Hace unos cuantos meses por fin pudimos disfrutar de la primera colaboración de Marvel y Netflix, que tienen planeado repetir el esquema que tan bien les funcionó en el universo cinematográfico: dedicarle una historia (en este caso una serie) a cada personaje para acabar juntándolos en otra. En este caso, encargaron temporadas dedicadas a Daredevil, Jessica Jones (en los cómics, Joya), Luke Cage (alias Power man) y Puño de hierro, que juntos protagonizarían The defenders (o Los defensores en español).
Bueno, pues Daredevil fue toda una sorpresa y un pelotazo y no pudo gustarme más, porque además me pareció muy fiel al espíritu de los cómics. Por eso, estaba esperando como agua de Mayo que se estrenara Jessica Jones, la siguiente de la lista. De hecho, le tenía más ganas porque estaba centrada en un personaje femenino y no es que abunden esas series (estaba la genialosa Agent Carter, pero no es de superhéroes per se, y ahora tenemos Supergirl) y porque a Jessica Jones la conocía de los cómics de Los Vengadores donde está casada con Luke Cage, tienen un hijo y los dos molan cantidad.
En este caso, sin embargo, a pesar de conocer al personaje, no había leído nada sobre la serie de cómics en que se basa, así que iba a ciegas... y me sorprendió un montón. En este caso, no sólo que molara, sino cómo estaba planteada la serie.
Jessica Jones (Krysten Ritter) es una detective privada que arrastra un trauma que apenas la deja dormir y que ha hecho que beba más de lo que debería. Ese trauma también hizo que desistiera en su idea de aprovechar sus superpoderes como si fuera una heroína y que se alejara de su mejor amiga, Trish Walker (Rachael Taylor). Sin embargo, esa especie de plácida existencia o de situación, cambia cuando Jessica es contratada para encontrar a una chica, Hope (Erin Moriarty), ya que la investigación le lleva hasta alguien que ella creía muerto: el pérfido Kilgrave (David Tennant), que tiene el poder de controlar a las personas sólo con la voz.
Meses atrás, Kilgrave conoció a Jessica y la estuvo controlando, mientras salía con ella, hasta que la obligó a hacer algo horrible que la traumatizó. Al saber que Kilgrave ha vuelto, Jessica quiere marcharse, pero un giro en el caso de Hope, hará que Jessica se quede y decida acabar con Kilgrave de una vez.
Si en Daredevil teníamos una historia de orígenes tanto sobre él como de su rival, el villano de la función, Kingpin, en Jessica Jones tenemos una historia de superación y feminismo con un interesante juego del ratón y del gato detrás. Toda la temporada se basa principalmente en el tira y afloja de Jessica y Kilgrave y en como ella no sólo deja de tenerle miedo, sino que se enfrenta a él y no deja que ni el miedo, ni él la controle nunca más.
Lo primero que me sorprendió fue que, a pesar de superpoderes y enfrentamientos, Jessica Jones hable del maltrato, de hombres abusadores y de una mujer que lucha por liberarse, por recuperarse a sí misma. Además, lo hace de varias maneras y usando a distintos personajes, porque, sí, Jessica fue controlada por Kilgrave y ahora se enfrenta a eso, intentando recuperar todo lo que perdió a manos de él, pero su mejor amiga, Trish, sufrió una infancia de abusos con una madre que no sólo la explotaba como actriz, sino que la maltrataba.
Y os hablo de Trish porque su historia enseguida se insinúa y no quiero soltar demasiados spoilers, pero digamos que el tema de las liberaciones y de recuperar el control de tu propia vida se refleja en otros personajes.
Y es que, al igual que ocurría en Daredevil, en Jessica Jones también tenemos a un protagonista fuerte y muy bien dibujado, que está acompañado de una estupenda galería de personajes. La serie lleva el nombre de Jessica Jones y ella es lo principal, pero no por eso descuidan a los secundarios, que están maravillosamente bien tratados. Además, todos resultan interesantes y tienen un gran desarrollo: Malcolm, Hope, Hogarth, Will... Alguno de ellos dando la sorpresa a través de algunos giros que te dejan con la boca abierta.
Eso sí, entre todos ellos, quiero destacar a Trish Walker, ya que fue una muy grata sorpresa. La verdad era que yo esperaba que fuera a cumplir el papel de amiga y confesora de Jessica, esa presencia dulce que sólo sirve para escuchar o consolar. Pero cuánto me equivoqué y qué bien que lo hice, porque Trish es genial. Con ese pasado de niña prodigio de la actuación a sus espaldas, Trish no tiene poderes, pero eso no le impide defenderse a sí misma o salvar el día si es necesario. Además, Trish es muy, muy lista y no cae en las típicas trampas que en otras series sí caería. ¿Sabéis esa situación en la que está cantadísimo que un personaje no está en su sano juicio o es malo o está haciendo algo malo, pero no se dan cuenta? Bueno, pues aquí eso no pasa, lo que es de agradecer.
