vuelve a ser su apoyo y que, de pronto, está más interesada en que asesine a Malcolm Merlyn que en impedir que Oliver vuelva a matar, que era algo que en la segunda temporada había sido importante.
¿Y todo esto es casualidad?
Pues yo creo que no. Creo que Arrow está sufriendo El efecto Brandon Routh y, a ver, no diré que sea lo único que falla en esta temporada de Arrow, porque no es así, pero sí creo que es lo que más le está pesando y con diferencia. Por eso me alegro cantidad de que le hayan dado su propio spin-off, aunque sinceramente no creo que tenga mucho éxito.
A ver, no es que tenga manía persecutoria contra el muchacho (aunque es verlo y poner cara de asco), es que... ¿Habéis visto el reparto? No mola nada. Pero nada. Aunque, bueno, todo sea para que el Routh se vaya y que, al igual que pasó con Chuck, Arrow tenga una cuarta temporada brutal.
Eso sí, por favor, señores directores de casting, que sus mazas no os engañen y dejad de contratarlo como invitado en una temporada.
jueves, 19 de marzo de 2015
El ministerio del Tiempo 1x04 - Una negociación a tiempo
Una semana más, toca hablar de las nuevas aventuras de los chicos del Ministerio del Tiempo. En este cuarto episodio nos despedimos de los nazis para viajar la Inquisión y conocer a la reina Isabel y al cabrón de los cabrones, Torquemada. Y, una vez más, todo ha molado cantidad, pero mejor no me enrollo y directamente voy con la crónica.
El episodio comienza con la llegada de un abogado al Ministerio, algo que deja flipados a Salvador y Angustias, ya que el Ministerio es un secreto. El abogado en cuestión representa a los descendientes de Abraham Levi (recordemos, el que descubrió las puertas del tiempo y le contó sus secretos a la reina Isabel a cambio de protección a su familia, algo que vemos en un flashback), que quieren denunciar al ministerio porque la queen Isa no cumplió su palabra y tiene pruebas que lo demuestran.
Salvador señala que el delito sucedió hace cinco siglos así que ha prescrito, pero, claro, lo que quieren en realidad es una cantidad ingente de pasta y el libro de las puertas a cambio de guardar el secreto. El abogado le deja muy claro a Salvador que tiene cinco días para pensarse si paga o no o al día siguiente El ministerio del Tiempo dejará de ser un secreto.
Yo ya a estas alturas estaría llamando al amigo Espínola para que solucione el problema con su poderío, pero Salvador decide optar por otra vía. Eso sí, que digo yo, ¿eh? Además de Iker Jiménez, ¿quién iba a creer al abogado? Venga, seamos sinceros, una cosa es creerse que se puede viajar en el tiempo y otra ya muy distinta es que los españoles tenemos ese secreto. Venga, si a estas alturas la Merkel nos lo habría quitado.
Total, que la gracia deja sin vacaciones al trío maravilla. La llamada pilla a Amelia escribiendo en su diario, así que lo esconde muy malamente he de decir (tía, que eres una funcionaria que viaja en el tiempo, no sé, qué menos que una tabla suelta) y se cruza con su madre que ha ido a llevarle unas flores y, de paso, dejarle caer que podría cenar con un posible pretendiente. Amelia pasa de la muy poco sutil invitación y se larga, sin saber que su madre sin querer da con el diario. ¿Ves, Amelia? Con una tabla suelta debajo de la cama o incluso debajo del colchón, eso no te pasaría.
Julián sigue queriendo saber dónde está Ernesto, pero Salvador también sigue callando, así que es Alonso quien toma cartas en el asunto. Va a verle para decirle que su parecido con Torquemada es asombroso y que no entiende por qué no arriesga su vida por el Ministerio en esa ocasión.
