Un día di por casualidad con un montón de libros de oferta y entre ellos descubrí Todo lo que muere, la primera entrega de las aventuras (o más bien desventuras) del detective Charlie “Bird” Parker, así que me lo compré porque siempre me ha gustado la novela negra. Lo malo fue que, cuando empecé a leerlo, acabé con gripe, así que me costó bastante leerlo, a pesar de que me estaba gustando lo que leía y era muy interesante.
Como para no serlo si ya la sinopsis lo es:
Charlie Parker, alias Bird, era un policía que llevaba una vida normal junto a su mujer y su hija. Sin embargo, tras una de las habituales discusiones con su esposa porque ella creía que bebía demasiado, Charlie se va al bar a tomarse unas copas y, cuando vuelve, descubre que su familia ha sido asesinada de una forma realmente grotesca. Charlie no tarda en convertirse en un sospechoso, aunque el caso no llega a ninguna parte y acaba cayendo en el olvido para la policía, no así para Charlie, que se obsesiona con él y con descubrir al Viajante, que es como apoda al asesino de su familia.
Un tiempo después, Charlie vuelve a la ciudad, pero todo ha cambiado. No sólo él es distinto, sino que ha dejado la policía y sobrevive aceptando trabajos de detective privado. Es así como da con un caso un tanto enrevesado que tiene que ver con la desaparición de una mujer, Catherine Demeter, y eso acabará llevándole a hallar un nuevo cabo del que tirar para encontrar al Viajante.
A priori, Todo lo que muere puede parecer ser un cliché hecho novela, sobre todo por su protagonista, que cumple con varios tópicos del género: problemas con el alcohol, pasado traumático, ex policía metido a detective... Y aunque eso es cierto, también lo es que la historia se mueve entre el terreno de lo manido y lo original, así que acaba resultando bastante impredecible, sobre todo porque es una novela bastante bruta.
Tanto las situaciones como las descripciones de los asesinatos son truculentos, incluso podemos tachar las últimas de gore, ya que John Connolly no prescinde de ningún detalle y encima son todas terriblemente retorcidas. Ese aspecto me sorprendió, sobre todo por la fuerza que tenían dichas descripciones y las escenas de los crímenes en general.
Al igual que me sorprendió lo completa que es la historia, que no deja de avanzar en ningún momento hasta el punto de que a mitad del libro ya se ha resuelto la desaparición de Catherine Demeter y la complicada situación que se describe desde el principio. Porque Todo lo que muere no es una novela sencilla, para nada, ya que desde la primera página John Connolly traza un mundo complejo de bandas, mafias y policías, donde todo está un poco embarrullado. De hecho, no sé si se debía a que estaba con gripe o a que el autor confió demasiado en la capacidad de hacerse una imagen clara de su mundo, pero el inicio de la novela me resultó bastante confuso: demasiados personajes, demasiadas relaciones entre ellos y toda una situación política.
No obstante, una vez que avanzas sí que te vas aclarando con todo lo que está sucediendo y la desaparición se resuelve de forma rápida y efectiva. A partir de ahí, la historia se centra en la persecución de Charlie y sus ayudantes del Viajante y, en mi opinión, al autor se le va un poco la pinza en algunas partes con escenas que pretenden ser poéticas, ensoñaciones y demás.
Eso sí, la persecución al Viajante y la resolución de ese caso también está muy bien llevada y, de hecho, yo ni siquiera tenía teorías sobre quién podía ser el asesino en serie que estaban buscando.
En esa segunda parte, además, Charlie se ve ayudado por un trío de personajes, a cada cual más particular, lo que resultó interesante por las relaciones que hay entre todos ellos. Charlie no es un hombre perfecto, no lo era ni cuando su familia estaba viva, pero resulta un buen protagonista y era curioso que luchara contra su alcoholismo, más que nada porque en la novela negra generalmente el detective no lo hace. Charlie tiene unos métodos muy poco ortodoxos, pero también útiles y una moral curiosa, lo que hacen de él un buen personaje, sobre todo porque es alguien que acaba teniendo amigos en todas partes.
Como Louis y Angel, que no dudan en ayudarle en todo lo que pueden. Estos dos me sorprendiendo un montón, ya que son una pareja sentimental formada por un asesino a suelto y un antiguo ladrón. De hecho, de todos los secundarios eran los mejor dibujados, los más memorables y resultaban una pareja que funciona muy bien.
El otro personaje que destaca en el (inmenso) elenco es Rachel, de los pocos personajes femeninos y, encima, resulta útil. Rachel es psicóloga, así que les ayuda a hacer perfiles y también es muy lista. Por eso, resulta clave en la investigación y, de paso, ejerce ese rol de ser la chica de la novela. No es que me volviera loca por la pareja, pero sí que me resultaba interesante ver a Charlie relacionarse con ella, sobre todo porque Rachel sacaba a la luz otras facetas de él.
En lo que respecta al estilo de John Connolly pues me resultó bastante particular, un tanto cambiante. Pasaba de ser muy preciso, casi frío, a emparanoiarse con escenas más oníricas, pero funcionaba a pesar de todo. Quizás, en mi opinión, a veces daba demasiada información en lo que respectaba a los personajes secundarios y su relación con Charlie, pero tampoco era algo que entorpeciera la lectura o el ritmo.
Vamos, que Todo lo que muere me ha gustado, me ha resultado una primera novela cargada de acción, oscura y muy completa, pero tampoco me he metido en ella como en otras del género, como las protagonizadas por Cormoran Strike, por poner un ejemplo. Sin embargo, si puedo hacerme con otra de las novelas del detective Bird Parker, lo haré a ver cómo se desenvuelve el personaje una vez atrapado el asesino de su familia.
El próximo lunes literario estará dedicado a... La elegancia del erizo de Muriel Barbery.
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