También habría que mencionar a Luke Cage, interpretado por Mike Colter (al que muchos ya conocíamos de The good wife) y cuyo camino se cruza con el de Jessica. Luke no tiene excesivo protagonismo, ya que tendrá su propia serie, pero sí que lo presentan y empiezan a formar la historia de amor con Jessica. Ojo, es más bien algo complementario. Sí, Luke es importante para Jessica, pero no es un aspecto primordial, aunque sirva (al igual que Will en el caso de Trish) para mostrar relaciones adultas y el sexo.
Es decir, que esto no es una comedia romántica, no es una situación de unicornios y arcoíris, sino que es algo maduro y complicado. Eso sí, los dos personajes funcionan muy bien juntos, al igual que Mike Colter y Krysten Ritter trabajando juntos. No sé si ella aparecerá en la serie de él (imagino que sí), aunque estaría bien volver a verla.
Bueno, en líneas generales los personajes de Jessica Jones son bastante inteligentes y actúan como personas normales, a pesar de lidiar con poderes y situaciones imposibles. Bueno, salvo la vecina, que es insoportable y a la que le deseas una muerte dolorosa cada vez que la ves.
Qué mal me cae la vecina, en serio. Igh.
Como decía, los personajes son bastante inteligentes y por eso tiene más mérito el que hayan mantenido la tensión durante trece episodios, elevándola con cada nueva entrega. Porque Jessica es lista, también capaz y sensata y sus planes son bastante ingeniosos, así que en ese juego del gato y del ratón con Kilgrave logra acercarse a él varias veces, pero los guionistas se las apañan para que el enfrentamiento no sea el definitivo sin que quede ridículo o alguien peque de estúpido.
Porque, encima, Kilgrave será de los villanos más terroríficos que he visto nunca. Su poder es inquietante, ya que con sólo decirte algo, tú lo haces. Pero encima él es despiadado y básicamente malvado, además de despreciable, un tanto inestable y muy inteligente. Vamos, es el cóctel perfecto para odiar a muerte y temerle a partes iguales.
De hecho, durante los primeros episodios Kilgrave es más una presencia, una amenaza constante, a la que le cuesta aparecer, pero no por eso es menos inquietante. Eso sí, a medida que avanza la historia, hasta se toman su tiempo para desarrollarle. Sí, Kilgrave es el mal encarnizado, pero también tiene un trasfondo trágico que le dota de cierta humanidad, sobre todo con la maravillosa interpretación de David Tennant, que vuelve a estar magnífico. En realidad, es un poco raro verlo en este papel si has visto Doctor Who, ya que es David Tennant y te encanta, pero Kilgrave es despreciable. Y, claro, no ayudan los guiños a su papel de décimo Doctor (“you’re not ten anymore”, le llega a decir Jessica en un momento dado).
Sin embargo, David Tennant está perfecto. Su presencia acojona, tiene la dosis exacta de humanidad y, aunque hubiera sido fácil caer en la sobreactuación con ese papel, no lo hace. Encima, funciona estupendamente bien con Krysten Ritter, que es otra que no puede estar mejor.
En un principio, yo era más partidaria de la otra candidata a interpretar a Jessica, Alexandra Daddario porque, básicamente, su físico se asemejaba más al personaje que yo había leído. Sin embargo, dudo mucho que exista alguien mejor que Krysten Ritter para interpretar a Jessica: es hosca, humana, fuerte y frágil al mismo tiempo.
A decir verdad, esta Jessica Jones me ha recordado ligeramente a Veronica Mars. No solo porque sea detective privado, sino por la mala leche, los cortes que mete y que se haga la dura, aunque por dentro sea un marshmallow. Porque Jessica es, ante todo, una muy buena persona que intenta ayudar a quien sea, aunque a quien primero intente salvar es a sí misma. Eso también me resultó bastante original. Jessica quiere parar a Kilgrave, salvar a personas, pero su principal meta es sobrevivir física y psicológicamente.
Y eso que la pobre está en una situación de mierda y a lo largo de la serie le caen hostias por todos los frentes. De hecho, la hemos visto desfallecer, caer y volver a levantarse, aunque no por ello ha perdido ese humor negro que la caracteriza. Así que, en realidad, a pesar de tener superfuerza y algo parecido a la capacidad de volar, su verdadero superpoder es su fuerza, su arrojo y su personalidad en general.
Es decir, que si esperáis otra serie de peleas, Jessica Jones no es así. No es tan física como lo fue Daredevil, sino que es más psicológica. Tanto su tono como su ambientación es más de cine noir, de esos detectives decadentes que, a pesar de todo, resuelven el caso y salvan el día. Y, a decir verdad, creo que Jessica dice más veces asshole y fulmina con la mirada que dar hostias, aunque también reparta leña llegado en caso.
Como no voy a entrar a contaros qué pasa o deja de pasar en sus estupendos trece episodios, sólo os diré que es una serie que va in crescendo, que logra una tensión que va a más y llega un momento en que básicamente tienes que maratonearla porque necesitas saber qué va a pasar a continuación. Y es que Jessica Jones está muy bien escrita, también actuada (he destacado a Krysten Ritter y David Tennant porque son los amos de la función, pero el resto del casting está sobradamente a su altura) y básicamente no puede molar más, final incluido. Además, se agradece que sea un canto al feminismo, que sea dura y que sean ellas las que partan la pana.
Así que, Netflix, dime, ¿para cuándo la segunda temporada?
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