miércoles, 7 de diciembre de 2016

Nosotros después de las doce

En cuanto supe que Laia Soler había sacado una nueva novela, la apunté prácticamente la primera en la lista de lecturas pendientes, ya que es una autora que me conquistó con su primera novela, Los días que nos separan, amor que se afianzó con la segunda, Heima es hogar en islandés. Además, no sé cómo lo logra esta mujer, pero siempre, siempre, me acaba emocionándose muchísimo.

Total, que en cuanto pude me hice con su tercera obra, Nosotros después de las doce, y no pudo gustarme más. Qué preciosidad de novela, en serio. Así, resumiendo antes de empezar con la reseña propiamente dicha. Así que, nada, será mejor que vaya con ella y lo primero de todo es contaros de qué trata:

Aurora vive en Valira, un pequeño pueblo en las montañas que debe su nombre a una reina hada y que, por eso, se dice que es mágico y atrae a los turistas. Aurora, de hecho, sabe que la magia existe, ya que su abuelo posee un carrusel que puede borrar el dolor al borrar los malos recuerdos, algo que únicamente conocen abuelo y nieta.

El verano acaba de comenzar, el verano antes de que todos vayan a la universidad, menos Aurora que va a quedarse en Valira porque no tiene claro qué hacer con su vida. Es entonces cuando Erin, su mejor amiga, vuelve al pueblo tras haber vivido los últimos dos años en la ciudad. Pero Aurora no sólo se reencuentra con ella, sino también con Teo, el hermano de su amiga, con quien nunca ha tenido demasiada relación, aunque ahora empiezan a sentirse atraídos, algo con lo que Aurora no contaba.

Lo primero de todo sería señalar que, por tercera vez, Laia Soler ha logrado llegarme al corazón con facilidad asombrosa y, de nuevo, me he descubierto con lágrimas en los ojos leyendo algunos pasajes de su novela. Aunque sea repetirme, no sé cómo esta mujer logra emocionarme tanto con sus novelas, pero lo hace y encima lo disfruto porque no pueden ser más bonitas.

Porque Nosotros después de las doce es una preciosidad.

Una preciosidad muy, muy bien pensada. Una vez has terminado de leerla, todo encaja de forma magistral y no queda más que aplaudir a Laia Soler por lo bien armada que está su historia y el sentido que tiene todo.

Desde el principio, gracias a ese pueblo llamado Valira que tan bien va dibujando a medida que avanzan las páginas, la novela tiene un aire de cuento que le va como anillo al dedo. Con esa aura de magia que envuelve la historia, pero que resulta natural y sencilla, un añadido más, en lugar de ser algo más directo como podría ocurrir en novelas del tipo Harry Potter o Cazadores de sombras. Porque Nosotros después de las doce es una historia de amor, es una historia de aceptar el dolor y de mejorar y de encontrarse a sí mismo.

Y me resultaría imposible explayarme más sin entrar en spoilers, algo que no quiero hacer porque, de veras, merece mucho la pena dejarse embrujar por la magia de Valira, de Aurora y de Teo.

Así que, en líneas generales, os diré que Nosotros después de las doce tiene una historia de amor preciosa, que está muy bien planteada, con dos personajes que te conquistan casi desde la primera página y que tienen muchísima química. Me gustó muchísimo cómo se va desarrollando la relación entre Aurora y Teo, funcionan muy bien juntos y también por separado.

Teo es una monada de chico con las ideas muy claras. Es encantador, divertido, un artista con sus miedos y sus problemas, lo que hace que sea más que el interés romántico de la protagonista. Me encantó tanto por sí mismo, como pareja de Aurora y como hermano de Erin.

Y luego tenemos a Aurora. Ay, Aurora. Qué difícil es hablar de ella sin entrar en spoilers, en serio. Aurora es un personaje extraño con el que es tan sencillo conectar como extrañarse ante ella, como si tuviera una personalidad indefinida. Sin embargo, creo que muchos hemos pasado alguna vez su situación: el no saber qué hacer, el ser alcanzada por el futuro... Por eso, es muy sencillo empatizar con ella. También me gustó el cómo se plantea las relaciones casuales y ese alegato de que las chicas también podemos tenerlas sin que sea algo negativo.

