Bueno, pues mi gozo en un pozo. Y es que Luke Cage tuvo un arranque demasiado denso, aunque Misty fue grandeza y El Giro (sí, con mayúsculas) de mitad de temporada le dio la vida e hizo que todo mereciera la pena. Sin embargo, meses después llegó Iron Fist. Puño de hierro en los cómics españoles.
Más bien Truño de hierro.
Porque, sí, seamos honestos, Iron Fist es un truñete. Hala, ya lo he dicho. Ojo, notad que lo he dicho como con diminutivo, porque se le coge cierto cariño pese a que es desesperante a más no poder y tiene más fallos que si yo ahora hiciera un examen de chino.
Iron Fist arranca con el advenimiento de Danny Rand a Nueva York, tras pasar años en unas montañas místicas, entrenándose para convertirse en el Iron Fist, un guardián místico que da hostias como panes y usa su chi para hacer varias cosas, entre ellos brillar como un Gusiluz. La cuestión es que Danny no se marchó voluntariamente, sino que, siendo niño, sufrió un accidente de avión en el que sus padres murieron. Así que, claro, a ojos de la sociedad, Danny Rand está muerto y, cuando él quiere recuperar su antigua vida, pues no lo tiene precisamente fácil, sobre todo porque los que recordaba sus amigos (los hermanos Joy y Ward Mitchum) no están dispuestos a soltar la empresa que su padre compartía con el señor Rand.
Y ahora, si no la habéis visto, pensaréis: eh, un momento, es una serie de superhéroes con un pavo que es la leche en las artes marciales, ¿dónde está la gran amenaza? ¿Dónde está ese malo que debe enfrentarse al héroe?
Pues... digamos que no hay.
A ver, entremos más en detalle. Daredevil se enfrentaba primero a Kingpin y luego a La mano, mientras Jessica Jones hacía frente a Kilgrave y Luke Cage se las veía con varios personajes que claramente se oponía a él. Es decir, además de construirnos a los héroes, se desarrollaban a los villanos y la batalla entre ellos, que normalmente tenía consecuencias muy personales para ellos (siendo el enfrentamiento entre Jessica y Kilgrave el mejor ejemplo de ello). Eso permitía que la historia se centrase y que el enfrentamiento interesara al espectador.
Bien, eso no ocurre en Iron Fist. Y es, en mi opinión, uno de los fallos más garrafales que tiene la serie. La trama está desdibujada, no tiene un rumbo fijo, sino que da coletazos, mientras los conflictos se alargan artificiosamente, debido a que el noventa por ciento de los personajes son tontos del culo. Danny no tiene un enemigo definido, no tiene nada a lo que enfrentarse y lo peor del caso es que el Iron Fist es el enemigo declarado de La mano... que sabemos que está en Nueva York gracias a la segunda temporada de Daredevil, donde funcionaban muy bien como villanos (son súper inquietantes) y donde te cuentan que tienen un súper plan malvado. ¿Utilizan eso como excusa para el regreso de Danny Rand? No, qué va, Danny ni siquiera sabe qué mierdas es La mano y se lo tiene que explicar un personaje secundario.
A día de hoy sigo alucinando con el desaprovechamiento de este tema. Joder, La mano son un grupo de ninjas chunguísimos que resucitan y dan miedito. ¿Por qué no enfrentar a Danny desde el principio con ellos e ir preparando el terreno para The defenders, que llega este agosto? ¿Por qué?
En su lugar, se pierden en mierdas sin sentido, sosas a más no poder, que hacen que esa Mano oscura y tétrica de Daredevil parezca un puto partido político con problemas internos. A ver, en serio, ¿a quién se le ocurrió esta gran idea? ¿A quién? ¿Cogieron a un becario de fiesta para escribir la serie o qué?
Madame Gao vuelve a Netflix... y resulta que es la Susana Díaz de La Mano.
Snape, yo nunca te mentiría... aunque sólo sea porque tienes Veritaserum.