Eso es todo por hoy, pero, tranquilos, que si hemos tenido episodios mitiquísimos con nazis e Inquisiciones, el siguiente tiene pinta de ser la bomba, porque, amigos, ¡¡nos vamos a los 80!! Los 80. Cómo mola, por favor. Además, Irene dice que también va (¡¡fiesta!!), Alonso va de heavy por la vida y vuelve Velázquez en un episodio en el que sale Picasso. MUERO. Así, tal cual. ¡Qué ganas, por favor!
El episodio comienza con la llegada de un abogado al Ministerio, algo que deja flipados a Salvador y Angustias, ya que el Ministerio es un secreto. El abogado en cuestión representa a los descendientes de Abraham Levi (recordemos, el que descubrió las puertas del tiempo y le contó sus secretos a la reina Isabel a cambio de protección a su familia, algo que vemos en un flashback), que quieren denunciar al ministerio porque la queen Isa no cumplió su palabra y tiene pruebas que lo demuestran.
Queen Isa: ¡Oh, Abraham! ¡Es el último libro de Canción de hielo y fuego! ¡Pero qué maravilla es esta de viajar por el tiempo! Me lo voy a leer corriendo para amenazar a Fer con spoilers, muajaja.
Salvador señala que el delito sucedió hace cinco siglos así que ha prescrito, pero, claro, lo que quieren en realidad es una cantidad ingente de pasta y el libro de las puertas a cambio de guardar el secreto. El abogado le deja muy claro a Salvador que tiene cinco días para pensarse si paga o no o al día siguiente El ministerio del Tiempo dejará de ser un secreto.
Yo ya a estas alturas estaría llamando al amigo Espínola para que solucione el problema con su poderío, pero Salvador decide optar por otra vía. Eso sí, que digo yo, ¿eh? Además de Iker Jiménez, ¿quién iba a creer al abogado? Venga, seamos sinceros, una cosa es creerse que se puede viajar en el tiempo y otra ya muy distinta es que los españoles tenemos ese secreto. Venga, si a estas alturas la Merkel nos lo habría quitado.
Total, que la gracia deja sin vacaciones al trío maravilla. La llamada pilla a Amelia escribiendo en su diario, así que lo esconde muy malamente he de decir (tía, que eres una funcionaria que viaja en el tiempo, no sé, qué menos que una tabla suelta) y se cruza con su madre que ha ido a llevarle unas flores y, de paso, dejarle caer que podría cenar con un posible pretendiente. Amelia pasa de la muy poco sutil invitación y se larga, sin saber que su madre sin querer da con el diario. ¿Ves, Amelia? Con una tabla suelta debajo de la cama o incluso debajo del colchón, eso no te pasaría.
Amelia
se reúne con sus dos compañeros, que se están quejando de lo cortas que han
sido sus vacaciones. Alonso les cuenta que se ha saltado las normas y, en vez
de regresar a su tiempo, ha estado en el presente, estudiándolo. Vamos, que
sigue con su emoción por las motos.
Julián,
por su parte, ha recuperado el hobbie de hacer fotos. Amelia se alegra porque
cree que eso significa que está superando a Maite, pero no puede estar más
equivocada, ya que Julián le está haciendo fotos a su difunta mujer. A ver,
Julián, como te explico yo esto: estás a un paso de ponerte a cantar Yo soy
aquel y eso NO es bonito, sino creepy de cojones. Cuidadín.
Una vez
están todos reunidos en el despacho de Salvador, éste les cuenta el plan: salvarán
a Abraham Levi y así no hay motivo para la denuncia. Por si salvar a un judío
de la Inquisición no fuera ya un pelín complicado, nuestros chicos tienen tres
problemas. Sí, no uno, tres. A lo loco.
1) La
puerta que deben usar les dejara exactamente en el mismo día de la ejecución.
La puerta más cercana les dejará años antes, así que no es precisamente una
buena idea usarla.
2) La
puerta es un bucle temporal. Vamos, que el mismo día se repite una y otra y
otra vez, así que deben volver antes de que termine dicho día. Como Julián muy
amablemente nos resume, es El día de la marmota en medieval.
3) La
puerta está lejos de Toledo y son dos horas de ida y otras tantas de vuelta a
caballo.
