miércoles, 25 de febrero de 2015

A través de las puertas del tiempo

Ayer por fin fue el día. Ayer TVE estrenaba su nueva serie, El ministerio del Tiempo, un producto arriesgado que, al fin, se alejaba del confort de las temáticas habituales en las series españolas, que últimamente apenas salen de historias de época, comedias que hacen gala de nuestro humor patrio y otras más policíacas. En este caso, gracias a los hermanos Olivares, tenemos un serie de aventuras, fantasía y ciencia-ficción donde un grupo de personajes viaja en el tiempo para mantener la historia tal y como ocurrió.

¿A qué el planteamiento es guay?

Pues bien, la serie lo es aún más. Básicamente El ministerio del Tiempo mola un huevo. Sí, lo sé, no es algo muy elaborado, pero resume perfectamente la opinión que me suscitó el episodio piloto que vi ayer. Mola un huevo y ahora mismo es la serie que más ganas tengo de ver, lo que es mucho decir porque últimamente hay series españolas muy, muy chulas.


Entonces, una vez aclarado el tema principal, que es que El ministerio del Tiempo mola un cojón y que debéis verla, pasemos a hablar un poco en profundidad sobre ella.

La historia arranca con Alonso de Entrerríos (Nacho Fresneda), un soldado de los Tercios de Flandes, que va a ser ejecutado injustamente. Mientras aguarda su muerte, un hombre (Juan Gea) va a verle y le ofrece una alternativa: para el mundo habrá sido ajusticiado, pero en realidad seguirá vivo y tendrá una nueva vida trabajando para su patria.

Después, avanzamos hasta el siglo XIX donde conocemos a Amelia Folch (Aura Garrido), una de las primeras mujeres en la universidad, lo que hace que no termine de encontrar su sitio en la sociedad que le ha tocado vivir. A Amelia la visitará Irene Larra (Cayetana Guillén Cuervo) para ofrecerle un trabajo que, de paso, le abrirá las puertas a un mundo nuevo donde podrá saciar su curiosidad y desarrollarse aún más.

Finalmente, en el año 2015 conocemos a Julián (Rodolfo Sancho), un enfermero del Samur que lleva tres años viudo y no logra superar la pérdida de su esposa. Eso hace que se arriesgue al entrar en un edificio en llamas, donde se encontrará con tres hombres vestidos al estilo decimonónico. Dos funcionarios van a buscarlo porque necesitan su ayuda para identificar a dichos hombres y, de paso, acabarán fichándolo para trabajar en El ministerio del Tiempo, una organización secreta del gobierno, que data de tiempos de Isabel la Católica, que viaja a través del tiempo para asegurarse de que nadie cambia la historia ya establecida.


Y eso serán como... no sé, los quince primeros minutos de la serie, calculo. Porque El ministerio del Tiempo tiene uno de los pilotos más efectivos que he visto nunca: no sólo cumple con la presentación de todos los personajes principales, sino que está lleno de ritmo y aventuras desde el principio y sin dejar de lado las pertinentes explicaciones en las que se basan los viajes en el tiempo.

Durante lo que dura el episodio (que a mí me pareció un suspiro) no hay tiempo para aburrirse, pues enseguida los protagonistas deben hacer frente a una amenaza. En este caso, que un soldado francés, al descubrir cómo termina la guerra de la independencia, decide asesinar a Juan Martín Díez, El empecinado, para cambiar el transcurso de la historia. Como veis, El ministerio del Tiempo tiene ese añadido de jugar con personajes reales, que es uno de los elementos que más me gustan de otra gran serie de viajes en el tiempo, Doctor Who. De hecho, en el avance de los siete episodios restantes que forman la primera temporada, nos enseñaron a qué personajes históricos vamos a conocer.


Pero me estoy adelantando (es que tengo muchas ganas de ver el segundo episodio), porque a lo que iba es que el guión de este primer capítulo es tan redondo que compagina muy bien tanto los distintos elementos de la serie, como la dualidad entre aventura y desarrollo de los personajes.

Así, tenemos una pequeña subtrama de la mano de Julián que resulta muy, muy humana. ¿Quién no habría intentado volver a ver al amor de tu vida si en tu presente ya ha fallecido y puedes viajar en el tiempo? Pues eso. Además, los hermanos Olivares lo escriben tan maravillosamente bien que, aunque podían haber caído en el exceso, en ser lacrimógenos y cursis, son escenas emotivas, de esas que llegan al corazón y te arrancan una sonrisa. De verdad, muy, muy bonita toda esa parte.

Encima, Rodolfo Sancho estuvo magnífico, haciéndote creer que, de verdad, estaba completamente enamorado de su mujer y lo muchísimo que la ha echado de menos.

A decir verdad, todo el reparto está maravilloso. Quizás, de momento, Aura Garrido queda un poco eclipsada, más que nada porque su personaje es el menos agradecido. Y es que menudo equipo nos han planteado: Julián no sólo protagoniza la gran historia de amor del episodio piloto (muy originalmente contada, además), sino que al ser de nuestra época es con quien más se empatiza y también tiene puntos muy divertidos; el constante asombro de Alonso es también muy divertido y Nacho Fresneda no puede estar más natural en el papel; Jaime Blanch interpreta al subsecretario y es que ese hombre tiene una presencia increíble, yo no puedo dejar de sentir debilidad por él; y el Ernesto de Juan Gea, que parece sacado de Men in black, es el típico personaje resolutivo y badass que mola un montón.


Aunque, ojo, si alguien destaca por encima de los demás es Irene Larra, que es grandeza desde ya. Cayetana Guillén Cuervo está fabulosa, tiene una clase y una elegancia completamente magnética y su personaje te gana desde que aparece. Grande, muy grande esta mujer, sí, señor.

Otra que apunta maneras, aunque de momento la hemos visto poco, es Natalia Millán, cuyo personaje viene envuelto en misterio y que parece que traerá la trama a largo plazo. Y, por cierto, quizás son paranoias mías, no lo negaré, pero yo juraría que su personaje, Lola, y el de Irene fueron amantes en el pasado. Que sería algo que me gustaría mucho, por cierto, ya que ver a esas dos pedazo de actrices compartiendo esa trama sería total.

De momento, de esa trama a largo plazo sólo hemos tenido la presentación, pero creo que podrían darnos algo muy potente y, la verdad, confío en ellos.


Porque, además, El ministerio del Tiempo no sólo goza de un guión impecable, sino que su factura está al mismo nivel. Es increíble tanto la fotografía, como el ambiente y, sobre todo, los efectos especiales. Poco a poco en España se están mejorando, pero, por ejemplo, hasta series técnicamente muy buenas como Velvet o Cuéntame tienen cromas que se notan. Yo no me suelo quejar de esas cosas, más que nada porque creo que lo principal es el guión y la interpretación y, encima, tras ver Once upon a time en Wonderland hasta los cromas del antiguo Sé lo que hicisteis me convencen, pero sí que creo que en El ministerio del tiempo se han lucido completamente con ellos.

Tanto el edificio en sí, como las distintas épocas que pudimos ver, incluso la caracterización de los personajes está increíblemente bien hecho. Aunque los personajes se disfrazan para viajar al pasado, y ellos se sientan así, disfrazados, la ropa no lo parece.

Y ya sólo me queda comentar un apartado, algo que me gustó muchísimo y es que El ministerio del Tiempo no sólo es entretenida, que lo es, sino que también es muy divertida. Está llena de situaciones en las que los protagonistas, al ser de distintas épocas, crean conflictos de lo más divertidos y los guionistas saben sacarles provecho. También hay muchas referencias, sobre todo por parte de Julián, que es el personaje que es contemporáneo del espectador, así saca a relucir Terminator o, estando en el pasado, se hace llamar Curro Jiménez.


Uno de mis guiños favoritos fue el que llamaran a Alonso “Capitán Alatriste” y él estuviera completamente perdido, aunque luego acabara encontrando el libro al visitar una librería. Muy grande, en serio.

Al igual que los continuos comentarios a cómo es España y sus funcionarios: les quitan las pagas de Navidad, les mandan a una misión sin preparación ni nada... También saben jugar muy bien con las nuevas tecnologías: el decir que la gente del pasado se adecua muy bien a ellas, aunque luego se enganchan a las redes sociales y ya es algo más problemático; el que apague el móvil que usan si se le vuelve loco o la grandísima aplicación de móvil para saber a cuándo lleva cada puerta.

Vamos, que para El ministerio del Tiempo sólo tengo halagos y para vosotros, de nuevo, la recomendación de que la veáis porque, en serio, es una de las mejores series que he visto. Series, en general, no matizando españolas.

Así que no se a qué estáis esperando: ¡corred a verla, insensatos!

martes, 24 de febrero de 2015

Terciopelo rojo, terciopelo verde

Una de mis novelas favoritas es La historia interminable de Michael Ende, a la que guardo un tremendo cariño. Recuerdo ser una niña y alucinar cuando abrí la novela, que mi padre me dio, y vi que estaba escrita no en negro, sino en verde y rojo.

