Hace algún tiempo me leí Las tejedoras de destinos, que me gustó mucho y que encima acabó con un pedazo de cliffhanger de la leche. Por eso, le tenía muchas ganas a su segunda parte, Entre dos mundos, y ver cómo se desarrollaba todo tras lo que ocurre al final de Las tejedoras de destinos. Así que aquí vais a encontrar spoilers de la primera parte, por lo que, si no la habéis leído, os recomiendo que paséis de la entrada esta.
Adelice, acompañada por Jost y Erik, cae a La tierra desde Arras sin saber lo que se va a encontrar, pero sí pensando que no puede ser peor que la esclavitud que le esperaba en el mundo en el que creció. Perseguida por Cormac, que quiere hacerla regresar para convertirla en su esposa y cambiar su personalidad, Adelice se adentra en lo que cree que es un planeta desierto, pero no es así. De hecho, no sólo hay gente, sino rebeldes que luchan para liberar al mundo de las manipulaciones y los controles de las personas que gobiernan Arras. Eso sí, lo que Adelice no sabe es si se puede fiar de ellos, ¿serán amigos o nuevos enemigos?
En Entre dos mundos dejamos atrás el luminoso, moderno y aparentemente perfecto Arras para conocer La tierra. Oscura, peligrosa y siendo saqueada constantemente por la Corporación para mantener en pie Arras, ese mundo que, al final de Las tejedoras de destinos, descubrimos que era artificial. Con el cambio de escenario, también cambiamos de tono y de problemas, aunque sí que se repite el hecho de que Adelice no sabe en quién puede confiar.
El descubrir el estado de La tierra es algo muy interesante, pero sobre todo lo son las múltiples revelaciones que vamos descubriendo junto al trío protagonista. En esta segunda parte, Gennifer Albin no se corta a la hora de explicar el origen de Arras y, la verdad, mola muchísimo el que todo fuera un experimento tras la Segunda Guerra Mundial. Al igual que me pareció muy interesante la diferencia temporal entre un mundo y otro, sobre todo por las posibilidades que hay en cuanto a la trama y porque significa drama, que en una historia nunca viene mal.
Eso, por no contar con cierto giro inesperado que me dejó loquísima, pero que funciona muy bien, sobre todo porque supone algo totalmente nuevo para Adelice, que no gana para disgustos.
Quizás Entre dos mundos peca un poco de irregular en cuanto al ritmo, pero eso no quita que se lea con rapidez y que se disfrute de principio a fin. A mí la verdad es que, cada vez que me pongo a leer esta saga, prácticamente no puedo parar. Además, los momentos de pausa eran también necesarios para que los protagonistas digirieran las distintas situaciones y se hicieran preguntas sobre las motivaciones de los demás, cosas raras que veían, etc. Claro, también eran necesarios para avanzar en el frente sentimental, porque entre los dos hermanos enfrentados y el triángulo amoroso, Gennifer Albin tenía que ir tratando las relaciones entre los distintos personajes.
Triángulo que, por cierto, a mí sí me ha gustado cómo se ha desarrollado. Sí que creo que es un poco precipitado, pero, bueno, lo que es la actitud de Adelice me ha parecido lógica y comprensible. Desde la primera parte, por mucho que Adelice apostara por su relación con Jost, sentía atracción por Erik y confiaba en él. Es decir, que los sentimientos hacia Erik se habían ido desarrollando desde que se conocen, lo que pasa es que ella apuesta por Jost a quien quiere y eso hace que, en esta segunda novela, tanto Adelice como Erik mantengan las distancias, a pesar de que Adelice y Jost se van distanciando.
Porque, vamos, Jost no puede ser más petardo porque no se entrena. No es una cuestión de que Jost se vaya y Adelice se tire a brazos de otro, como he leído en algunas reseñas, es una cuestión de que antes de que Jost se vaya, no ha dejado de tratarla mal. Durante media novela Jost no deja de cercarla, intentar frenar cualquier tipo de decisión o movimiento que quiere hacer Adelice, eso sin dejar de rechazar su avances físicos (y no por buenos motivos) y montarle un pollo tras otro. Además, por mucho que quiera recuperar a su hija, lo que es comprensible y lícito, tampoco puede exigirle a Adelice que haga lo que él quiera y que se convierta en la madre de su hija.
Si Jost nunca me gustó porque era un soso, aquí he acabado harta de él y de sus intensidades. Por eso, creo que se entiende bien que los dos se estaban distanciando y que Adelice decidiera mover página: ella, por mucho que está dispuesta a hacer lo que sea para reunir a Jost con su hija, no quiere ejercer de madre (lógico también, que es muy joven) y ninguno de los dos iba a cambiar de opinión en el futuro, así que la ruptura era inevitable.
Como he dicho, sí que es cierto que el tiempo de duelo es corto, pero, bueno, no es que tengan mucho tiempo, la atracción siempre ha estado ahí y Erik siempre ha sido un apoyo. Además, la revelación de que Erik puede tejer (¡lo sabía!) y cómo acabó en el Coventri, hacen que la confianza entre ellos crezca.
Así que, sí, estoy bastante contenta con cómo se ha desarrollado el triángulo en esta segunda parte. Habrá que ver qué pasa en la tercera, sobre todo tras ese final tan angustiante. ¡Ay, Adelice, pobrecita!
Pues eso, que Entre dos mundos me ha gustado mucho y estoy deseando leer la última parte para saber cómo termina todo.
El próximo lunes literario estará dedicado a... Crónicas de Fortuna II. El recuerdo del mago de Javier Ruescas.
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