Alonso
ya está ideando un plan de los suyos, en plan entrar por la fuerza y sacar al
rabino al hombro, pero Salvador quiere ser más delicado. Por eso, ha llamado a
un experto en derecho medieval para infiltrarlo como el abogado defensor e
intentar ganar el juicio por las buenas. Así que lo primero que hacen al cruzar
es que Alonso deje grogui al monje-abogado defensor y birlarle la ropa para que
el abogado infiltrado le sustituya. A éste último le molan los métodos de
Alonso y dice que en los juicios le gustaría hacer lo mismo, pero ni por esas
Alonso se alegra.
Después,
asistimos al auto de fe, que es súper nice, vamos, y Julián lo compara con los
programas del corazón. Este hombre es un pro. Mientras lo están viendo, un
perro le mea a Alonso encima, pero a éste mucha, mucha gracia no le hace. Tras
la procesión, llega el juicio del pobre Abraham, que va a presidir Tomás de
Torquemada, que son palabras mayores... Aunque mayor es el WTF?! que
experimentamos todos, protas incluidos, cuando vemos que es clavadito a
Ernesto.
¡No lo sé, Barry, pero estoy flipando también!
PD: Os he puesto a Gran Gustin sin camiseta... De nada.
El
señor Torquemada es un huevazos de campeonato y, por más que el Abogado
infiltrado (próximamente en sus pantallas, en las que pongan La sexta exactamente) dé razones para salvar a Abraham, el tío no hace ni caso. De hecho,
hasta cuando El Abogado infiltrado muestra una carta de hace un año de
Torquemada atacando a Abraham (lo que demuestra que no es ni mucho menos
parcial), pasa de todo y hace un "bota, bota y en tu culo explota" y
acaba condenando al pobre Abraham, que muera en la hoguera. Acostumbraos a eso
porque este pobre hombre muere más veces que cualquier personaje, con la
excepción de Dean Winchester.
De
vuelta al Ministerio, los chicos preguntan por Ernesto, pero éste no está
disponible. Julián señala que el parecido es asombroso y se pregunta que si por
eso hay tanto secreto alrededor de la época de la que procede, pero Salvador le
quita importancia comentando que a lo largo de la historia hay muchos
parecidos. Por ejemplo, en una misión al siglo XIX se encontraron con un
organillero clavadito a Bertín Osborne. Por favor, el organillero en la segunda
temporada, en el episodio protagonizado por el Dúo Dinámico Salvador-Velázquez.
Salvador: Y ahora que lo pienso, tú te pareces mucho a Fernando, el católico. Casualidades de la vida, supongo.
El
tema, por algún motivo, cabrea a Julián y se marcha súper ofendido, pero
Salvador ni se inmuta y pasa a pensar un segundo plan. Alonso insiste en ir con
refuerzos, pero el jefe sigue insistiendo en emplear vías más diplomáticas: en
este caso, al Papa de Roma.
Amelia
regresa a su casa y se encuentra con su madre al borde de los nervios (al leer
el diario la creen novelista) que ha decidido que irá a merendar con su
pretendiente. De verdad, estas madres plastas que se creen que con un marido
arreglan a sus hijas "díscolas" me ponen enferma. Amelia vuelve a
pasar de la invitación, pero la pesada de la madre ha estado siguiéndola y ha
descubierto que no va a la biblioteca. Como, al parecer, escribir novelas es lo
peor de lo peor (¡qué escándalo!, dicho con la voz de las Ashleys, of course),
va a ir a la merienda lo quiera o no. La pobre Amelia se ve tan apurada que
acaba diciendo que tiene un admirador, pero la pesada de la madre no lo compra
y decide que el admirador vaya a cenar.
Por
suerte, al día siguiente, Alonso le arregla la papeleta: que lleve a un novio
falso, que evidentemente será Julián porque, claro, él habla mejor que el
propio Alonso. Oye, pues si Alonso no hace carrera en el ministerio, siempre
puede escribir comedias románticas, que el enredo romántico se ve que lo
domina.