¿Y a qué viene esta introducción?

Bien, en La historia interminable cada color dejaba claro en qué mundo transcurría la acción, separando ambas partes de forma muy visible. Hay muchas series que juegan mucho con esa dualidad de dos mundos distintos (en Downton Abbey, por ejemplo, hay esa distinción que había entre la muy anterior Arriba y abajo entre señores y criados o, por poner otro ejemplo donde es incluso más literal, en Once upon a time tenemos una parte ambientada en nuestro mundo y otra en el Bosque Encantado) y luego está Velvet que parece dos series fusionadas en un mismo producto.


Una, de color rojo, la que nos cuenta la historia principal, ese sucedáneo de drama romántico que está, en líneas generales, muy mal escrito. No es la primera vez que digo esto, ya lo sé, pero supongo que soy una ilusa y siempre tengo la esperanza de que los guionistas de Velvet me sorprendan. La cuestión es que esta segunda temporada ha dejado más claro que nunca que esa parte dramática, la trama principal, no sólo no tiene ni pies ni cabeza, sino que no está ni bien escrita.

Sólo hay que echarle un vistazo, por ejemplo, al personaje de Isabel (la madre de Alberto), que desde que aparece está creada para que nos dé pena. Pobre Isabel, que su marido la dejó por otra, jodiéndole la vida tanto que ni siquiera pudo conocer a su hijo hasta que era un hombre hecho y derecho. Voy a obviar la cuestión de por qué no volvió antes, tragándome que Rafael le haría algo muy chungo si osaba acercarse a Alberto, pero es que manda huevos que alguien que viene con ese mensaje lastimero, no sólo no muestre empatía alguna con una mujer en su misma situación (Cristina), sino que anima a su hijo a que haga lo mismo que lleva toda la temporada reprochándole a su difunto marido. Con un par, di que sí, ¡viva la coherencia!


Cierto es que la coherencia no es algo que se dé mucho en Velvet, pero aún así me crispa como se empeñan en dejar a Alberto y Ana como héroes románticos, como esas pobres víctimas de las circunstancias.

Y una mierda.

La única víctima en toda esta situación es Cristina. Punto. Es cierto que en esta segunda temporada Ana ha pasado de ser odiosa a ser un mueble que no interesa, lo que voy a considerar un adelanto, sobre todo si tenemos en cuenta la evolución de su amado. Porque por más que el piloto interpretado por Peter Vives se despidiera intentando dar miedo, el único villano en Velvet es su supuesto héroe, Alberto Márquez.

En realidad, Alberto es un maltratador. Sí, no le ha pegado a Cristina, pero en mi opinión el maltrato no es sólo golpear y las continuas humillaciones a las que sometía a su esposa para mí constituían un maltrato psicólogico. Cristina lo ha dado todo por Alberto, incluso la mayoría de los aciertos de su marido en lo profesional se han debido a ella (recordemos que fue Cristina quien convenció a Raúl de la Riva para que le diera una oportunidad a las galerías), y lo único que han recibido son gritos, broncas sin venir a cuento y un feo tras otro. Era deleznable de ver como, tras que se descubriera que Alberto le fuera infiel con Sara Ortega, él jugara el papel de víctima o como, tras saber la verdad, Cristina permanecía al lado de Alberto, ejerciendo de enfermera de su madre, y ni siquiera le permitieran ayudarla a elegir un vestido, tarea que delegaron en Ana.


Lo último ha sido esa bronca completamente fuera de lugar porque Cristina organizara el velatorio de Isabel. A ver, majo, ¿tú no querías presumir de madre que hasta le pediste a Cristina que organizara una cena para hacerlo? ¿Pues ahora de qué vas? O sea, le pones los cuernos a Cristina, ella descubre que su matrimonio fue siempre una farsa y, aún así, sigue a tu lado, ayudándote en todo lo posible, ¿y tu reacción es gritarle y humillarle en público una vez más?

Jo, en serio, estoy súper enamorada, qué hombre.

Que se note la ironía, claro está. De hecho, Alberto es tan sumamente desagradable que, en su otro gran conflicto, no puedo evitar ponerme de parte de Patricia. Sí, Patricia no es una buena persona, disfruta siendo una zorra y se ha buscado a pulso que Bárbara haya jurado destrozarla y que Alberto pase de ella. Pero, a diferencia de la gran mayoría de personajes, Patricia es mucho más complicada o, al menos, Miriam Giovanelli sabe darle matices que la hacen más interesante. Porque yo veo mucha soledad en Patricia, veo que nunca nadie la ha tratado bien y que, en cierta manera, es una zorra para defenderse del mundo.

De hecho, el que haya acudido a Alberto en este último episodio sólo demuestra que de verdad sentía algo por Enrique, que su traición le ha dolido aunque no lo diga en voz alta. Lo triste es que Patricia es mucho más capaz que los otros dos estúpidos, que se creen tan buenos empresarios, juntos.


Y como Patricia es un personaje tan impredecible, parece que la tendremos prometida en la tercera temporada. ¿Con quién? Pues ni idea. La verdad es de las historias que más me llaman la atención, al igual que la venganza prometida por Bárbara.

Resulta curioso como, a veces, los guionistas de Velvet son capaces de llevar a cabo genialidades como lo que han conseguido con Bárbara. Bárbara llegó a la serie como se mantuvo: sin pelos en la lengua, una personalidad fuerte y haciendo gala de ser una zorra implacable. Sin embargo, también han conseguido, pese a todo (en especial los muy injustos ataques a Clara), que sea una víctima, que caiga bien y que muestre que había algo más debajo de esa fría arrogancia.

Que, por cierto, ¿qué les dará Enrique para levantar tantas pasiones? Es todo un expediente x, ya que no deja de ser otro capullo.

Y si con Bárbara han hecho un gran trabajo, al igual que con Patricia, no se puede decir lo mismo del giro sorprendente del piloto. Digo sorprendente por no decir directamente que se lo han sacado de la manga de un episodio a otro y se han quedado tan tranquilos. Resulta curioso, además, si tenemos en cuenta que en otra serie de la misma cadena tiene una historia similar, pero muchísimo mejor llevada. Cierto es que Amar es para siempre tiene más episodios a su disposición, pero han ido insinuando lo que en realidad es Juanillo, en vez de soltarlo de bocajarro cuanto tocaba despedirlo para, como no, juntar a nuestros pobres héroes.

"Que de repente estoy mu' loco... y, si no, desmiéntemelo."
Ha sido ver la foto y no poder evitarlo, xD.

Pues que les vaya bonito, no es que me interese demasiado. Aunque, eso sí, exijo desde aquí un maromo que quiera a Cristina y la haga feliz, que manda narices que la mejor persona de toda esta parte sea la auténtica perdedora.

Por suerte, en Velvet esa otra parte, la escrita en verde, la comedia y la magia que consigue engendrar tanto cariño que se les perdona todo. Porque es cierto que, pese a que está infinitamente mejor llevada, la parte de los secundarios tiene ciertos defectos.

El principal sería que prácticamente todos los secundarios se dedican a correr en círculos, como si fueran los personajes de Alicia en el País de las maravillas, sin llegar a ningún sitio, sin llegar a secarse. O, en este caso, a mojarse. Una temporada más ha pasado y, en líneas generales, no ha cambiado nada. Clara y Mateo, por ejemplo, siguen siendo una de las mejores parejas de la serie y yo diría que él es el auténtico galán de Velvet, pero los pobres siguen parados en ese ni contigo, ni sin ti.

Por suerte, el tira y afloja entre ellos dos y la brutal química entre Marta Hazas y Javier Rey son tan divertidos que, pese a no avanzar, no cansan. Todo lo contrario. Pues, para mí, la escena más romántica del final de temporada fue esa aparición de Mateo en el pueblo, con canción incluida, para recuperar a Clara de nuevo.


Cierto es que se ha avanzado un poquito en otros frentes, despacio, pero algo ha avanzado. Luisa ha dejado de ser la doliente viuda de la primera temporada para unirse a esa panda de personajes más graciosos y agradecidos y, la verdad, es que ha ganado mucho. Además, se agradece ver a Manuela Vellés sonriendo y acabando hastiada gracias a Jonás, que ha sido de lejos el mejor fichaje de esta segunda temporada. Llorenç González se ha vuelto a ganar mi corazón con un personaje muy distinto a su mítico Andrés de Gran hotel: caradura, bruto, encantador... Larga vida a Jonás, a su relación con Luisa y que vuelvan a cantar a dúo algún día, por favor.

Por su parte, Blanca ha superado a Max y yo me alegro porque esa parte nunca llegó a gustarme, aunque la pobre, para variar, no gana para disgustos. Alentada por Isabel, regresó a los brazos de Esteban Márquez (ay, Ginés García Millán, qué hombre), que resultó ser un traidor y un espía empresarial. Algo que estaba más que cantado, pero que conlleva dos cosas: una, Alberto heredó la inteligencia de su madre; dos, parece que al final se atreven a recuperar a los Almacenes Oxford y a la tía de Alberto, elementos que desaparecieron sin más en su día.


