lunes, 23 de febrero de 2015

El umbral de la eternidad

Estas Navidades pude hacerme con el final de otra trilogía, que hay que ver lo bien que sienta el ir cerrando sagas poco a poco, oye. En este caso, como seguramente hayáis deducido por el título y la portada de la izquierda, se trata de la trilogía de Ken Follett The century que está formada por La caída de los gigantes, El invierno del mundo y, finalmente, El umbral de la eternidad.

El umbral de la eternidad retoma la historia dieciséis años después del final de la Segunda Guerra Mundial, la cual fue retratada en El invierno del mundo, presentándonos a la nueva generación de las familias que conocimos en La caída de los gigantes. Cada libro se ha centrado en cada generación, lo que resulta muy interesante, pues las motivaciones y formas de ser de cada una son distintas.

La verdad es que explicar el argumento de esta novela es un tanto complicado, ya que sigue la vida de los distintos miembros de cinco familias, cada una colocada en un lugar estratégico para que vivan los distintos momentos de la historia que abarcó los últimos cuarenta años del siglo XX. Así, asistimos al desarrollo de la Guerra fría por ambos frentes, el muro de Berlín, la guerra de Vietnam y también como, poco a poco, empezó a surgir el movimiento hippie con todo lo que eso conllevó.

He de decir que El umbral de la eternidad me daba un poco de... no miedo, pero sí cierto reparo. Durante las dos entregas anteriores las partes dedicadas a los rusos me aburrían sobremanera, así que temía que, al tocar la Guerra fría, tuviera que aguantar mucho a los rusos y aburrirme un montón. Pues bien, es cierto que los rusos y los americanos son los que más páginas ocupan, también que los primeros siguen siendo los que menos me interesaban, pero al menos en esta tercera parte no me han aburrido.

En este caso, Ken Follett se ha centrado en dos hermanos que ven el comunismo de forma muy distinta: mientras que Tania, que es periodista, está en contra y lucha por la libertad, Dimka cree que el comunismo únicamente necesita una mejora. Así, tenemos dos puntos de vista distintos y asistimos a los periplos de Tania por intentar denunciar la horrible situación de muchos rusos (en especial de un amigo suyo que es escritor), mientras que Dimka lucha por suavizar y mejorar un sistema en el que cree. Por desgracia, Tania tiene menos peso que su hermano en la novela, lo que me fastidió porque era un personaje que me interesaba muchísimo más.

La parte ambientada en los Estados Unidos es mucho más extensa, ya que abarca muchos más temas, además de ese enfrentamiento con Rusia: la lucha de los negros por conseguir al fin igualdad, la agitada política y el nacimiento del movimiento hippie y los conflictos que tuvo por combatir el comunismo. De hecho, es en Estados Unidos donde acaban la mayoría de los personajes, aunque no sean americanos.

Ken Follett arma muy bien semejante puzzle y nos regala un protagonista llamado George Jakes, que es negro y entra a trabajar al servicio de Bobby Kennedy para luchar por los derechos de su raza. En serio, está muy bien pensado porque así seguimos de primera mano las andanzas de personajes históricos clave como Martin Luther King o los hermanos Kennedy y también se viven momentos clave en la historia como los asesinatos de los tres citados, la crisis de los miles de Cuba y un largo etcétera.

Pero no sólo de política bebe El umbral de la eternidad, ya que la mayoría de los personajes jóvenes tienen otras inquietudes. Por un lado, tenemos a Jasper Murray, que directamente es lo peor, pero que desea ser periodista y eso hace que su historia sea interesante, sobre todo al recaer en América. Por otro lado, varios personajes están interesados en el mundo del arte, en concreto los hermanos Williams: Evie es una actriz comprometida con la política y la sociedad, mientras que su hermano Dave (que sufre dislexia aunque ellos no lo saben) forma un grupo musical que será un éxito.

Personalmente he disfrutado mucho leyendo como luchaban por seguir sus sueños, también lo que ocurría una vez los alcanzaban. Aunque, de nuevo, me he quedado con ganas de saber más sobre ciertos personajes, a los que Ken Follett no da tanta cancha.

Quizás se debe a que Ken Follett ha optado por centrarse en ciertos personajes, casi todos los descendientes masculinos (George Jakes, Dave Williams, Walli Franck y Dimka Dvorkin), pero me han resultado mucho más interesantes y estimulantes las chicas, que ocupan menos páginas y gozan de menos puntos de vista. Como he dicho, quizás sea por ese misterio que, en cierta manera, las envuelve a todas, pero sí que me ha parecido que han estado un poco desaprovechadas en general.

Al igual que me ha parecido que la parte de Alemania ha sido más breve de lo que me gustaría, sobre todo porque era la que más disfrutaba. Además, ha sido en Alemania donde más cancha ha dado a los personajes femeninos y eso se agradecía porque Ken Follett sabe escribir grandes chicas (Daisy Peshkov tuvo la trayectoria más interesante y mejor llevada de El invierno del mundo).

Otra cosa que no me ha terminado de convencer ha sido el final. El epílogo es muy emocionante y cierra con maestría tanto la novela como la saga, pero sí que he echado de menos que no concretara los finales de la mayoría de personajes. Entiendo que al ser final de saga, al no tener que crear a la siguiente generación, no haya dejado a todos los personajes encarrilados, pero aun así me he quedado con la sensación de que falta algo, como si lo hubiera terminado con puntos suspensivo en vez de con punto final.

En general, El umbral de la eternidad me ha parecido una buena novela, llena de personajes muy bien perfilados, con un gran dominio del ritmo y muy entretenida. Siempre estaban ocurriendo cosas, los personajes siempre iban hacia delante y más o menos todos me interesaban. Por eso, me ha gustado muchísimo más que La caída de los gigantes, pero no llega al nivel de El invierno del mundo.

Para mí, la segunda novela le quedó perfecta: entretenida, buen ritmo, los personajes llevaron una gran evolución y, además, tenía la dosis justa de romanticismo. Las historias de amor de Daisy y Lloyd por un lado y Carla y Werner por otro me parecieron sencillamente perfectas: emocionantes, bonitas, llenas de escenas para recordar, con mucho sentimiento... Aquí, en El umbral de la eternidad, ninguna de las relaciones que propone el autor tiene ese encanto y yo lo he echado de menos.

El umbral de la eternidad supone una grata sorpresa, una novela histórica que te atrapa desde el principio y te pasea por los acontecimientos más relevantes de la Guerra fría. Un buen final para una trilogía que es muy recomendable y es que Ken Follett no decepciona cuando se decanta por los dramas históricos.

El próximo lunes literario estará dedicado a... Llévame a cualquier lugar de Alice Kellen.

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