Aurora es el centro de la novela, el resto de personajes confluyen en ella y, cuando la has terminado, se comprende perfectamente por qué Aurora es cómo es y por qué Laia Soler ha planteado así el personaje.

El resto de personajes cumple con su función, destacando a Erin y al abuelo Duvois, que son los que más peso tienen entre los secundarios. La primera es un buen nexo entre Aurora y Teo, además de una muy buena amiga para la protagonista, pero también tiene sus propios problemas, al igual que el abuelo Duvois. Se agradece que, aunque sean personajes secundarios, tengan profundidad y desarrollo. Y, de hecho, la relación de Aurora con ambos, sobre todo con su abuelo, no puede ser más tierna.

Y ya sólo me queda señalar que el final es maravilloso, al igual que la novela entera que, encima, se lee en un suspiro. Una vez has abierto Nosotros después de las doce resulta imposible no seguir leyendo hasta que llegas al final y, cuando lo has acabado, sólo puedes sonreír y básicamente morirte de amor.

Vamos, que Nosotros después de las doce es una lectura prácticamente obligada.

La próxima reseña estará dedicada a... Harry Dresden 2. Luna llena de Jim Butcher.

martes, 6 de diciembre de 2016

Animales fantásticos y donde encontrarlos, David Yates, 2016

Hoy vengo a hablaros de Animales fantásticos y dónde encontrarlos, la primera de una serie de cinco películas ambientadas en el mundo de Harry Potter, pero que no tienen nada que ver con El niño que vivió. Y es que, de he admitir, que no estaba para nada motivada con esta película.

Sí, tengo el libro en el que se basa (al igual que Quidditch a través de los tiempos) y personalmente disfruté mucho de su lectura, gracias a las gloriosas anotaciones de Harry y Ron. Sin embargo, no me llamaba nada la atención la película, pese a las noticias que iban sacando... al menos hasta que supe que era Rowling quien estaba tras el guión. Ahí la cosa cambió mucho y luego el tráiler ayudó a que me entraran unas ganas locas de ver la película, de la cual no sabía qué esperar.

Y menuda maravilla que encontré, oye.

Animales fantásticos y dónde encontrarlos nos traslada a Nueva York en los años 20, donde Newt Scamander (Eddie Redmayne) desembarca tras haber estado viajando con una maleta llena de criaturas mágicas. En Europa, el malvado mago Grindelwald está sembrando el caos, lo que ha llevado a los magos a llevar a cabo una política de ocultación total para no ser descubiertos por los muggles, que en Estados Unidos son llamados no-mags. Por eso, Newt no tarda en meterse en problemas, cuando su escarbato se escapa para colarse en un banco, donde se cruzaran con Jacob (Dan Fogler), un no-mag que de pronto descubre la magia, y con Tina (Katherine Waterston), que le acaba arrestando.

Mientras tanto, de forma paralela, Graves (Colin Farrell) está investigando unos ataques sufridos en Nueva York por alguna clase de magia que todavía no han identificado, pero que puede poner a la sociedad mágica en serios apuros.


Como ya he dicho antes, Animales fantásticos no tiene nada que ver con Harry Potter, pero al mismo tiempo también tiene muchas cosas en común, sobre todo porque se nota (y mucho) la mano de J. K. Rowling detrás de ambas historias. Y es algo que se agradece muchísimo (Harry Potter y el legado maldito tiene muchos problemas precisamente por la falta de Rowling. Eso es así).

Desde la estructura, que combina las aventuras del grupo principal, con esa trama más oscura de misterio, donde elementos aparentemente inconexos acaban colisionando en un final que no puede ser más maravilloso. Además, me gustó mucho que a lo largo de la película, te van ofreciendo al información necesaria para que comprendas a qué se enfrentan, por qué sucede lo que sucede y cómo pueden derrotarlo, algo que ya ocurría en las novelas de Harry Potter.

Eso sí, aparte de ese toque Rowling, Animales fantásticos es una historia completamente nueva que no vive de rentas de la saga principal, algo que me alegra muchísimo. Sí, hay elementos conocidos como menciones a Hogwarts, a Dumbledore o Grindelwalt, pero la película nos presenta un grupo de personajes completamente nuevos y explora una sociedad mágica distinta a la que conocemos. No sólo está ambientada décadas antes que la historia del Niño que vivió, sino que la acción tiene lugar en Estados Unidos donde la sociedad mágica funciona de manera distinta: desde los términos (no-mag en lugar de muggle) hasta la justicia o los procedimientos como, por ejemplo, conseguir una varita.