Espero que de esta decidan darles una oportunidad a Blanca y Emilio porque ambos se merecen encontrar a alguien que les comprenda y les quiera y que sea bueno para ellos, que los pobres menudo historial tienen. Eh, yo lo veo.

Y me he dejado para el final a los protagonistas absolutos el final de temporada, la parte más conseguida y la que, creo, nos merecíamos los espectadores. Sí, estoy hablando de la boda de Pedro y Rita. Personalmente, no estoy demasiado convencida con los tiempos de esta trama. Durante toda la temporada han mantenido la más que absurda situación con Rosamari que, de nuevo, no tenía demasiado lógica. Podría comprar que a Pedro se le fuera la pinza y no llegara a recular jamás, enredando la situación haciendo gala de una estupidez casi infinita. Pero, jolín, ¿y Jonás que lo sabía todo? ¿Acaso el primo, muchísimo más espabilado que Pedro, no podría haber abierto la boquita?

Pero, bueno, como ya he dicho más arriba, les perdono todo, sobre todo por ese magnífico y divertidísimo episodio en que Pedro, al fin, reaccionó. La no boda de Pedro y Rosamari fue tremendamente divertida y el beso con Rita fue tremendamente romántico, al igual que la precipitada boda.


Que, por cierto, qué guapísimos que estaban Adrián Lastra y Cecilia Freire. Y qué a la altura han estado durante toda la temporada, pues sí que creías que se querían con locura a pesar de terceros y sus propias paranoias.

Lo malo es que en el pequeño avance que ofrecieron al final del episodio (y que parecía totalmente sacado de Legend of Korra, por cierto) no contaron nada sobre ninguno de estos personajes, así que solamente nos queda hacer cábalas. Yo tengo ganas tanto de ver cómo va el matrimonio (¿seguirán viviendo en las galerías? ¿Tendrán que cuidar a Manolito a menudo?) como de que se decidan a introducir a Mateo en esa pequeña familia que son las hermanas con Pedro (por cierto, muy tierna la escena de Clara diciéndoles que les quería).

Y ahora ya sólo nos queda esperar a que las galerías abran sus puertas de nuevo.

Ay, cómo voy a echar de menos mi ración de Javier Rey semanal.

lunes, 23 de febrero de 2015

El umbral de la eternidad

Estas Navidades pude hacerme con el final de otra trilogía, que hay que ver lo bien que sienta el ir cerrando sagas poco a poco, oye. En este caso, como seguramente hayáis deducido por el título y la portada de la izquierda, se trata de la trilogía de Ken Follett The century que está formada por La caída de los gigantes, El invierno del mundo y, finalmente, El umbral de la eternidad.

El umbral de la eternidad retoma la historia dieciséis años después del final de la Segunda Guerra Mundial, la cual fue retratada en El invierno del mundo, presentándonos a la nueva generación de las familias que conocimos en La caída de los gigantes. Cada libro se ha centrado en cada generación, lo que resulta muy interesante, pues las motivaciones y formas de ser de cada una son distintas.

La verdad es que explicar el argumento de esta novela es un tanto complicado, ya que sigue la vida de los distintos miembros de cinco familias, cada una colocada en un lugar estratégico para que vivan los distintos momentos de la historia que abarcó los últimos cuarenta años del siglo XX. Así, asistimos al desarrollo de la Guerra fría por ambos frentes, el muro de Berlín, la guerra de Vietnam y también como, poco a poco, empezó a surgir el movimiento hippie con todo lo que eso conllevó.

He de decir que El umbral de la eternidad me daba un poco de... no miedo, pero sí cierto reparo. Durante las dos entregas anteriores las partes dedicadas a los rusos me aburrían sobremanera, así que temía que, al tocar la Guerra fría, tuviera que aguantar mucho a los rusos y aburrirme un montón. Pues bien, es cierto que los rusos y los americanos son los que más páginas ocupan, también que los primeros siguen siendo los que menos me interesaban, pero al menos en esta tercera parte no me han aburrido.

En este caso, Ken Follett se ha centrado en dos hermanos que ven el comunismo de forma muy distinta: mientras que Tania, que es periodista, está en contra y lucha por la libertad, Dimka cree que el comunismo únicamente necesita una mejora. Así, tenemos dos puntos de vista distintos y asistimos a los periplos de Tania por intentar denunciar la horrible situación de muchos rusos (en especial de un amigo suyo que es escritor), mientras que Dimka lucha por suavizar y mejorar un sistema en el que cree. Por desgracia, Tania tiene menos peso que su hermano en la novela, lo que me fastidió porque era un personaje que me interesaba muchísimo más.

La parte ambientada en los Estados Unidos es mucho más extensa, ya que abarca muchos más temas, además de ese enfrentamiento con Rusia: la lucha de los negros por conseguir al fin igualdad, la agitada política y el nacimiento del movimiento hippie y los conflictos que tuvo por combatir el comunismo. De hecho, es en Estados Unidos donde acaban la mayoría de los personajes, aunque no sean americanos.

Ken Follett arma muy bien semejante puzzle y nos regala un protagonista llamado George Jakes, que es negro y entra a trabajar al servicio de Bobby Kennedy para luchar por los derechos de su raza. En serio, está muy bien pensado porque así seguimos de primera mano las andanzas de personajes históricos clave como Martin Luther King o los hermanos Kennedy y también se viven momentos clave en la historia como los asesinatos de los tres citados, la crisis de los miles de Cuba y un largo etcétera.

Pero no sólo de política bebe El umbral de la eternidad, ya que la mayoría de los personajes jóvenes tienen otras inquietudes. Por un lado, tenemos a Jasper Murray, que directamente es lo peor, pero que desea ser periodista y eso hace que su historia sea interesante, sobre todo al recaer en América. Por otro lado, varios personajes están interesados en el mundo del arte, en concreto los hermanos Williams: Evie es una actriz comprometida con la política y la sociedad, mientras que su hermano Dave (que sufre dislexia aunque ellos no lo saben) forma un grupo musical que será un éxito.

Personalmente he disfrutado mucho leyendo como luchaban por seguir sus sueños, también lo que ocurría una vez los alcanzaban. Aunque, de nuevo, me he quedado con ganas de saber más sobre ciertos personajes, a los que Ken Follett no da tanta cancha.

Quizás se debe a que Ken Follett ha optado por centrarse en ciertos personajes, casi todos los descendientes masculinos (George Jakes, Dave Williams, Walli Franck y Dimka Dvorkin), pero me han resultado mucho más interesantes y estimulantes las chicas, que ocupan menos páginas y gozan de menos puntos de vista. Como he dicho, quizás sea por ese misterio que, en cierta manera, las envuelve a todas, pero sí que me ha parecido que han estado un poco desaprovechadas en general.

Al igual que me ha parecido que la parte de Alemania ha sido más breve de lo que me gustaría, sobre todo porque era la que más disfrutaba. Además, ha sido en Alemania donde más cancha ha dado a los personajes femeninos y eso se agradecía porque Ken Follett sabe escribir grandes chicas (Daisy Peshkov tuvo la trayectoria más interesante y mejor llevada de El invierno del mundo).

Otra cosa que no me ha terminado de convencer ha sido el final. El epílogo es muy emocionante y cierra con maestría tanto la novela como la saga, pero sí que he echado de menos que no concretara los finales de la mayoría de personajes. Entiendo que al ser final de saga, al no tener que crear a la siguiente generación, no haya dejado a todos los personajes encarrilados, pero aun así me he quedado con la sensación de que falta algo, como si lo hubiera terminado con puntos suspensivo en vez de con punto final.

En general, El umbral de la eternidad me ha parecido una buena novela, llena de personajes muy bien perfilados, con un gran dominio del ritmo y muy entretenida. Siempre estaban ocurriendo cosas, los personajes siempre iban hacia delante y más o menos todos me interesaban. Por eso, me ha gustado muchísimo más que La caída de los gigantes, pero no llega al nivel de El invierno del mundo.

Para mí, la segunda novela le quedó perfecta: entretenida, buen ritmo, los personajes llevaron una gran evolución y, además, tenía la dosis justa de romanticismo. Las historias de amor de Daisy y Lloyd por un lado y Carla y Werner por otro me parecieron sencillamente perfectas: emocionantes, bonitas, llenas de escenas para recordar, con mucho sentimiento... Aquí, en El umbral de la eternidad, ninguna de las relaciones que propone el autor tiene ese encanto y yo lo he echado de menos.

El umbral de la eternidad supone una grata sorpresa, una novela histórica que te atrapa desde el principio y te pasea por los acontecimientos más relevantes de la Guerra fría. Un buen final para una trilogía que es muy recomendable y es que Ken Follett no decepciona cuando se decanta por los dramas históricos.