Amelia
les dice que se las arreglará, cuando llegan a la puerta-bucle, donde les está
esperando Irene con una bula papal para salvar a Abraham. El bucle se reinicia,
así que al pobre Abraham le toca pasar, de nuevo, por su Infierno personal, con
el mismo auto de fe, donde todo se repite, incluso el perro meando a
Alonso.
Este
viaje, en cambio, Julián y Alonso interrumpen el juicio para entregarle a
Torquemada la bula papal de forma muy poética, porque Alonso empieza a
explicarlo todo como que muy recargado. Pero nada impresiona a Torquemada, ni
el florido relato de Alonso, ni la bula, así que pasa de todo en plan "I'm
the boss, bitch" y, de nuevo, quema al pobre Abraham en la hoguera. Y van
dos. Oye, este hombre tiene una obsesión con el fuego que parece un Targaryen de la vida. ¿Será familia del Rey Loco?
"Yo sólo decido quién arde aquí."
Regina: ¿Perdona? Soy yo quien decide quién arde aquí, porque mira que puedo hacer y tú no.
¡Un Thorin salvaje apareció! Oye, menuda fiesta se está organizando, ¿no?
Y como que se me está yendo de las mano. Vale, vale, sigo:
De
vuelta al Ministerio, Alonso ya se lo está tomando en plan personal, mientras
que Amelia se pregunta por qué la queen Isa faltó a su palabra. Irene explica
que en aquellos días estaba tan ocupada con la conquista de Granada que no
atendía más asuntos, así que lo más probable es que ni lo sepa. Así, tras
descubrir que la queen Isa estaba en Toledo ese mismo día, deciden ir a
visitarla al día siguiente.
Irene: ¡Claro! ¡Por eso no me contesta al Whatsapp la Isa! Ja, para que luego diga que lo del doble tic azul no es culpa suya, que es Cisneros que se lo cotillea. Ya, ya.
Julián sigue queriendo saber dónde está Ernesto, pero Salvador también sigue callando, así que es Alonso quien toma cartas en el asunto. Va a verle para decirle que su parecido con Torquemada es asombroso y que no entiende por qué no arriesga su vida por el Ministerio en esa ocasión.
Mientras
tanto, Julián se lo piensa mejor y decide hacerse pasar por el novio de Amelia,
así que va a cenar a su casa. El muchacho se pone muy elegante, pero, claro,
entre que la situación es incómoda y que no sabe ni papa de la situación de la
época, ni de modales pijos, pues canta La Traviata. Por eso, reconoce que es de
familia humilde, pero que sabe tratar a enfermos y que quiere a Amelia. Debido
a que la pesada de la madre presiona como una loca, también les cuenta todo lo
que tiene que ver con Maite, lo que hace que Julián se emocione y se marche.
Al día
siguiente, el trío se presenta en la corte isabelina, donde la Queen Isa les
recibe junto a Cisneros. A Julián la reina le suena de algo, je, je. El trío
dice venir de Roma y cuenta qué hacen ahí, por lo que Isa se nos pilla un señor
cabreo del quince porque Abraham está bajo su protección. Al parecer su esposo
sabía lo que ocurría, lo que la cabrea aún más. Isa promete enviarle a
Torquemada una carta para salvar a Abraham, antes de echarle una señora bronca
a Cisneros.
Isa: ¡¿Ya has vuelto a cogerme el móvil para mandarte vidas para el Candy Crush?! ¡Qué es mi móvil, copón!
Cisneros: Jolín, alteza, la culpa es del chocolate ese del demonio, ¡me está quitando la vida!
El trío
va, por tercera vez, al auto de fe y Julián se lo pasa pipa adelantándose a lo
que dice cada uno. Está en ello, mientras Alonso ve llegar al perro, así que se
mueve para que, en esa ocasión, mee a Julián. Sin embargo, el perro es de
costumbres fijas y, pese a todo, riega a Alonso, que se vuelve a ofender. Y yo
me parto la caja tanto como Julián. Si es que es el destino, vamos, casi una
OTP. Eso sí, me pregunto si con la tontería están empezando a dejar claro que hay hechos inamovibles que van a pasar sí o sí.
