Ayer regresó a la tele, por fin, Byb con esa segunda temporada que Telecinco iba retrasando sin pudor (lo malo es que no es la única, pero, bueno ese es otro tema). La cuestión es que Byb regresó con un lavado de cara que, al menos de momento, ha mostrado tanto luces como sombras y no sé hasta qué punto será beneficioso para la serie.
Durante su primera temporada Byb era una serie, ante todo, agradable de ver. Era una mezcla bastante bien hecha de periodismo, drama y comedia con unos personajes que, en su mayoría, eran adorables. Además, se palpaba la química y el buen rollo entre los actores cada vez que estaban juntos: funcionaban tanto por parejas de todo tipo, como en escenas grupales como esas reuniones para preparar el número que tocaba.
Esta temporada prometieron que iban a centrarse más en el drama y en las tramas profesionales, lo que a priori pintaba bien, sobre todo lo último... que fue precisamente lo que menos se vio ayer. Por supuesto, era el primer episodio de temporada y tenían que asentar a todos los personajes tras el movidito final de la primera temporada y, también, dar el giro dramático que va a marcar el desarrollo de Candela. Vale, en ese sentido digamos que comprendo fuera un episodio más centrado en el drama y la vida de todos, que en las tramas profesionales.
Sin embargo, hay algo que no comprendo de las novedades de esta segunda temporada: la eliminación fulminante de la familia formada por César, Susana y sus hijos. Era cierto que una parte de sus tramas era familiar (entre ellos y con Candela, Sonia y Pablo), pero precisamente era César quien llevaba casi siempre el peso de las tramas periodistas. Sí, los demás personajes también trabajaban en reportajes, pero César casi siempre tenía el caso más importante del episodio.
Además, es que ayer se le echó mucho de menos. Bueno, al menos yo sí que le eché en falta junto a Susana, ya que daban muy buenos momentos no sólo entre ellos, sino con los demás.
Es curioso, de hecho, que decidieran deshacerse de dos personajes que estaban bien integrados, que funcionaban en todos los géneros que tocaban y que, sin embargo, dejen a ese trío de personajes que no puede dar más sopor, que es la familia de Carmen. Yo lo siento, pero no puedo con ninguno de los tres. Los tres siempre con cara de pena, los tres siempre con el mismo discurso pesado (y generalmente victimista) y también tres de los que menos pintan y menos relación tienen con el resto de personajes. Carmen se dedica a estar penando en casa de los Bornay con una lealtad injustificada, mientras que el único propósito de Hugo y Martina es marear con sus respectivos; uno con Cayetana y la pobre Sonia, la otra con sus dramas entre Bornay y Mario.
No, en serio, que alguien me explique por qué siguen ellos en la serie.
Porque, de hecho, fueron lo menos interesante del episodio de ayer. Martina no pasó de hacerle ojitos a Mario de nuevo y, de nuevo, ahora que Bornay está fuera de juego, mientras que Hugo siguió con su triángulo amoroso, que tiene toda la pinta de acabar costándole el corazón a la pobre Sonia, víctima inocente en el juego que se traen los niñatos.
Que mira que podían haber aprovechado el hecho de que los Bornay económicamente están de capa caída para largarnos a ellos al pueblo, pero, nada, que ahí siguen.
Los Bornay, en cambio, sí que dieron bastante juego ayer, sobre todo en lo que respectaba al patriarca, Óscar Bornay, sobre todo porque fue él quien supuso la mejor trama del episodio, la que tenía que ver con Clara. Durante la primera temporada Clara me conquistó, no era el personaje que podía parecer en un principio y, aunque era una niña bien, también era buena persona y se veía que estaba enamorada de Pablo. Desde el final de temporada, Clara ha estado entre la espada y la pared por lo sumamente distintos que son su padre y su marido y en este primer episodio volvió a ganar la lealtad a su padre.
De nuevo, no le importó pedirle a Pablo que renunciara precisamente a lo que, según ella, más le gustaba de él: sus principios. No sólo eso, sino que prácticamente le pidió que se arriesgara, lo que, imagino a juzgar por la actitud de Pablo, ha marcado el principio del fin entre ellos. Sin embargo, la actitud de Clara se podía entender y todas las escenas del aeropuerto estuvieron muy, muy conseguidas, logrando tensión, a pesar de que era de cajón que a Pablo no le iban a pillar.
Eso sí, la relación entre ellos va a ser interesante ahora, sobre todo de cara a que aparezca Cristóbal Suárez la semana que viene y también al giro que le tenían reservado a Candela, un giro cruel sobre todo porque su parte empezó siendo la más amable con Sonia y Lucas reaccionando al hecho de que estuviera con el actor.