El próximo lunes literario estará dedicado a... Llévame a cualquier lugar de Alice Kellen.

viernes, 20 de febrero de 2015

Into the woods, Rob Marshall, 2015

Tenía pendiente esta entrada desde la semana pasada, pero yo a mi ritmo, a lo loco. La cuestión que es fuimos a ver Into the woods, la nueva propuesta de Disney, que además es la adaptación cinematográfica de un musical de Brodway. Pero, ojo, no es el típico musical, ni mucho menos es una película Disney al uso, de hecho diría que Into the woods es una de las películas más rara que he visto nunca.

Into the woods nos cuenta la historia de varios personajes que conocemos muy bien porque hemos crecido con sus historias, pero a su manera, como si fuera un crossover de los cuentos tradicionales.

Una pareja de panaderos (James Corden y Emily Blunt) lo que más desea en el mundo es tener un hijo, pero no lo consiguen. Un buen día, una bruja (Meryl Streep) se aparece en su panadería y les explica que sobre la familia de él pesa una maldición que ella misma conjuró cuando, tiempo atrás, su padre le robó verdura de su jardín sólo porque su madre, que estaba embarazada de una niña (que la bruja después se quedó), tenía antojo. La bruja les pide que consigan ciertos ingredientes para un hechizo, a cambio de que ella rompa la maldición: una vaca blanca como la leche, una capa roja como la sangre, pelo amarillo como el maíz y un zapato tan puro como el oro.

Para buscar los cuatro ingredientes, los panaderos se integran en el bosque, aunque no son los únicos: Caperucita roja (Lilla Crawford) va a la casa de su abuelita y se encuentra con el lobo (Johnny Depp), Jack (Daniel Huttlestone) debe cruzarlo para ir al pueblo de al lado y vender su querida vaca y, mientras un príncipe (Billy Magnussen) conoce a Rapunzel (MacKenzie Mauzy), otro príncipe (Chris Pine) va en busca de Cenicienta (Anna Kendrick) que se ha marchado del festival del rey, a pesar de que su deseo era ir.

Y ahí está la palabra clave: deseo. Porque Into the woods trata sobre todo ese dicho que reza “cuidado con lo que deseas”, como bien se puede leer en el póster de la película (sí, me he dado cuenta al releer la entrada, bien por mí). Todos los personajes desean algo y eso marca la película que tiene dos partes claramente diferenciadas: la primera, que trata sobre cómo intentan cumplir sus deseos; la segunda, que cuenta qué hay después del final feliz, es decir, las consecuencias de dichos deseos.


Porque esto, como he dicho antes, es una adaptación de los cuentos clásicos, no de las películas Disney. Es decir, por mucho que pueda parecerlo, no tiene absolutamente nada en común con la serie Once upon a time, más allá de que mezclan personajes de distintas historias en una nueva.

Into the woods es oscura, inquietante y macabra y, sobre todo, no es nada recomendable para niños. No es que haya escenas muy fuertes o sangre como si fuera una película de Tarantino, ya que los responsables de la cinta son mucho más sutiles y muchas veces insinúan más que muestran (no vemos como la madrastra de Cenicienta le corta el talón a su hija para intentar ponerle el zapato, pero te dejan claro que lo hace). Básicamente no creo que un niño vaya a entender Into the woods... Qué narices, había cosas que me dejaron loca a mí en plan: WTF?!

De hecho, he de admitir que no tengo muy claro si Into the woods me ha gustado o no. La vi hace dos semanas y, aunque la he digerido y he pensado bien ella (para escribir la entrada, que yo escribiré tonterías, pero las pienso ;P) y no termino de decidirme.


La balanza se inclina hacia el sí, ya que considero que todo aquello que me dejó completamente a cuadros está hecho a propósito, lo que hace de la película algo muy original, que se sale del molde.

Y es que Into the Woods tiene mucho subtexto y esconde tras palabras y hechos en apariencia blancos un mensaje oculto mucho más oscuro. Así, cuando Caperucita habla, mejor dicho, canta sobre su encuentro sobre El lobo no está contando en realidad esa historia precisamente... Nop, para nada. O, por ejemplo, el príncipe de Cenicienta, más que encantador, resulta inquietante, como si fuera un depredador sexual o un Christian Grey retratado como debe de ser (no disfrazándolo de héroe romántico, vamos).

Eso sí, el número musical que protagoniza junto al otro príncipe (y que yo sospecho que está patrocinado por Danielle Steel o cualquier otra autora de novela romántica-erótica) es lo más y una se puede morir de la risa. Un aplauso para Chris Pine por no matarse en el río, mientras forzaba posturitas y se abría la camisa con dos manos. Sí, eso pasa, no me lo estoy inventando.


Y no sólo Chris Pine lo da todo, sino que todos los actores se entregan a sus personajes, por mucho que la gran mayoría de ellos sean tontos de remate. Es el pobre Jack el que se lleva el calificativo, pero casi todos los son, para qué mentir. De hecho, creo que salvo la bruja y la mujer del panadero no se salva nadie de ser un poco (o mucho) idiota. Eso sí, aunque creo que todos están muy bien y defienden sus personajes con soltura, para mí la gran estrella de la película es Meryl Streep, que sencillamente es una diva y está fantástica. Muy grande ella.

De hecho, la única nota discordante en el reparto es Johnny Depp, que aparece poco y no me terminó de cuadrar ni con la película, ni con el resto de actores. No sé, me pareció un poco fuera de lugar.

En cuanto a la música, que corre a cuenta de Stephen Sondheim, pues me pareció que era un poco monótona, como si todas las canciones tuvieran prácticamente la misma melodía. Tampoco eran canciones que se pegaran demasiado (a excepción de ese I wish tan repetido a lo largo del metraje) y, la verdad, ahora mismo no recuerdo la melodía de ninguna. Aunque sí que resultaban agobiantes en muchas ocasiones, lo que me parece acertado porque se supone que el interior del bosque es así, oscuro y agobiante.

Si queréis ver una película diferente y un cuento de hadas muy alejado de lo habitual, deberíais darle una oportunidad a Into the woods. Además, seguramente acabaréis echándoos unas risas, aunque sólo sea al flipar con lo que estáis viendo. En serio, cuando veáis el número musical de Caperucita Roja contándole al panadero su encuentro con El lobo, vais a flipar en colorines. Palabra.

jueves, 19 de febrero de 2015

La muy sospechosa familia Vega

Una comunión celebrada únicamente por miembros de una familia en el restaurante de la misma y, sin que nadie se dé cuenta, una de las niñas desaparece. Así es como comienza Bajo sospecha, la nueva serie del binomio Antena 3-Bambú que, en  esta ocasión, apuestan por el thriller y yo que me alegro, porque me gusta mucho el género... y de paso veo a Yon González, que nunca está de más, aunque esa ya es otra cuestión.

Bajo sospecha, como ya he dicho, nos cuenta la desaparición de Alicia Vega el día de su comunión en el restaurante familiar. Tras diez días en los que no ha habido ningún avance en el caso, el comisario Casas (Lluís Homar) decide infiltrar a dos policías en el pueblo para que investiguen qué a sucedido: Laura (Blanca Romero) será la nueva tutora de la clase de Alicia, aprovechando que la anterior está de baja por depresión, y Víctor (Yon González) será su marido y acabará de camarero en el restaurante de los Vega.


El punto de partida no es especialmente novedoso, pues varias series se basan en la desaparición o asesinato de un niño (la británica Broadchurch, la danesa The killing, la española Desaparecida que también es de Bambú...), pero sí que me resulta interesante que hayan optado por infiltrar a los policías en el pueblo. Así, además de la investigación pertinente, les veremos llevando esa doble vida donde deben fingir que son un matrimonio, aunque en realidad apenas se conozcan.

Y es que, al menos de momento, la dinámica entre Víctor y Laura es de lo mejor de Bajo sospecha.

Desde luego, es aventurado juzgar con tan solo un episodio, pero sí que es verdad que en esta primera entrega la parte correspondiente a los policías ha sido contada con más tino y encanto que la que corresponde a la familia. Han bastado unas pocas escenas para saber cómo son Laura y Víctor y para que se establezca una relación entre ellos que promete darnos buenos momentos. No sólo tienen caracteres diferentes, sino que además son fuertes y su choque es muy divertido de ver.


Además Yon González y Blanca Romero tienen muy buena sintonía y funcionan muy bien juntos. Que Yon González es un gran actor no es ninguna novedad y, además, el papel de policía entregado, caradura y dispuesto a saltarse la ley si con eso ayuda a encontrar a Alicia le viene como anillo al dedo.

Su compañera en la ficción, Blanca Romero, ha sido la que se ha llevado los palos desde que se emitió el episodio. Quizás sea el punto débil, lo que es sencillo criticar, pues no es tan buena actriz como el resto y fue la única elección de casting que se puso en tela de juicio al conocerse. Sin embargo, yo creo que sí que cumple como Laura: se aleja lo suficiente de su Irene de Física o química, funciona con Yon González y vende muy bien el que se preocupa de verdad por los Vega. ¿Qué es seca? Sí, pero es que ese es su papel. Laura es una persona estirada, correcta, alguien que se siente incómodo y Blanca Romero lo transmite.