Después
vuelven a ir al juicio, donde comprueban que la reina ha cumplido su palabra.
Sin embargo, una vez más, el señor Torquemada se pasa el documento legal por el
Arco del Triunfo y condena a Abraham a morir en la hoguera. Y van tres.
Y, de
nuevo, saltamos al Ministerio, donde están comentando la situación. Alonso
sigue con su plan de una intervención armada, por lo que Salvador le dice que
le admira (el ego de Alonso se hincha cual globo), pero que le tiene a las
mollejas porque pueden cargarse a cualquiera y cambiar el futuro (el globo se
pincha). Tras que Salvador despida al trío, Irene le deja claro que sólo les
queda una posibilidad y que él sabe a lo que se refiere.
Mientras,
Alonso se está pegando con la cajita de plástico de un sándwich, pero Amelia dice
que no tiene hambre. Alonso explica que él tampoco, pero que los soldados deben
comer ante todo. Amelia, que la pobre está al límite, dice envidiar a los
chicos porque no tienen a nadie en casa, lo que les deja hechos polvo, así que
ella les pide perdón apurada. Alonso le quita importancia, diciendo que el tema
del rabino les tiene a los tres locos: a él porque no entiende lo de Ernesto, a
ella porque siempre se preocupa y a Julián porque le plantea la misma duda de
siempre, por qué salvar al rabino y no a su esposa. Bueno, eso tiene fácil
solución, la verdad: salvar a Maite crearía una paradoja porque el único motivo
de que Julián esté en el Ministerio es que Maite está muerta.
Alonso,
por cierto, está on fire y dice que aunque es un soldado antiguo no es
gilipollas y que se preocupa por ellos, así que les ordena que vayan a cenar a
casa de Amelia para solucionar la papeleta. Hostia, el amigo Alonso cuando
quiere como manda el colega. De hecho, sus dos compañeros obedecen y Julián
pide la mano de Amelia en matrimonio, aunque les deja claro que la boda será
para largo porque él partirá a Cuba para la guerra. Al padre le parece bien y
también tiene una buena noticia: ha encontrado un editor para la novela de
Amelia. Eh, señor Folch, yo también quiero publicar, ¿una ayudita? *inserte
sonrisa encantadora*
La
pesada estalla porque todo le parece mal: Amelia como novelista, cree que
Julián es un farsante... Pero, en esas, el señor Folch se ahoga (¡haced algo,
que me tiene que ayudar!) y Julián le hace la maniobra de Heimlich y lo salva.
También le ordena a Amelia que destruya su diario, algo que hace y que la deja
muy triste, aunque su padre cree que se debe a que Julián parte a Cuba.
Esa
misma noche, Salvador va a pedirle a Ernesto que participe en la misión, aunque
jamás debería haberle enviado. Pero, claro, es que no tienen más opciones.
Ernesto acepta con una condición: que nadie vuelva a por él pase lo que pase.
Después va a verle Irene, que lamenta haberse enterado así de su historia, pero
Ernesto no le da importancia. Irene le recuerda que puede negarse, aunque
Ernesto le dice que no, que es su obligación y que los soldados tienen que
morir por una causa y qué mejor causa que esa.
Por
cuarta vez, el pobre Abraham pasa por lo mismo y tiene lugar el juicio, aunque
en esta ocasión en vez de Torquemada, entra Ernesto con un cosplay de
Torquemada. El juicio es interrumpido por Alonso y Julián que llevan la bula
papal para la absolución del reo, aunque en esta ocasión Ernestorquemada la
acepta, ya que si lo dice el Papa, va a misa (sí, no me podido evitarlo, podéis
pegarme si queréis). En cuanto le dan la absolución a Abraham, el trío va a
sacarlo, pero en esas aparece Torquemada y, claro, la gente flipa pepinillos.