Es cierto que hay algunas lagunas, pero también es verdad que se trata de una película y hay restricciones. Estoy segura que en un libro, se habrían rellenado esos huecos y, quién sabe, puede que se haga en las entregas posteriores.

Pero, de momento, nos encontramos con una película terriblemente entretenida, que hace que no despegues los ojos de la pantalla y que pierdas la noción del tiempo. Además, la trama me pareció muy bien pensada y que todos los elementos están muy equilibrados: desde la exploración de los personajes, hasta esa mezcla de misterio, aventuras y humor, aderezada con multitud de criaturas mágicas que resultan sencillamente increíbles de ver.

Bueno, yo en la lista de Navidad voy a incluir al escarbato, por supuesto.


Además, la mayoría de los personajes de la película son maravillosos y resulta imposible no rendirles pleitesía desde el principio. Desde ese Newt Scamander que, sí, es raro y sólo parece sentirse cómodo entre sus criaturas, pero que es una auténtica monada de chica y resulta un héroe genial, hasta Jacob y Queenie, que le acompañan en sus aventuras. Jacob no puede ser más gracioso y sus reacciones a la magia eran grandiosas, al igual que su amistad con Newt, que es muy bonita. Queenie, por su parte, es una legillimen (lee el pensamiento) y bastante más útil de lo que parece a primera vista.

También me gustaron mucho Credence y Graves y todo el reparto está genial. Pero, claro, he dicho “casi todo” porque hay una excepción que me puso histérica durante toda la película y que todavía no comprendo porque es así.


Y es que la protagonista, Tina, es insufrible. No sólo es una petarda de mucho cuidado que lo acaba liando todo durante todo el rato y de motu propio, mientras intenta recuperar su trabajo, sino que es una jodida inútil. En serio, los demás personajes tienen sus momentos de gloria, pero ella sólo sirve para dar por saco, mientras pasa de puntillas por la película, constantemente apocada y asustada, lo que no deja de fliparme porque se supone que era una auror. Pero, a ver, señores, ¿cómo va a ser auror esta tía que se hace caquita a la mínima? Jolín, se topa con Ojoloco Moody y se desmaya de la impresión.

No, en serio, qué horror de personaje. Es uno de los peros que le encontré a la película que, por lo demás, me encantó. El segundo sería el, para mí, garrafal error de casting que supone Johnny Depp como Grindelwalt porque, sinceramente, es un actor que no me casa ni con el personaje, ni con el tono de la película. De hecho, lo poco que sale, más parece el juez Doom de Quién engañó a Roger Rabbit que ese hechicero malvado y sibilino que supuestamente es Grindelwalt. De hecho, en apenas una escena, Johnny Depp tira por la borda todo el trabajo que se ha hecho antes con el personaje, ya que parece otro completamente distinto, cuando no debería ser así.

Pero, bueno, sólo nos queda esperar al resto de películas, donde espero que vuelvan los personajes que nos han presentado en esta.

PD: Sé que suelo empezar la semana con una reseña, pero la voy a dejar para mañana porque esta pobre entrada llevaba esperando muchos días ya.

jueves, 1 de diciembre de 2016

Frases inspiradoras del mes: Noviembre 2016

Hoy empieza el mes de diciembre, que es uno de mis favoritos y hace que ya esté en plan navideño, pero que aún quedan semanas. Y, por eso, las Frases inspiradoras del mes cambian de color y todo es más bonito. Bueno, que me enrollo yo sola y no es plan, así que, haré lo que de verdad importa: por un lado, agradecer a todos aquellos que colaboráis en esta sección, ¡sois súper rebonicos, en serio! Y, por otro, dejaros con las frases:

"Una de las peores cosas que tiene la muerte de alguien es recordar todas esas veces en que no le hiciste las preguntas necesarias, todas esas veces en que diste por sentado, como un idiota, que tendrías todo el tiempo del mundo para hacerlo." Jesse Holmes (narradora) en Postdata: ¿quién eres? de Julie Buxbaum cortesía de Noelia.