Aunque, bueno, tengo ganas de ver como Candela, Sonia y Pablo actúan como una familia, algo que prometen los avances y que ya había dado buenos momentos en la temporada anterior. Así que espero que al menos semejante drama acabe teniendo algo bueno y es que Candela y Pablo se acerquen, que a mí me parecen muy monos juntos.
La otra parte que también me convenció fue la más orientada al periodismo o, lo que es lo mismo, las aventuras de Mario y Juan que, sin querer, han dado con una trama de tráfico de blancas. No sólo tuvo un giro perturbador, con los dos y la chica secuestrados por el agregado de la embajada que estaba en el ajo, sino que ponía de manifiesto un conflicto que, imagino, durará: mientras que Mario sigue queriendo llegar al fondo de cualquier asunto, Juan prefiere ceñirse a hacer su trabajo y no ponerse en riesgo de nuevo.
De momento, el episodio terminó con Mario siendo secuestrado a las puertas de la embajada, además de siendo llevado a donde tenían a Juan y la chica rusa, así que desde el principio nos han regalado un bonito cliffhanger que promete para la semana que viene.
Eso sí, deberían tener cuidado con el tipo de tramas periodísticas que eligen: que de vez en cuando den con algo muy gordo que pone a los personajes en riesgo está bien, pero si ocurre siempre acabará cansando. Además, particularmente eché de menos ese tono de crítica social que les caracterizó la temporada pasada. No sólo la situación inicial de César, sino que muchos de los reportajes exponían injusticias que se dan en el día a día: el desempleo, la corrupción, lo difícil de adaptarse a ciertas circunstancias...
Es decir, como ya he dicho, fue un episodio lleno de luces y sombras. Hubo partes que estuvieron muy bien, que prometen mucho, pero también creo que se ha perdido ese encanto, ese no sé qué que la hacía muy disfrutable. No hay crítica social, no hay un sentido del humor tierno (salvo las ligeras pinceladas que dieron Lucas y Sonia, dos de los personajes más luminosos que tienen ahora mismo) y sigo sin entender que conserven a ese trío de personajes que no pueden ser ni más planos (Cayetana, al menos, es compleja y siempre está dividida), ni más pesados.
A ver qué depara el resto de temporada y qué supone el personaje de Cristóbal Suárez, pero, por el momento, sí que creo que se han equivocado a la hora de orientar la temporada y hubiera preferido que hubieran seguido como en la primera temporada.
Todavía no he decidido si ver o no esta temporada, me decepcionó mucho la decisión de sacar a César y a Susana, para mi César era un personaje muy importante, el dúo que hacía con Lucas era igualable al de Mario y Juan. Sonia no me gustó mucho la temporada pasada, se que tiene su público pero a mi me irritaba mucho, aunque fantaseo con que los guionistas le den un giro a todo y la líen con Mario.
ResponderEliminarBua, pues a César y a Susana se le echa de menos, ¿eh? Yo creo que la han cagado bien cagada quitando precisamente a César y Susana.
EliminarA mí Sonia me parece un amor de chica. Me encanta la relación con su madre y como se va acercando a su padre a lo largo de la primera temporada. Y, sí, yo también sigo esperando que la líen con Mario porque podría molar. Además, Martina es una petarda que no se merece a Mario.
A mi la historia de Martina y Mario al principio me gustó porque mostraba un lado de Mario diferente, pero después fue decayendo mucho. Y siempre estuvo la esperanza del ship Mario/Sonia.
EliminarA mí lo que siempre, pero siempre, me ha molestado de esa historia es que Martina no tiene personalidad. Es una tía buena. Punto. Y una que va de uno a otro y tiro porque me toca y que nunca tiene en consideración a Mario. En serio, Martina necesita urgentemente una personalidad más allá de liarse con uno u otro.
EliminarDesde la distancia esta serie parece bastante mala tanto por no aportar nada nuevo como por estar en Telecinco, y todos sabemos cómo trata Mediaset a sus series. Esto huele a ser relegado poco a poco al late night tras un última hora de GH.
ResponderEliminarPues la primera temporada no tuvo mala audiencia y eso que competía con Velvet, que tiene una audiencia de la leche. De hecho, se amplió el número de episodios.
EliminarEn cuanto a la calidad, pues, a ver, no suponía ninguna novedad, pero, por un lado, hacía mucho tiempo que no había una serie así en televisión (periodismo, denuncia social, tramas muy actuales) y era muy entretenida. No sé, tenía como ese factor x que la hacía especial, aunque no única. Habrá que ver cómo resulta la segunda temporada con los cambios que hicieron por petición de la cadena.