La
situación está muy, muy tensa, cuando Ernestoquemada se marca un Gandalf,
vamos, que los manda huir, así que el trío y el matrimonio de judíos huyen,
mientras que el pobre Ernesto es apresado.
El
matrimonio es recibido en el Ministerio por Salvador e Irene. Ella se los lleva
a que los examine un médico, mientras que Salvador se lleva al trío al
despacho, donde le ponen al día. Alonso quiere ir a salvarlo, pero Salvador se
lo prohíbe. Éste les explica que sabía que estaba mandando a Ernesto a una
muerte casi segura y que lo único que le pidió éste era que nadie iría a por
él. Es entonces cuando Amelia, genia donde las haya, pregunta lo que todos
llevamos todo el episodio preguntándonos: ¿qué relación une a estos dos?
Gracias por preguntarlo, Amelia, en serio.
Antes
de oír la respuesta, volvemos junto a Ernesto, que está en una celda con
Torquemada que, claro, quiere saber quién es. Ernesto le dice que es su padre, como
si fuera un Darth Vader de la vida. Torquemada no se lo cree, lo achaca todo al
Maligno, mientras Ernesto le da una señora lección al hacerle ver que ni santo
ni mierdas, es un puto asesino, una vergüenza para él. Bueno, eso lo añado yo,
ya que Ernesto explica que su madre era judía y que Torquemada asesina a los de
su propia sangre. Y nunca mejor dicho porque, eh, lo condena a la hoguera. Uhh,
alguien es un hipócrita de mucho cuidado.
De
vuelta en el Ministerio, Salvador le enseña a Abraham todo y éste explica que
se está muriendo porque tiene tumores. Salvador promete que lo verá un buen
médico, antes de explicarle la situación con el abogado. De hecho, Salvador se
reúne con éste para decirle que ni pagar ni mierdas. En esas, entra Abraham que
protagoniza uno de los mejores momentos EVER cuando el abogado le enseña una
tablet, él comenta que es un curioso retablo y, cuando Salvador le corrige
diciéndole que es una tablet, el hombre suelta "pues curioso
retablet". MUY fan, seriously.
En la
retablet le enseñan un descendiente y Abraham básicamente le echa una mardisión
judía al abogado, que surte efecto en cero coma, porque el tío se va ipso facto
y en paz. Qué poderío el amigo Abraham.
A todo
esto, en la cafetería, Amelia y Julián comentan que en menos de una hora
Ernesto ya no podrá volver, algo que les entristece. También hablan de tener un
novio en Cuba y del diario, lo que les lleva a hablar de si Amelia descubrió
algo en el episodio anterior. Ella lo niega, pero entonces vemos esa escena
desde la perspectiva de Julián porque la siguió. OMG, que lo sabe. Yo aquí
estoy viendo una angst romántico-épica del quince, por cierto. Cuando Amelia le
pregunta que en qué piensa, él dice que en Alonso, que hace mucho que no le ve.
¿Y
dónde está Alonso? Pues siendo el pro badass de la vida que es. O, lo que es lo
mismo, ha vuelto al Toledo medieval a por Ernesto. Éste alucina porque no les
va a dar tiempo de regresar antes de que la puerta se cierre y queden
atrapados, pero Alonso tiene un señor plan. El muy loco se ha ido con una
pedazo de moto a por Ernesto, así que los dos regresan a la puerta a toda
leche, mientras Alonso grita que le encanta el futuro.
Eso es todo por hoy, pero, tranquilos, que si hemos tenido episodios mitiquísimos con nazis e Inquisiciones, el siguiente tiene pinta de ser la bomba, porque, amigos, ¡¡nos vamos a los 80!! Los 80. Cómo mola, por favor. Además, Irene dice que también va (¡¡fiesta!!), Alonso va de heavy por la vida y vuelve Velázquez en un episodio en el que sale Picasso. MUERO. Así, tal cual. ¡Qué ganas, por favor!
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