lunes, 29 de febrero de 2016

La elegancia del erizo

Esta es la historia de odio-amor que mantuve con La elegancia del erizo, novela de Muriel Barbery. Mi hermana se compró el libro hace tiempo, leyó dos capítulos y lo dejó olvidado, que es lo que suele hacer prácticamente siempre. La cosa es que el libro me producía curiosidad, así que me dio la ventolera y me lo leí y así empezó la historia de odio-amor-odio.

Pero, primero, os contaré de qué trata La elegancia del erizo:

Renée es la portera de un lujoso edificio parisino donde vive lo más granado y poderoso de la sociedad francesa. Aparentemente Renée es una portera normal y corriente, de las que se pasan la vida viendo la televisión y apenas tiene preocupaciones. Sin embargo, Renée oculta un secreto: es terriblemente inteligente, pero prefiere disimular ante los vecinos para no tener problemas.

En ese mismo edificio, vive Paloma, una solitaria niña de doce años, que también es muy, pero que muy inteligente. Paloma ha decidido suicidarse antes de cumplir los trece, ya que considera que a esa edad se convertiría en una adulta y no piensa hacerlo. Sin embargo, Paloma también quiere aprovechar la vida, así que decide escribir diarios sobre sus pensamientos y buscar la belleza en el mundo.

Todo esto, sin embargo, cambiará cuando un nuevo vecino llegue al edificio, Kakuro, un hombre japonés diferente y también muy inteligente. Un hombre que no tarda en darse cuenta de que tanto Renée como Paloma son mucho más de lo que aparentan.

Como os he dicho, con esta novela tuve una relación de odio-amor. Y es que la primera parte me resultó bastante pesada, por no decir directamente un tostón de padre y muy señor mío. Es que, hasta la aparición de Kakuro, La elegancia del erizo consiste en las reflexiones filosóficas de sus dos protagonistas y yo siempre he detestado la filosofía. Tenía a su favor, que se leía con rapidez, pero también me resultaba bastante pedante, al igual que sus dos protagonistas. Yo es que seré muy básica y muy superficial, pero paso bastante de lo que pensaban Kant y demás.

No obstante, cuando Kakuro aparece, la acción arranca y fue entonces cuando me enamoré del libro. Sí, el tono filosófico y pedante sigue ahí, pero también se vuelve un relato mucho más tierno, que ahonda en las relaciones humanas, sobre todo en la que se establece entre Renée y Kakuro. De hecho, la llegada de éste último al edificio acaba propiciando que Paloma y Renée se conozcan y que desarrollen una amistad bastante mona.

Esa segunda parte me la leí en un suspiro y la disfruté un montón y sólo por eso ya merece la pena el haber leído La elegancia del erizo.

Eso sí, sin entrar en spoilers, os aviso de que tiene un final bastante brusco, que me dejó tan flipada que tuve que releerme los últimos capítulos para comprobar que no me había imaginado nada. La verdad es que aún pienso en el final y sigo sorprendida. Si habéis leído el libro, me entenderéis, sino siempre podéis echarle un vistazo, pues se lee bastante rápido, a pesar del exceso de filosofía.

Además, Muriel Barbery tiene un estilo muy bonito, bastante poético, con unos diálogos geniales. Su estilo me pareció muy tierno, pero al mismo tiempo también era muy irónico, lo que propiciaba algunos golpes muy divertidos.

Curiosamente, aunque sus dos protagonistas son personajes un tanto pedantes, sobre todo Paloma, también son muy humanos y les acabas cogiendo cariño. De hecho, todos los personajes están muy bien dibujados, aunque aparezcan muy poco, lo que permite hacerte fácilmente una composición de lugar y saber cómo son.

Es decir, La elegancia del erizo es un libro distinto, incluso curioso, que cuesta leer al principio, pero que acaba resultando muy tierno y sensible. Si a alguien que odia la filosofía como yo, le acabó conquistando, puede hacerlo con cualquiera... ¡y yo necesito comentar ESE final! No, en serio, que sigo flipando pepinillos, pegatinas y todo lo que podáis imaginar. La leche.

El próximo lunes literario estará dedicado a... Víctor Ros y el gran robo del oro español de Jerónimo Tristante.

2 comentarios:

  1. Yo lo leí hace muchos años, cuando salió, y no me gustó nada, me pareció demasiado pesado, lo acabe porque lo había comprado :-)
    No he vuelto a leer nada más de esta autora, si son como éste prefiero dedicar el tiempo a otro libro
    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mí pesado no exactamente, pero sí que me pareció pedante (por mucho que las protas sean muy listas, hay que ver los aires que se traen ambas dos) y que le cuesta arrancar. Eso sí, no sé si será algo generalizado, pero las pocas novelas francesas que he leído pecan siempre de ser bastante petardas.

      Eliminar