"- Sí, conservo esa flor. En realidad no estoy seguro de por qué. Pero... ¿dejas de amar a alguien porque te traiciona? No lo creo. Eso es lo que hace que la traición duela tanto: el dolor, la frustración, la furia... y yo seguía amándola. Y la amo todavía.
- ¿Cómo? ¿Cómo puedes? ¿Y cómo puedes fiarte ya de nadie? ¿No aprendiste de lo que te hizo?
- Creo... creo que si me dieran la opción entre amar a Mare, traición incluida, y no haberla conocido nunca, elegiría amarla. Me arriesgué y perdí, pero el riesgo mereció la pena. Lo mismo pasa con mis amigos. El recelo es sano en nuestra profesión... pero solo hasta cierto punto. Prefiero confiar en mis hombres que preocuparme sobre lo que pasará si me traicionan." Kelsier y Vin en Nacidos de la bruma I. El imperio final de Brandon Sanderson.

"Sé espontánea, sé imprudente. ¡Vive el momento!" Dexter en One day (Siempre el mismo día).

"- Entonces podemos acceder REM de su GPS militar y rastrearla a la inversa la, eh, cosa de la memoria.
- Perdona. Ninguna de esas cosas son cosas, Gibbs. Y una de ellas es una banda. Y cuando alguien apaga su teléfono no hay nada que hacer. Está... apagado." Abby Sciutto y Leroy Jethro Gibbs en Navy: Investigación criminal.


"No sé cómo se siente uno cuando está enamorado pero si el amor es pensar en alguien cada segundo del día… Si significa que tu humor cambia cuando esa persona se acerca… Si estar enamorado significa que harías cualquier cosa por ella, entonces estoy perdidamente enamorado de ti." Tyler Bruce en Did I mention I need you de Estelle Maskame cortesía de Noelia.

"- ¿Por qué has pedido un bocata de fiesta?
- Teníamos invitados y me apetecía.
- Sólo vamos a ver Juego de tronos y un bocata de fiesta implica que es una fiesta.
- Tu presencia implica que no lo es.
- Las fiestas me gustan tanto como a cualquiera, siempre que a cualquiera no le gusten las fiestas." Sheldon Cooper y Leonard Hofstadter en The big bang theory.

"- Señor Rumson, ¿es qué cree usted que todo lo que produce la tierra debe usarse para hacer licor?
- Sí, siempre que sea posible.
- Debería leer la Biblia, señor Rumson.
- Ya he leído la Biblia, señora Fenty.
- ¿Y no le animó a dejar la bebida?
- No, pero frenó mi interés por la lectura." Señora Fenty y Ben Rumson en La leyenda de la ciudad sin nombre.

"No, no estés muerto, Raymond. Por otro lado, si estás muerto, por favor, quédate muerto." Martin Stein en Legends of tomorrow.


"Primero me encuentra borracha, ahora me encuentra limpiando la caca de un pony ladrador que está a punto de entrar en modo ataque. Perfecto. No hay duda de por qué nunca he tenido novio." Lily en Cuaderno para dos de David Levithan y Rachel Cohn cortesía de Noelia.

"Las heridas pueden crear monstruos y usted tiene heridas profundas." Chuck Aule en Shutter Island.

"- ¡Es tan estúpido! ¡Estoy casada! Quería perderla. No sé... Es que... me siento rara. Como... si hubiera perdido algo, una parte de mi identidad.
- Lo entiendo. Y yo culpo a la flor.
- ¿Qué?
- Es perfecta, intacta. Luego estrújala. Ahora se ha estropeado.
- Sé que no estoy estropeada.
- Pero te sientes como si hubieras perdido algo y no lo has hecho. Simplemente has ganado algo. Una nueva dimensión en tu vida, en tu relación." Jane Gloriana Villanueva y Xiomara Villanueva en Jane the Virgin.

"Su ego extiende cheques que su bolsillo no puede pagar." Pete "Maverick" Mitchell en Top Gun.


"Siempre pensé que las mejores relaciones son aquellas que son felices y satisfechas en el silencio tanto como lo son en la acción." Isla Martin en Felices por siempre jamás de Stephanie Perkins cortesía de Noelia.

"Ha cometido el horrendo, ofensivo e insultante error de amarme. Y por ello merece ser castigado. George y Martha. Triste, triste, triste." Martha en ¿Quién teme a Virginia Woolf?