Y, desde luego, su interpretación no es tan obvia como la del resto del reparto.

Porque ahí viene el único problema que le he encontrado a Bajo Sospecha. Los planos y la fotografía son preciosos, el ambiente refleja muy bien el tipo de serie que es, pero tanto el guión como la gran mayoría de actores parecen desconocer el significado de la palabra sutilidad. Desde el instante en que comienza Bajo sospecha, toda la familia (con dos excepciones) se esfuerza como si le fuera la vida en ello en dejar claro que son sospechosos: miradas torvas, comentarios crípticos, gestos que llaman a desconfiar... Vamos, que ahora mismo no me cuesta ningún problema imaginarme a los Vega alrededor de una mesa, en un sótano, realizando prácticas satánicas porque únicamente les falta llevar un cartel que diga: ojo, que soy muy chungo.


Entre todo este plantel de sospechosos, únicamente destacaría a María Cotiello, que interpreta a Begoña, la esposa de uno de los hijos y que se diferencia del resto al ser la única que de verdad consigue resultar perturbadora.

Y, por el momento, los dos únicos que se libran de ese constante “soy un chungo de cojones” son uno de los tíos de Alicia y su madre. El primero, interpretado por un Armando del Río muy alejado a su Gus de Gran reserva (aunque igualmente efectivo), más parece un pobre desgraciado al que su familia tiene machacado y que siente debilidad por el alcohol, que una mala persona. La madre, una fantástica Alicia Borrachero, está en su justa medida y logra transmitir su dolor sin resultar excesiva, ni cargante, siento, hasta ahora, uno de los personajes con los que es más fácil empatizar.

Algo que tiene en común con Broadchurch, con la que le he encontrado varios parecidos: no sólo la madre de la víctima es de los pocos personajes transparentes y quien mejor representa la angustia de la situación, sino que todo el mundo parece sospechoso (y apostaría un brazo a que el padre aquí también tiene una aventura, en este caso con la cuñada inquietante), la pareja de policías son diferentes pero condenados a entenderse, incluso la fotografía recuerda a la serie británica.


Pero, vamos, Bajo sospecha parece que tendrá su propia identidad, pues en este episodio piloto hemos podido ver brevemente a Alicia, descubriendo que estaba en una cabaña en el bosque. A mí personalmente me sorprendió el verla, el que te dijeran que, al menos de momento, sigue viva, porque cambia el tipo de tensión de la serie. Si no sabes qué ocurre, te preguntas si estará viva o no, pero si por el contrario sí que lo sabes, se añade esa tensión de ver si sobrevive o no.

No parece que vaya a durar mucho la pobre niña, pero esa es otra cuestión. Sobre todo porque Bajo sospecha parece que va a ir por unos derroteros mucho más oscuros que el sencillo “quién lo hizo”. Lo poco que Laura ha descubierto sobre la víctima nos hace pensar en que a Alicia le pasaron cosas peores que un secuestro.

Esa oscuridad que se otea en el horizonte de Bajo sospecha resulta prometedora, al igual que otras características que la serie maneja con soltura como el ritmo o el saber crear ambiente. Hubiera sido muy sencillo el caer en la tediosidad, sobre todo en un episodio piloto que tiene que presentar a toda una familia, pero en Bajo sospecha han sabido introducir la historia sin que resulte pesada o aburrida. Además, se están tomando la presentación de la familia con calma, esbozando a los personajes poco a poco y dejando que te vayas haciendo a la idea de cómo son los Vega, más allá de ese grupo de chungos que se esfuerzan tanto en parecerlo.

lunes, 16 de febrero de 2015

Felices por siempre jamás

El año pasado descubrí a Stephanie Perkins y sus dos novelas me encantaron (Un beso en París y Lola y el chico de al lado), así que estaba deseando leer la última parte de su trilogía, Felices por siempre jamás. Además, he de decir que me encanta la portada que ha elegido Plataforma Neo (la encargada de traer estos libros a España) y que conserva la estética de los anteriores, no como la original que es fea a rabiar.

Y si en la primera parte tuvimos a Anna, en la segunda a Lola, en esta tercera tenemos a Isla, que es maravillosa... Y yo descubrí que el nombre se pronunciaba "Aila" no "Isla"... yo decía "dumbledore" literalmente, no os extrañéis de que sea tonta... Em... Y me estoy enrollando, así que directamente voy con la sinopsis.

Isla Martin está locamente enamorada de su compañero de clase Josh Wasserstein, un joven desastroso que se pasa la vida dibujando, desde que ambos empezaron en la escuela para estadounidenses en París a la que acuden. Eso sí, Isla es tan tímida que ya no es que no se haya declarado, sino que apenas puede hablar con Josh. Sin embargo, tras una visita al dentista, una buena dosis de medicamentos y encontrárselo en la ciudad de donde ambos son, Nueva York, Isla comienza a hablar con él.

Además, en otoño ambos comienzan su último curso antes de la universidad y para Josh todo ha cambiado, pues sus amigos ya han dejado la escuela. No obstante, Josh encontrará en Isla una amiga y algo más, aunque eso sólo hará que surjan más cuestiones: ¿el amor será suficiente? ¿Qué ocurrirá cuando el curso acabe? Y, sobre todo, ¿puede su relación funcionar a pesar de los propios problemas de ambos?

Como siempre, Stephanie Perkins no se limita a escribir una relación, sino que se toma muy en serio a sus personajes y sus trasfondos. Y es que los personajes de esta mujer son realmente increíbles: cercanos, encantadores, divertidos, profundos, adorables... En serio, es imposible no cogerle cariño a los personajes que aparecen en esta saga; al igual que lo es no sentirse identificado con los problemas de dichos personajes, ya que son muy reales y muy propios de la edad de los protagonistas.

En este caso, tenemos a dos personajes que no nos resultan desconocidos, ya que a ambos los conocimos en Un beso en París. Por un lado, tenemos a Isla, que es la protagonista y narradora, y por otro lado a Josh, que es el mejor amigo de Ètienne St. Clair.

Isla es un encanto de chica. En serio. Es tímida, espontánea, divertida, cariñosa, responsable e insegura. Tiene tanto luces como sombras, lo que hace de ella un personaje muy cercano. Además, Isla es muy transparente, la conoces prácticamente desde la primera página y tiene una evolución que me gustó mucho.

Josh, por su parte, es más difícil de conocer, ya que no ejerce de narrador y lo hemos a través de la perspectiva de ella. Y es cierto que Isla lo conoce mejor que la mayoría, pero Josh está en una situación delicada y hecho un lío y no es hasta que ocurren ciertas cosas que logra aclararse. Tanto él como Isla tienen sus defectos, ambos la cagan en su relación, pero eso no deja de ser muy normal y también el proceso para que ambos acaben madurando muchísimo.

De hecho, es que Felices por siempre jamás trata mucho el tema de madurar, de dar el siguiente paso y de perseguir lo que uno quiere sin perderse a sí mismo en el camino. Y es que tanto Isla como Josh comparten precisamente ese problema, aunque sean distintos y sus situaciones también lo sean. Josh está tan atrapado en sus sueños de futuro, en la promesa de una situación mejor, que no se da cuenta de cuánto está perdiendo en el presente, mientras que Isla, al principio, está tan cegada por Josh que eso le hace perder la perspectiva.

Cada novela de Stephanie Perkins es distinta, tanto en su tono como en los temas a tratar, pero sí que es cierto que las dos primeras tienen una estructura similar (desarrollar la relación entre los protagonistas hasta que acaban juntos), mientras que Felices por siempre jamás muestra lo que ocurre una vez los protagonistas están en una relación. De ahí que se centre en como ambos concilian los distintos aspectos de su mundo, a los que se les ha sumado la relación que mantienen.

Por eso precisamente me ha parecido muy original, sobre todo para ser una novela juvenil. También me lo ha parecido el mensaje que envía la novela, que el amor puede ayudarnos, pero que todo depende de nosotros mismos.

Además, Isla y Josh están rodeados de todo un mundo de personajes que son geniales: Kurt, las hermanas de Isla (Hattie en concreto es una ídola) y también aparecen los protagonistas de las novelas anteriores (sí, sale Étienne y es para morirse de amor, ainss). Así que Felices para siempre, en cierta manera, sirve como el final de una trilogía y es un final que es tan sumamente genial como los tres libros que la conforman.

Stephanie, escribe pronto cualquier cosa, por favor.