Y es que no sólo la trama está completamente desdibujada y carece de emoción o de mínima coherencia, sino que el gran recurso de los guionistas para alargar los problemas y que la temporada dure trece episodios es escribir una galería de personajes que parecen competir entre ellos por ser el más idiota de la ciudad. Empezando por un Danny Rand que parece mentira que creciera en un ambiente relativamente hostil para convertirse en el Iron Fist. Comprendo que decidieran hacer un personaje inocente, era una buena forma de desmarcarse de sus otros tres compañeros en The Defenders que viven torturados por su pasado. Además, Finn Jones vende muy bien esa inocencia de niño. Pero, ojo, una cosa es la inocencia y la otra la estupidez. En trece episodios no tiene ni un solo momento en que puedas pensar que Danny Rand tiene alguna neurona en su cabecita rubia y cae en todas las putas trampas que le ponen, que no son tampoco elaboradas.
Tampoco ayuda esa fe ciega que tiene en la familia Meachum, cuando no dejan de demostrarle que no son de fiar y que le apuñalan por la espalda a la primera. Se puede comprender que en un principio sea el único lazo de unión con su pasado y los vea desde la óptica del niño que fue, pero llega un momento en que sencillamente te desespera que siga cayendo en lo mismo una y otra y otra vez.
Aunque el dudable honor de ser el personaje no se lo lleva Danny, ya que al menos le coges cariño, sino que va para Joy Meachum, seguramente el personaje más insustancial de este universo Marvel.
Si algo he apreciado de estas series de superhéroes es que saldan la deuda pendiente de los personajes femeninos que tienen las películas de Marvel. No sólo nos regalaron a esa espléndida Jessica Jones, sino que se han molestado en desarrollar a otras heroínas más secundarias y darles su propia entidad. Por ejemplo, puede que Karen Page sea el interés amoroso de Matt Murdock, además de una sencilla secretaria sin poderes, pero no queda reducida a ese cliché, sino que la desarrollan, tiene sus conflictos y su propia trama donde demuestra que, a su manera, es una superheroína. Y lo mismo se puede decir de Trish Walker y de Misty Knight.
Pero en Iron Fist se limitan a presentarnos a un personaje sin personalidad, que se mueve a bandazos precisamente por eso y que no tiene ni un mísero conflicto. Eso, por no hablar de lo sumamente irritante que es, además de una egoísta de mucho cuidado. Por suerte, lo hacen mejor con Colleen Wing, aunque tengo la sensación de que, en manos de otro guionista, Colleen habría sido mucho más remarcable. Incluso habrían llevado muchísimo mejor su relación con Danny (la de Trish y Will en Jessica Jones está mucho mejor llevada, incluso resultaba más romántica... hasta que pasa lo que pasa).
De hecho, es curioso que el único personaje con el que me quedo de Iron Fist es, quizás, el que es más prescindible y prácticamente inventado. Ward Meachum comienza la serie siendo un gilipollas avaricioso, pero luego es el único que tiene trasfondo, complejidad y que está en una situación comprometida, no porque sea idiota o porque sí, sino porque las circunstancias le obligan y le dan muy poco margen de actuación. Además, es el único que tiene una evolución y el cual va aprendiendo de todo lo que sucede, aunque tampoco le libra de actuar de forma estúpida a veces.
Ahora bien, pese a la cantidad de cagadas y lo desesperante que puede acabar resultando por tanta estupidez reunida, Iron Fist tiene varias cosas a su favor: el reparto, encabezado por Finn Jones, que consigue aguantar el tipo con semejante esperpento, y también el hecho de que, al menos, resulta entretenida. A diferencia de los primeros episodios de Luke Cage, no me costaba ponerme con ella, a pesar de que resoplaba casi continuamente.
A ver, no, en serio, ¿te encierran en un psiquiátrico porque pareces un loco y tu única actuación es repetir que eres el Iron Fist, un guerrero místico que controla su chi? Sí, claro, muy lógico todo.
No, en serio, no supero la tontería de esta serie.
De hecho, pronto nos llegará la reunión de los cuatro superhéroes en The Defenders y ya me veo que Danny va a ser la mascota del equipo, ese personaje tontito que sigue ahí porque los otros le tienen cariño. Es que, en serio, no me imagino como el Lerfist este va a encajar con los demás.
Y vosotros, ¿habéis visto Iron Fist? ¿Os gustó?