"- Luego nos detuvimos para comer. Insististe en que probáramos una especialidad local que llamabas "wy". Lo cierto es que resultó una comida agradable, aunque tú seguías muy borracho.
- Estoy seguro de que para entonces ya me estaba recuperando.
- Magnus, tratabas de flirtear con tu propio plato.
- ¡Soy un tipo muy abierto de miras!" Catarina y Magnus Bane en Cazadores de sombras: Las crónicas de Magnus Bane de Cassandra Clare, Sarah Rees Brennan y Maureen Johnson.

"Así que le dije al jardinero: ‘Yoshi, no quiero un jardín Zen en casa. Si quisiera rastrillar grava para mantener mi armonía interior, me iría a Yokohama’. Se ofendió tanto que empezó a destrozar las preciadas camelias de Maris. Yo no pude tolerarlo por más tiempo así me fui a la habitación y me encerré hasta que se calmó." Niles Crane en Frasier.

"El mejor tipo de amor, es aquel que despierta el alma, te trae paz a la mente y te hace aspirar a más, eso es lo tú me has dado y lo que yo he esperado darte siempre." Noah Calhoun en El diario de Noah (película).

"- Algún día, cuando esté más estable emocionalmente, quiero leer el discurso de derrota que escribiste para mí.
- Nunca lo escribí." Leslie Knope y Ben Wyatt en Parks and recreation.

"En la tienda nosotros los vendemos y los compramos, pero en realidad los libros no tienen dueño." El señor Sempere en La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón.

"Si dices que no, eres una mojigata; y si dices que sí, eres una mujerzuela. Vaya trampa." Allison Reynolds en El club de los cinco.

"- Ese se parece a mi padre... ¡Ese es mi padre! ¡No puedes usar su esperma! ¡No puedes usar su esperma!
- ¡Mi hijo sería tu hermano!" Jake Peralta y Charles Boyle en Brooklyn Nine-Nine.

"- Chicos, no quiero sermonearos, pero resulta un tanto vergonzoso que un grupo de adultos cultos, y Joey, no puedan nombrar todos los estados. ¿Nunca habéis visto un mapa o una de esas bolas redondas de colores que se llaman globo?
- Eh, Magallanes... Tienes cuarenta y seis estados." Ross Geller y Chandler Bing en Friends.

"Somos hijos del hierro —pensó con una repentina oleada de orgullo, y durante un instante volvió a ser un príncipe, el hijo de Balón, con la sangre del Pyke. Pero hasta pensar era peligroso. Tenía que recordar su nombre—. Hediondo, me llamo Hediondo, rima con redondo." Theon Greyjoy en Canción de hielo y fuego V. Danza de dragones de George R.R. Martin.

"- Ojalá hubiera hecho todo lo inimaginable contigo. Durante toda mi vida, ojalá siempre pudiera ser así.
- Lo será." Daisy Buchanan y Jay Gatsby en El gran Gatsby (película del 2013).


Y como en cada entrada de esta sección, esperar que os hayan gustado y recordaros que, si lo deseáis, podéis participar y que, de hecho, estamos encantadas con que nos mandéis vuestras citas favoritas ^^ Para participar, simplemente tenéis que hacernos llegar la frase inspiradora en cuestión (junto a la procedencia de la misma) a través de uno de estos medios:

A) Dejarla a modo de comentario en cualquiera de las entradas de Frases inspiradoras del mes.

B) Enviarla a nuestro correo: epic.us.blog@gmail.com

C) Dejarla en el muro de nuestra página de feisbuk y, de paso, si os apetece y eso, regalarnos algún like ;P 

miércoles, 30 de noviembre de 2016

El imperio final

Si es que no tengo perdón. Justo cuando me toca subir la reseña de esta pedazo de novela, voy y me retraso lo que no está escrito. Peor, bueno, aquí estoy para contaros las maravillas de El imperio final, la primera entrega de la trilogía Nacidos de la bruma de Brandon Sanderson, que ha reeditado Nova con una edición súper molona que merece muy mucho la pena.

No era la primera vez que degustaba al señor Sanderson, ya que hace un tiempo me leí El Rithmatista y me encantó, pero aún así este hombre me ha vuelto a dejar flipada y sólo puedo arrodillarme ante él y declararle pleitesía eterna. Bueno, y un poco en menor medida, he de hacerlo con Yos Paranoias que me recomendó ambos libros. ¡Gracias, Yos!