El próximo lunes literario estará dedicado a... El umbral de la eternidad de Ken Follet.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Siete episodios musicales que me gustaría ver

Yo aún sigo echando de menos el tener nuevos episodios de Galavant y voy por la vida cantando “we’ve got a secret mision” porque esa canción es grandeza. Pero la cuestión es que eso me ha dado la idea para esta entrada. Y es que en algunas series les da por hacer un episodio musical especial y puede tener más o menos sentido (Buffy, la cazavampiros), no desentonar porque es una absurdez de serie (Scrubs o Community) o ser una completa idea de olla (Anatomía de Grey... sólo la amiga Shonda podía cascarse un musical en una serie de médicos).

Y no os voy a engañar, me encantan esos episodios. Un montón. Me sé las canciones del musical de Buffy de memoria, por ejemplo. Así que aquí os traigo varias series que me encantaría que tuvieran un episodio musical.

Once upon a time


Creo que de todas las series actuales, Once es la opción más evidente: es una serie de Disney, que adapta películas Disney, está llena de magia y el que ahora tengamos a Cruella de Vil en el Bosque encantado deja claro que los guionistas no tienen ningún problema con dejar que se les vaya la pinza.

De hecho, siempre me he preguntado cómo narices no hemos tenido a estas alturas un musical en esta serie. Aunque, bueno, mis esperanzas están puestas en la quinta temporada, donde cumplirán 100 episodios, que es un momento muy como para hacer el musical. Total, se pueden inventar cualquier cosa para justificarlo: un hechizo que ha salido mal, un movimiento del malo de turno para tenerlos distraídos mientras hace algo muy malo o cualquier cosa. Y, venga, sería divertidísimo ver a personajes como Rumpel y Regina poniéndose a cantar sus sentimientos con cara de circunstancias, por poner un ejemplo.

Sabéis que molaría mil.

The good wife


Vale, vale, lo admito en The good wife un musical no tendría mucho sentido. Sin embargo, teniendo a Christine Baranski y Alan Cumming en el reparto es casi como una obligación. A ella la hemos visto en musicales como Mamma mia! o la más actual Into the woods y él salía en Burlesque y ahora interpreta al maestro de ceremonias de Cabaret en Broadway. Vamos, que material hay. Además, seguro que algún otro miembro del reparto también canta bien, que los yanquis en general de pronto se arrancan a cantar y te dejan flipada.

Además, en The good wife la música siempre ha sido importante y tienen una banda sonora increíble que encaja estupendamente. Incluso nos regalaron ese videoclip tan gracioso, resultado de un episodio que iba sobre los derechos de canciones y tal, el Thicky trick. Muy fan del videoclip (que os dejo en este link) y, sobre todo, de lo diva que es Christine Baranski con sus rulos y un plátano en la mano.

En este caso no habría tanta excusa a mano, pero, vamos, que Shonda Rhimes se sacó de la manga un accidente para justificarlo. Aquí no tendrían por qué ir a tanto, pues podría ser un sueño o bien un ataque de locura de Jacky, que últimamente está muy tranquilita.

Supernatural


Cierto es que en el episodio 200 de Supernatural hubo un musical, pero eran un montón de colegialas interpretando un musical basado en Supernatural. Sí, muy meta todo. Tiene sentido si ves la serie, que conste. Pero, vamos, que yo personalmente me sentí un poco estafada porque quería ver a Dean, Castiel y cía cantando ellos, no a chicas disfrazados de ellos. Además, al ser una serie de temática sobrenatural y, encima, una que nunca ha tenido miedo de hacer locuras (ahí tenemos los geniales Changing channels o The french mistake) pues como que pega.

Así que mi propuesta es la siguiente: el Thrickster (también conocido como Gabriel) vuelve a la serie y como es el cachondo que todos amamos, hace que nuestros protagonistas tengan que bailar y cantar les pese lo que les pese.

No me digáis que no molaría. Además, podrían traer a personajes secundarios de estos que molan como Charlie o Cain porque sus actores tienen experiencia en musicales: Felicia Day salía en Doctor Horrible’s sing along blog y Timothy Omundson es el rey Richard de Galavant. Jo, en serio, me dejan a mí y les preparo un pedazo de musical increíble... y haría el Destiel canon, pero eso ya es otra cosa.

Jane the Virgin


Otra que por temática a priori no le pega un episodio musical, pero admitamos que si alguien pudiera hacerlo, son los chicos de Jane the Virgin. Total, ya es una mezcla muy loca de géneros y tenemos a un montón de cantantes latinos apareciendo de un modo u otro (ya salieron Paulina Rubio y Juanes y Rogelio habló de su amistad con Gloria Stefan) y hemos visto a Xiomara cantando, así que tampoco sería tan raro que, sin venir a cuento, comenzaran a cantar canciones latinas a lo loco y arrancarnos unas cuantas carcajadas.

De hecho, yo me moriría de gusto al ver al grandísimo Rogelio de la Vega cantando algo como Maquíllate de Mecano (sí, por algún motivo me lo imagino cantando esa canción, mi cerebro y sus cosas) o una balada hipercursi en honor a Xo. Todo eso, mientras el narrador nos deleita con sus súper comentarios. Yo ya hasta me imagino a Rafael y Michael cantando Dos hombres y un destino, no lo puedo evitar.

Castle


En Castle ya tuvimos un pequeño número musical, cuando despidieron un episodio cantando Piano man. Y, sí, es una serie de crímenes sin elemento sobrenatural o de fantasía, pero se las han apañado hasta para hacer episodios ambientados en otras épocas, así que algo podrían apañar, sobre todo sabiendo cómo es Richard Castle. Podría ser un sueño, que es una excusa muy recurrida (o, si no, que se lo pregunten a los guionistas de Los Serrano).

Pero, vamos, que Nathan Fillion también apareció en Doctor Horrible’s sing along blog, Molly Quinn ha trabajado en producciones del Disney Channel (así que seguro que sabe cantar) y Stana Katic es tan maravillosa que seguro que canta bien. Así que material hay y sería muy divertido ver numeritos musicales en la comisaria o ver un interrogatorio cantado.

Flarrow (The Flash + Arrow)


Vale, aquí junto dos series en una. Total, los caminos de Arrow y The Flash se cruzan muchas veces, aunque sólo sea por menciones. Y, oye, si hay que hacer otro crossover para que los chicos de Starling city y los de Central city (esta gente se mata la cabeza con los nombres de las ciudades, por cierto) se alíen para cantar y bailar, pues se hace y punto.

La cuestión es que la semana pasada ya tuvimos un pequeño guiño musical cuando Caitlin se llevó a Barry a un karaoke a cantar Summer nights (best scene EVER, por cierto) y nos recordaron lo bien que canta la adorabilidad hecha hombre (aka Grant Gustin) que ya había salido en Glee. De hecho, juraría que Danielle Panabaker también sabe cantar.

Bueno, que me enrollo, la cuestión es que por algún tipo de metahuman o algún plan maligno del doctor Wells todos podrían ponerse a cantar y bailar. Sería muy gracioso ver a Oliver Queen haciendo eso y lo sabéis todos. Además, yo ya haría que Oliver y Felicity cantaran a dúo Come what may y así harían feliz a mi shipper interior y me matarían de amor.

Velvet


Normalmente me gusta incluir alguna serie patria en estas listas y, aunque he estado tentada de poner La que se avecina (de todas las series actuales, es la que más papeletas tiene de hacer algo así y ya han tenido algún número musical que otro como ese desternillante número de Estela cantando el mar está fresquibiris acompañada de Javi y Vicente), pero entonces he recordado el último episodio de Velvet y he tenido que cambiar de opinión.

Porque este lunes Luisa volvió a la radio a cantar, pero lo hizo acompañada de Jonás y el dúo moló un montón, las cosas son como son. Además, no era la primera vez que Velvet apostaba por un número musical, ya que en la primera temporada Raúl de la Riva cantó Blue velvet y se marcó un señor espectáculo. Y, claro, la posibilidad de Asier Etxeandía protagonizando un episodio musical de Velvet pues gana.

Además, sería un alivio muy necesario que pasaran de los dramas de los protagonistas para tener un episodio musical centrados en los que de verdad molan: los secundarios. Yo quiero ver no sólo a Raúl, sino a Mateo, Clara, Rita, Pedro, Jonás y Luisa cantando por las galerías. Y, eh, el señor Sacristán ha hecho varios musicales, así que talento tienen de sobra y cualquier excusa bastaría: no sé, Rita podría ver un musical en el cine e imaginarse el Velvet Musical o algo así.

Lo sé, de aquí a guionista, xDD.

Pero, no, en serio: ¿a vosotros qué series os gustaría que hicieran un episodio musical?

lunes, 9 de febrero de 2015

La noche del cazador

Estas Navidades me regalaron los tres primeros libros de la saga Psi/Cambiantes de Nalini Singh (pobre mujer, siempre escribo su nombre como el de la serpiente de Voldemort, tsk) y hoy os traigo la reseña de la primera entrega, La noche del cazador. Esta saga, por cierto, cumple el esquema de pareja por libro que comparte un mismo un universo. Además, al menos esta primera parte, tiene un final cerrado, pero mejor no me adelanto y primero os cuento de qué trata.

