Mort es un desastre. No tiene ninguna habilidad conocida,
sobre todo para trabajar en el campo como hacen el resto de su familia y
prácticamente todo el mundo en su pueblo. De hecho, Mort es especial, ya que es
soñador, distraído y su particular visión del mundo hace que se pregunte
muchísimas cosas. Desesperado por no encontrarle un futuro, su padre decide
llevarlo a la ciudad para que alguien –cualquiera– lo coja de aprendiz. Sin embargo,
Mort no tiene suerte hasta que a última hora aparece La muerte con su túnica
negra, su guadaña y su caballo para tomarlo como aprendiz.
La muerte empieza a enseñarle el oficio y pronto le relega
tareas importantes como la de recoger las almas de los difuntos. Al principio,
todo va más o menos bien, pero luego Mort debe cortar la vida de una princesa
de la que se enamora y, entonces, es incapaz de matarla. Pero, claro, si La
muerte debe llevarse a alguien no es por gusto, sino porque le ha llegado su
hora y, cuando Mort decide salvar a la princesa, acaba originando un problema
espacio-temporal de épicas proporciones. Por eso, Mort intentará resolverlo sin
matar a la princesa y sin contar con La muerte, que está muy ocupada haciendo
otras cosas y sumergiéndose en reflexiones de todo tipo.
Creo que, hasta el momento, Mort ha sido la novela de Terry
Pratchett con la que más me he reído y que más me ha gustado, sobre todo porque
está protagonizada por dos grandes personajes.
A La muerte ya le conocíamos, pues había aparecido en El
color de la magia y La luz fantástica persiguiendo a Rincewind para sesgar su
vida. Sin embargo, en Mort deja de ser un personaje secundario para pasar a
primera línea y conocerle un poco mejor. Y es que Muerte tiene su mundo, su
familia y sus aficiones como todo el mundo... aunque a su manera. De hecho, a
lo largo de la novela se ahonda en su carácter y también en la gente que le
rodea o, lo que es lo mismo, su hija Ysabell y su criado Albert.
La verdad es que me ha gustado mucho conocer mejor a Muerte,
sobre todo una vez empieza a probar cosas nuevas y acaba divagando. Me he reído
mucho con él y, aunque pueda sonar raro porque es La muerte y tal, me ha
parecido adorable. ¿Cómo no va a serlo si le encantan los gatos y llama a su
caballo Blinky? Pues eso.
El otro protagonista es Mort, al cual conocemos en esta
entrega y cumple muy bien con la función de aprendiz que la caga y
héroe-desastroso-en-ciernes. Sí, me he inventado el término, pero seguro que me
habéis entendido. Y es que Mort es un chico normal y corriente, por mucho que
sea diferente, sobre todo para aquellos que forman parte de su entorno. Por eso,
el puesto de Muerte le queda grande y acaba liándola parda cuando quiere ayudar
a una princesa de la que se ha enamorado.
Eso sí, a lo largo de toda la obra, Mort sufre una evolución
impresionante y resulta tan entretenido como interesante ver cómo va cambiando
y cómo intenta arreglar el desaguisado que ha provocado al salvar a la princesa.
De hecho, la trama de Mort es muy, muy entretenida. En cierta
manera, me pareció más convencional que otras novelas de Mundodisco que he
leído (El color de la magia está formado por cuatro aventuras independiente y
Ritos iguales no tiene la típica de propuesta de x problema que solucionar,
sino que trataba más del feminismo y de la relación de sus protagonistas) y
como más directa: Mort crea un problema, que se debe solucionar para evitar un
desastre aún mayor.
Además, todo el asunto de la muerte y el destino me ha
resultado interesante, sobre todo la situación de la princesa Keli, que debería
estar muerta, pero no lo está gracias a Mort y lo que eso provoca a su alrededor. Me resultó
muy original, al igual que todo el mundo de La muerte: cómo trabaja, cómo es su
entorno, cómo son las cosas desde su punto de vista...
Vamos, que Mort me ha encantado. Se ha convertido en una de
mis novelas favoritas porque es original, divertida y tremendamente
entretenida. Eso, sin contar con la pareja protagonista que no puede molar más.
El próximo lunes literario estará dedicado a... Heima es
hogar en islandés de Laia Soler.
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