jueves, 24 de noviembre de 2016

Los aciertos (y el desacierto) de Olmos y Robles

El lunes terminó la segunda temporada de Olmos y Robles, que espero que vuelva con una tercera entrega porque, en serio, esta serie mola mucho. Eso sí, este año decidieron ser más precavidos y cerraron la temporada de tal manera que da pie a continuación (a fin de cuentas, con una serie de casos, siempre se puede sacar trama y ciertas situaciones podrían explotarse en el futuro), pero que también puede servir de final de serie si TVE decide no renovarla.

Pero ojalá lo haga. En serio, TVE, por favor, renuévala, porque se lo merece y mucho. En serio. ¡Por fi, por fi, por fi!


Vale, dejo de suplicar y paso a analizar lo que ha dado de sí esta temporada. Y como siempre me ha gustado ir de menos a más, voy a comenzar con el único pero que ha tenido la temporada, un pero que tiene nombre propio:

Nora, la jueza petarda.

Vale, lo de petarda lo he añadido yo, tiene otro apellido la muchacha y tal, aunque la cuestión es que se merece el epíteto. Desde que Nora hace su aparición, se dedica a ser un auténtico grano en el culo, no porque tenga motivos, sino porque lo es. Es borde, les frena continuamente y está todo el día involucrada en las investigaciones, como si fueran estúpidos y la necesitaran, cuando en realidad sólo es un estorbo.



Así que verla era desesperante, no sólo porque fuera francamente desagradable, sino porque era la conjunción de todos los clichés que odio en los personajes femeninos: desde contar con una actriz cuyo único mérito es ser guapa, que no tiene vis cómica (puede que Rubén Cortázar no sea el mejor actor del mundo, pero ha mejorado mucho y puede ser muy, muy gracioso), hasta el hecho de que, siendo guapa, hay que confundir necesariamente el ser fuerte con ser desagradable. Y era especialmente sangrante porque todas las féminas de Ezcaray son fuertes y útiles sin tener que estar ladrando todo el rato. Porque, encima, es que Nora no tiene absolutamente ningún motivo para ser una borde de mierda, ya que desde que aparece todos la tratan con respeto y educación.

Por eso, en ningún momento compré que Robles pudiera sentirse atraído por ella, sobre todo porque tampoco es que tengan ningún momento de conocerse. Además, Rubén Cortada y Elisa Mouliáa menos química no pueden tener. A ver, que es un poco de cajón: si coges al contrapunto serio y a una sosa y los juntas pues... no va a salir nada bueno.

Además, hubo un detalle que tuvieron con Nora que no me gustó nada. Cierto es que es un personaje plano, pero en un episodio ella bromea con que es dura porque la violaron, aunque no llegan a aclarar si es verdad o sólo una coña. Y me parece un tema con el que no se debería bromear, pero, por otro lado, me vuelve a parecer un clásico odioso que una víctima de violación acabe siendo así de petarda.

Así que, por favor, dejad a Nora en Haro (otra cosa que cabría preguntarse es cómo la jueza de Haro se pasa la vida en Ezcaray, pero bueno) y, si queréis buscarle una novia a Robles, traed de vuelta a la psicóloga interpretada por Begoña Maestre, que era amor del bueno y en un episodio encajó más en el pueblo que la dichosa jueza.


Pero Nora no era la única incorporación a la segunda temporada, aunque sí la única que se podrían haber ahorrado. Puede que al principio Esteban estuviera un poco a rebufo de su tío Atiza (que lo he echado un huevo de menos, por cierto), pero acabó desarrollando su propia personalidad y dando muy buenos momentos, sobre todo desde que Arrea entró en juego.

Comentemos lo grande que ha sido Arrea. En primer lugar, me gustó mucho que nos trajeran a una guardia civil (Isa y, sobre todo, Cata siempre han sido claves para resolver cosas, pero aún así mola que tengamos una guardia civil), pero además es que Arrea me conquistó desde el principio: tan dura, pero tan dulce, tan profesional y lo mucho que molaba la tía. Además, los guionistas le regalaron un episodio de lucimiento a Elena Alférez, cuando Arrea es secuestrada. Y, de paso, aprovecharon su secuestro para que la psicóloga les hiciera ahondar más en cuestiones interesantes: el cómo Arrea lo va superando, la culpabilidad de Esteban, la situación de Robles...

Porque este segundo año ha versado sobre la investigación de Robles del asesinato de sus padres, cuya primera pista se la ofreció Alcides a modo de despedida al final de la primera temporada. Curiosamente esta segunda temporada ha ido mucho sobre la familia, no tanto sobre qué ocurrió con los padres de Robles (aunque la conspiración ahí estaba y nos dio un magnífico final), sino sobre cómo Robles ha encontrado su propia familia en Ezcaray. Lo hemos visto acostumbrado a la gente del pueblo, aceptando plenamente que quiere a Olmos y, al final, todo ha girado en la relación de los dos, que ha podido con todo.