El mundo se divide en tres especies: humanos, Cambiantes y Psi. Estos últimos son los que dominan absolutamente todo, ya que son racionales hasta la médula porque, con la idea de que no pudieran cometer crímenes, renunciaron a sus sentimientos. Sin embargo, Sacha Duncan no es una Psi como las demás: ella está rota y sí que tiene sentimientos, aunque se esfuerza por ocultarlo pues, si tal dato sale a la luz, la encerrarán en un lugar especial, donde será más bien una muerta en vida.

No obstante, cada día es más difícil controlarse y, por eso, Sacha cada día está más asustada. Es en esa situación cuando, por motivos de trabajo, Sacha conoce al Cambiante Lucas Hunter, que es el líder del clan de las panteras. Lucas, por su parte, no se encuentra haciendo tratos con los Psi por motivos económicos, sino porque está buscando a un terrible asesino en serie que, según han descubierto, pertenece a los Psi. Para poder encontrarlo, tiene en mente utilizar a Sacha, aunque con lo que ninguno de los dos contaba era que se iban a sentir atraídos, lo que les puede suponer un gran problema a ambos, aunque, claro, controlarse es muy difícil.

Como veis La noche del cazador no es una novela romántica al uso. Sí, hay amor, sexo, conversaciones chispeantes, pero hay mucho más. Me sorprendió muchísimo que, además de la historia de amor, la autora desarrollara una trama sobrenatural tan oscura como es encontrar a un psicópata en una sociedad aparentemente perfecta.

De hecho, el universo que nos propone Nalini Singh está muy bien desarrollado y es muy rico en detalles y resulta de lo más original. A través de los puntos de vista de Sacha y Lucas, la autora te va explicando cómo es su mundo y su sociedad sin que resulte aburrido o pesado y, encima, lo comprendas todo a la perfección. Por eso, es muy sencillo compartir la tensión en la que vive Sacha, ya que comprendes las implicaciones que supone para ella el poder sentir y, sobre todo, el que se descubra que pueda sentirlo.

Y es que Nalini Singh sabe crear ambiente como nadie: da igual el carácter de la escena, ella lo describe de tal manera que te metes en la historia. Las escenas tensas, lo son para ti; los Psi resultan la mar de inquietantes; las escenas monas o distendidas te arrancan una sonrisa... La verdad es que toda la novela está muy conseguida, resultando además adictiva. Siempre me decía “un capítulo más y lo dejo”, puesto que quería saber qué iba a ocurrir con Sacha y Lucas o si cazarían al psicópata que estaban buscando los Cambiantes.

Además, los personajes molan mucho. Comenzando por una Sacha que tiene un viaje muy interesante y que es la que más evoluciona: al principio, nos encontramos con una chica aterrada (con muy buenos motivos para ello, he de decir) que vive en tensión perpetua y que está terriblemente sola, pues no puede confiar ni en su madre. Sin embargo, poco a poco, Sacha va descubriendo aspectos de su mundo que no conocía, incluso aspectos de sí misma. Pues Sacha acaba tornándose una mujer que, además de inteligente, es fuerte y valiente, que no teme arriesgarse por hacer justicia y que comprende que sentir merece la pena, pese al riesgo que conlleva.

La verdad es que me gustó mucho la historia de Sacha, mola mucho cuando esta clase de novelas están protagonizadas por mujeres fuertes y no personajes que dan vergüenza ajena (todos estamos pensando en Anastasia Steel, ¿a qué si?).

Por su parte, Lucas es un hombre valiente, justo y que carga con mucho peso: no sólo por su traumático pasado, sino por lo que supone ser el líder de su clan. Y es que Lucas se encuentra haciendo malabarismos para cuidar de su gente, hacer justicia y que los otros clanes, más impulsivos, no se tiren de cabeza a algo que podría desembocar en una guerra civil que seguramente perderán.

Quizás Lucas es un personaje más tópico que Sacha, pero te cae bien y hace muy buena pareja con ella. De hecho, me gustó muchísimo cómo la autora desarrolla la relación entre ambos: la frialdad inicial, Sacha perdiendo el control y Lucas dándose cuenta de que ella no era una Psi al uso, los sueños eróticos y como acaban siendo igual a igual. Es una relación divertida, apasionada y con sus altibajos, vamos, como cualquier otra, sobre todo en novelas románticas.

Sacha y Lucas, además, están rodeado de una buena colección de personajes secundarios, que la autora trata con cariño. Seguramente muchos serán los protagonistas de las siguientes entregas, pero de momento los retrata bien aunque su papel sea muy breve. Incluso los Psi están muy bien retratados y, como he dicho antes, resultan muy, muy inquietantes y temibles.

La noche del cazador es una mezcla de géneros que funciona muy bien y que resulta muy original, por lo que es una novela que tiene personalidad propia. Además, Nalini Singh hace un gran trabajo tanto desarrollando el universo de los Psi/Cambiantes como con los personajes, todo ello escrito con buena mano.

Vamos, La noche del cazador una novela muy, muy recomendable.

El próximo lunes literario estará dedicado a... Felices por siempre jamás de Stephanie Perkins.

domingo, 8 de febrero de 2015

Maromo de la semana 185

Estaba pensando en qué maromo poner esta semana, cuando me he dado cuenta de que estaban echando La boda de mi hermana en la tele, así que me lo he tomado como una señal y he elegido a su protagonista, que está de lo más empotrable, para ponerlo como maromo de esta semana. Y ese pedazo de tío tan rematadamente guapo es...

Josh Duhamel


Joshua David Duhamel nació el 14 de noviembre de 1972 en Minot, que se encuentra en Dakota del norte en Estados Unidos, donde se crió. Incluso fue a la universidad de dicha ciudad, siendo, además, el quaterback de su equipo de fútbol americano. En un principio había planeado ser dentista, pero no le llegaron los créditos y acabó graduándose en biología. Sin embargo, en aquella época salía con una chica que se mudó a California y él decidió acompañarla; buscando trabajos una vez se establecieron, empezó a trabajar como modelo y le fue tan bien que incluso acabó siendo nombrado Modelo del año.

En lo que respecta a actuar, Josh comenzó apareciendo en videoclips (I will go with you de Donna Summer y Genie in a bottle de Christina Aguilera) y, después, en 1999 obtuvo un papel como actor en la telenovela All my children. Su papel se ganó el beneplácito de la crítica y también del público, incluso volvió a la serie años después para grabar un par de episodios.


Josh estuvo trabajando en All my children hasta el año 2002, cuando hizo una aparició en la serie Ed (protagonizada por Tom Cavanagh, alias doctor Wells, y Julie Bowen, alias Claire Dunphy). Al año siguiente fichó como protagonista de la serie Las Vegas, que contaba el día a día del casino Montecito. En Las Vegas, Josh era Danny McCoy, el aprendiz/mano derecha del jefe del casino (que lo interpretaba James Caan, el padre de Scott Caan, por cierto) y salía guapísimo con sus trajes y sus sonrisas y encima Danny era un amor. Además, Josh repitió su papel de Danny en tres episodios de Crossing Jordan, serie con la que hacían crossovers que molaban bastante, todo sea dicho.

Las Vegas fue cancelada en su quinta temporada, aunque durante esos cinco años Josh aprovechó e hizo varias películas: El chico de tu vida (comedia romántica con Kate Bosworth y Topher Grace), una versión de El retrato de Dorian Gray, Turistas y Transformers. En esta última es el capitán William Lennox que, si no me falla la memoria, tiene cierto peso en la película. De hecho, Josh repitió su papel de Lennox en las siguiente entregas de la franquicia: Transformers: La venganza de los caídos y Transformers: El lado oscuro de la luna.


Mientras tanto, Josh trabajó en otras películas como The romantics, En la boda de mi hermana (con Kristen Bell y, por cierto, esa película es la monez, en serio, me encanta), Ramona y su hermana, Como la vida misma (otra comedia romántica muy mona, en esta ocasión junto a Katherine Heigl), Noche de fin de año y Fuego cruzado. Además, durante estos años estuvo prestando su voz a uno de los personajes de la serie de animación Fanboy y Chum Chum. De hecho, no es la única serie que dobló a un personaje de dibujos animados, pues le presta su voz al capitán Flynn en Jake y los piratas de Nuncajamás.


Otras películas en las que ha participado son Movie 43, Un lugar para refugiarse (basada en una novela de Nicholas Sparks... aunque no muere nadie de cáncer en ella, increíble, lo sé), Scenic route, Don Peyote, Wings: Sky forces heroes y You're not you.

Ahora mismo, Josh tiene un par de películas en estado de post producción: Strings y Lost in the sun. Además, está rodando la serie Battle creek, que trata sobre dos detectives con distintos puntos de vista que intentan luchar contra el crimen en las calles de Battle creek. Habrá que tenerla en cuenta, aunque sólo sea por Josh.

PD: Me chiva mi amiga Irene (a la que va dedicado este maromo por su cumpleaños, así que agradecérselo) por tuiter que en Un lugar para refugiarse la primera mujer del personaje de Josh muere de cáncer. Cierto, no me acordaba, fallo mío.

viernes, 6 de febrero de 2015

La mala gente de Mystic Falls

Hacía mucho, pero que mucho tiempo, que no hablaba de The vanpire diaries. Claro que la quinta temporada fue tal mierda que no merecía la pena ni despotricar, pese a que dieron motivos: los travelers eran un coñazo, se les fue las manos con las resurrecciones, perdieron la credibilidad y quedó en evidencia que su tan cacareada pareja principal era el cáncer de la serie.

Nunca he sido particularmente seguidora de Damon y Elena como pareja, al igual que nunca he aguantado a ésta última. Sin embargo, sí que creo que la serie comenzó a decaer cuando la serie hizo que Elena pasara de un hermano por otro. Un tema que, de hecho, “trataron” en la quinta temporada era si eran tóxicos el uno para el otro.

Lo mejor, es que es verdad.


Elena siempre ha sido una petarda, también es la chica que absolutamente siempre escoge la vía fácil pese a que nos intenten vender lo contrario, pero al principio también se preocupaba por sus amigos. La Elena que estaba con Stefan nunca habría dejado sin investigar la desaparición de un miembro del grupo, mientras que cuando Damon y ella empezaron a salir, pasaron absolutamente de la desaparición de Stefan, que acabó pasando meses encerrado en una caja fuerte en el fondo del mar, lo que le hacía morir una y otra vez.

De hecho, si hay algo que defina a estos dos enamorados, a los supuestos héroes de la función, es el egoísmo desmedido. A ambos les importa una mierda las consecuencias de sus actos, ni a quién afecten, hacen lo que les da la gana y ya, si eso, que los otros lidien con ellas.

Esa tendencia se empezó en la cuarta temporada, cuando todos se liaron la manta a la cabeza y justificaban masacres e incluso el traer a un psicópata súper poderoso al mundo sólo porque a la señorita Elena no le gustaba ser vampiro. Arriesguemos el mundo por un capricho de Elena, di que sí. Muy lógico todo y muy de héroes, claro está. Es curioso cómo han pasado de verse envueltos en problemas a que Elena y Damon los creen ellos solitos.

Porque básicamente es lo que hacen, ellos actúan pensando con el culo, la lían parda no, lo siguiente, pero que luego pueden hacerse las víctimas y juzgar a los demás. Maravilloso. Hay que ver qué grandes personas son los dos. Eso sí, lo que nos tiene que importar es el gran amor que se profesan y vence cualquier cosa y bla, bla...



Sólo hay que ver el penúltimo episodio emitido (el último que yo he visto), Prayer for the dying, para comprobar lo grandes personas que son nuestros dos héroes: no sólo juzgan a Caroline con una dureza que ella no merece (a fin de cuentas, lo único que hizo fue aferrarse a un clavo ardiendo para salvar a su moribunda madre), sino que actúan por su cuenta y no se les ocurre nada mejor que encargarse de que obliguen a Liv y a Luke a fusionarse y liberar a Kai (recordemos, psicópata asesino que podría matarlos a todo el mundo si se le antoja) para intentar solucionar el problema, sin ni siquiera consultar a Caroline. ¿El resultado? Kai suelto acaba consiguiendo poderes y Luke muere.

¿Pero acaso les importa eso? Qué va. Mucho usar a Luke y Liv cuando les conviene, pero en realidad ellos les importan una mierda. ¿Qué gracias al movimiento genial de Damon podrían morir o algo peor? ¿Y qué más le da? Es como cuando obligó a Alaric a traicionar a su propia novia sólo porque él se sentía culpable por Bonnie. De hecho, Damon intentó enmascararlo de nobleza, al decir que quería salvar a Bonnie, cuando lo único que le interesaba era el estar en calma consigo mismo. ¿O es que acaso ahora intenta salvarla? No, ¿verdad? Pues eso.


La cuestión es que Damon y Elena sacan lo peor de sí mismos como personas y también como personajes. Yo estoy harta de los dos, de las vueltas de su relación (aunque al menos la situación actual está mejor pensada que otras) y sospecho que, de no ser por los ojitos de Ian Sexyhalder, Damon sería uno de los personajes más odiados de la tele.

Pero si quería hablar de The vampire diaries no era precisamente por el asco que me dan estos dos, sino porque en esta sexta temporada están remontando. No llegan a ese nivelón que tuvieron la segunda y tercera temporada, pero sí que nos están dando una historia de lo más interesante y, sobre todo, tenemos un villano nuevo en la ciudad y cómo mola el tío.

¿El malo en cuestión? Kai, un psicópata con mucha chispa, impredecible como él solo, que viene acompañado de una familia disfuncional. Está claro que en Mystic Falls las familias sobrenaturales y disfuncionales es lo que mejor les funciona: los Mikaelson protagonizaron la mejor etapa de la serie y ahora tenemos al aquelarre Géminis, al que pertenecen dos viejos conocidos, los brujos Liv y Luke.

La historia de dicho aquelarre es cuando menos interesante: el líder del aquelarre debe de tener gemelos para que, cuando cumplan veintiún años, se fusionen y sólo el más fuerte prevalece, absorbiendo al otro.


Así, tenemos que Kai era el gemelo de Jo (nueva novia de Alaric, doctora y jefa de Elena en el hospital), pero nació con un problema: no tiene magia propia, sino que debe arrebatársela a los demás. Vamos, que se carga como una pila recargable. Kai asesina a toda su familia, pero el aquelarre le encierra en una celda mágica, que es donde van a parar Bonnie y Damon tras que el otro lado se destruyera. También resulta que Liv y Luke fueron los únicos que sobrevivieron a la masacre y que deben realizar la fusión, algo que ninguno quiere porque uno acabará matando al otro.

La situación es imposible (pase lo que pase, alguien sale perdiendo), los cuatro hermanos molan y es muy sencillo comprender tanto sus motivaciones como sus acciones. Y encima los guionistas nos están dando giros bastante efectivos, porque, al menos yo, nunca imaginé que Luke intentaría la fusión para salvar a sus hermanas, siendo el más fuerte de los tres y, por tanto, el que más probabilidades tenía de ganar.

Pero no lo ha hecho, así que como resultado tenemos a Luke muerto (gracias, Damon ¬¬U) y a Kai con los poderes del líder del aquelarre Géminis. Espero que Kai la líe parda en Mystic Falls porque, la verdad, ahora mismo es de los que mejor me cae y me hace mucha gracia. Además, han acertado totalmente con el casting y Chris Wood lo borda.

Larga vida a Kai.


El resto de las tramas son un poco meh (no existirá jamás personajes tan random y sin interés como Matt, Jeremy, Tyler y Enzo, que ellos sabrán por qué lo han hecho fijo cuando es evidente que no tiene cabida y es más un pegote que otra cosa), salvo las que tienen que ver con Stefan y Caroline. Desde hace un par de temporadas, Stefan cogió el rol de Salvatore que molaba: es como si a medida que su hermano empeoraba, él iba ganando. La cuestión es que, sí, Stefan ha cometido errores, pero su posición es mucho más humana que otras.

¿Qué se cansó de buscar lo imposible, se rindió con resucitar a Damon y se dedicó a empezar de cero? Pues, qué queréis que os diga, que intentara durante meses hallar algo, ya es mucho más de lo que Damon hizo por él cuando desapareció.

Para mí es peor que ignorara a Caroline, porque la pobre Caroline siempre está ahí para todo el mundo, ayudándoles y apoyándoles y manteniendo el grupo unido, pero luego a la hora de la verdad pocos están con ella. Sólo hay que ver que con todo lo sucedido con su madre, el único que ha estado ahí ha sido Stefan. Elena se chupaba todas las escenas dramáticas que tenían que ser para ella (en serio, a qué venía Elena lamentándose de la situación de la sheriff si nunca han tenido relación) y Damon hacía de las suyas sin consultar con Caroline.


No es que la relación entre Caroline y Stefan me vuelva loca, más que nada porque siempre creeré que Caroline debería estar con Klaus (en ninguna de las dos series una pareja ha alcanzado esa química), pero al menos la compro. Bueno, Candice Accola es una de esas actrices que me convence en cualquier cosa. De hecho, si apareciera en mi puerta vendiendo biblias, seguro que le compraba alguna.

Pero, vamos, que al menos Stefan y Caroline siempre han tenido ese rollo de que en cualquier momento podría pasar, los actores venden la relación y la están forjando bien. Junto a las aventuras psicópatas de Kai es la relación de estos dos y la situación de la pobre sheriff Forbes lo que más me interesa.

Eso sí, si me dijeran que si deberían pasar a Caroline al spin-off, diría que sí al momento. Porque, demás, en The Originals andan muy, muy cortos de corazón. Pero esa ya es otra historia, para otro día.