Y, oye, ha sido muy bonito ver lo unidos que están ahora. También se ha agradecido que, de vez en cuando, Robles haya abrazado la personalidad de Ezcaray: disfrazarse con Olmos, gastarles la broma del hombre lobo (impagable escena, por cierto) y que ni siquiera ha intentado abandonar Ezcaray ni una sola vez.

Por otro lado, hemos seguido con las tramas de Ezcaray, que han tenido como epicentro la batalla de Cata y Damián por la alcaldía, lo que de paso les ha permitido desarrollar la pedazo de química que han tenido Ana Morgade y Alex O’Dogherty desde el primer momento. Cada vez que se ponían a pelear y acababan acostándose, era tan gracioso como satisfactorio, aunque he de decir que me ha parecido que han pasado un poco por encima y se han limitado a ser graciosos, en lugar de ahondar en qué sentía cada uno.

Sí, de vez en cuando veíamos a Cata cuestionándose todo y dividida entre el hecho de que Damián le atraía tanto como horripilaba, pero creo que en su caso nunca han aclarado si era algo más sentimental que sexual. Curiosamente, en el caso de él sí que se veía más claramente que era amor (la banda sonora, el ir a buscarla todo el rato, las caritas que ponía...) y eso es algo que evidentemente no sabe manejar. Por eso, aunque me alegra mucho que acabaran la temporada juntos, me ha faltado profundidad y desarrollo en el conflicto y alguna escena en la que Damián se ganara realmente el perdón de Cata tras la putada que le hizo.


Ojalá que tengamos tercera temporada y así pueden explayarse más, sobre todo porque el intercambio de roles puede ser grandioso: desde un Damián completamente desubicado en casi todos los aspectos (ya no es alcalde, lo que le definía, y además no es alguien acostumbrado a tener relaciones) hasta esa Cata que pasa de ser la oposición a alcaldesa.

Finalmente, me queda hablar de Isa, que ha encontrado completamente su lugar en esta temporada. Isa siempre ha molado, pero ha sido, quizás, la que más ha cambiado en esta segunda entrega: y no sólo porque se haya atrevido a estar con Olmos, pese al gafe que la acompaña (debería fundar un club con Maggie de Doctor en Alaska, por cierto), sino porque ya no es esa mujer desubicada que no sabe qué hacer con su vida y que tiene miedo por todo. No, Isa ha encontrado su lugar y la hemos visto decidida e interviniendo en asuntos serios y arriesgados, lo que ha molado muchísimo.

Además, con ella se ha demostrado uno de los aspectos que más me gustan de esta serie: ¡los personajes actúan con lógica! Isa se comporta extraño en un episodio y es descubierta por Olmos, que la enfrenta en cero coma como haría cualquier persona normal, aunque no así un personaje catódico.

Y es por cosas como esas o sus grandes personajes o su sentido del humor o incluso los casos (el de las joyas de la Castafiore fue muy genial) Olmos y Robles debería ser renovada por una tercera temporada. Lo merece. Nosotros merecemos seguir disfrutando de esta serie. Así que, de nuevo, insistió (que sí, soy muy cansina), pero, TVE, por favor, renuévala.

2 comentarios:

  1. Me uno a tu petición de que renueven Olmos y Robles por una tercera temporada porque no puede molar más.

    Totalmente de acuerdo contigo en lo de la jueza. Menuda petarda. Lo único que hacía era estorbar (y encima creyendo que era indispensable cuando no podía sobrar más) y no me cabe en la cabeza que Robles pudiera sentirse atraído por ella por muy guapa que fuera.

    Las incorporaciones de Esteban y sobre todo de Arrea me han encantado. Ella no puede ser más mona y ambos juntos molan un montón. A Atiza tío le he echado de menos pero si hay tercera temporada (crucemos los dedos) tampoco me gustaría perder a Esteban. Deberían quedarse los dos.

    La trama Cata/Damián me ha hecho mucha gracia. Ana Morgade y Alex O'Dogherti tienen muchísima química y nos han dado mucho juego a lo largo de la temporada, aunque estoy contigo en que tendrían que haber profundizado en la historia un poco más para que hubiéramos podido saber qué sentían en realidad (sobre todo Cata, que como comentas, lo de Damián era más obvio).

    Ojalá los de televisión española se apiaden y nos den una tercera temporada porque la serie lo merece.

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    1. Exacto. Nora siempre está ahí en medio, dándose aires y creyéndose la única capaz, pero luego sólo era un incordio y uno desagradable, además. Y, vamos, con lo mal que trata a Robles y el hecho de que no se conocen, no entiendo que haya relación. Está muy mal enfocado todo.

      Yo quiero a los dos Atiza y a Arrea juntos. Además, me gustaría ver a Esteban y Arrea juntos, porque funcionan muy bien y sí han trabajado la historia.

      Ojalá tengamos tercera temporada y ojalá profundicen más en la relación de Cata y Damián, ahora que han aceptado que se atraen. Encima, ahora que Olmos y Robles están asentados, al igual que Olmos con Isa, es un buen momento para centrarse en ellos.

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