Hace años, el Lord Legislador salvó al mundo y, en el proceso, se convirtió en un dios inmortal, que ahora gobierna el mundo con mano dura desde El imperio final. Sin embargo, su mandato no es precisamente la panacea, pues la población está dividida en castas muy extremas, donde los nobles lo poseen todo y los skaa son esclavos y tratados de forma horrible.

En medio de esta situación, Kelsier regresa al Imperio final para reclutar a su antigua banda de ladrones con la intención de llevar a cabo el golpe más grande que jamás han dado: robarle el control de la ciudad al Lord Legislador para dárselo a la rebelión skaa. Kelsier, tras pasar por una experiencia traumática al ser enviado a los pozos, ha descubierto que es un alomántico, es decir, que puede controlar los metales para adquirir distintas habilidades. Pero Kelsier no es el único, ya que acaba dando con otra alomántica, Vin, una ladronzuela que no confía en nada, ni en nadie, pero que decide seguir con Kelsier y su banda para aprender a usar sus poderes, aunque poco a poco empieza a darse cuenta de lo que es la amistad.

A grandes rasgos, esa es la trama de El imperio final, donde Brandon Sanderson nos presenta una propuesta muy típica de la literatura fantástica (el héroe que debe derrocar al vil tirano), pero logra hacerla suya y hacerla bastante original.

Desde la ambientación en ese entorno urbano, un poco victoriano, con un mundo muy rico en detalles donde todo tiene sentido: la diferencia entre clases, las distintas culturas, la historia... Hasta ese planteamiento de la magia que no puede estar más trabajado, ni ser más molón. En serio, Sanderson se curra un sistema de magia que no tiene lagunas, que es completamente nuevo y que funciona a las mil maravillas. En ese sentido, no queda más que quitarse el sombrero ante él.

Bueno, en ese y en todos.

Porque sus protagonistas son absolutamente increíbles. La narración sigue los pasos de Kelsier y Vin, contándote lo que piensan y sienten, pero aún así resulta muy sencillo el ir conociendo al resto de personajes que pululan por El imperio final: Dockson, Brisa, Ham, Cubbs... Todos ellos me conquistaron desde el principio y están muy bien escritos, resultan muy humanos y reales, pero, para mí, los mejores personajes son Kelsier y Vin.

El primero porque es imposible no adorarlo, algo que viene al pelo mientras vas leyendo la novela, pues acaba siendo prácticamente venerado por lo skaa. Con su filosofía de vida, sus planes, su forma de ser... No sé, yo me enamoré de él en nada. La segunda, Vin, porque mola mucho. Que diréis, que tontería, pero si tenemos en cuenta que es una protagonista femenina independiente y arisca pues es que no queda otra que agradecerle a Sanderson que creara un personaje así. La evolución de Vin es lógica, ella es original y cae bien y, encima, hay una historia de amor muy bien planteada. Si es que no se puede pedir más.

Y, aún así, lo hay. Puesto que Brandon Sanderson habla sobre muchas cosas en su novela: formas de enfrentarse a la vida, política, religión... Todo ello salpicado de una trama que, aunque al principio es lenta, empieza a meter el turbo para darnos un final explosivo que te arrastra hasta la última palabra.

Mirad que yo me veía venir lo que iba a pasar, pero aún así a día de hoy sigo impresionada. Además, hay unos cuantos giros que no se ven venir, pero que luego tienen todo el sentido del mundo y te dejan completamente flipado cuando los lees. De hecho, el final de El imperio final es más o menos cerrado, aunque deja ciertas cuestiones que, imagino, se tratarán en las siguientes partes: El pozo de la ascensión y El héroe de las eras, que evidentemente estoy deseando leer.

Os podría contar más, pero creo que lo mejor es que empecéis a leer Nacidos de la bruma y os maravilléis. Así que os dejo con el hecho de que mola un huevo y, eso, que lo leáis, que no os arrepentiréis.

La próxima reseña estará dedicada a... Nosotros después de las doce de Laia Soler.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Los aciertos (y el desacierto) de Olmos y Robles

El lunes terminó la segunda temporada de Olmos y Robles, que espero que vuelva con una tercera entrega porque, en serio, esta serie mola mucho. Eso sí, este año decidieron ser más precavidos y cerraron la temporada de tal manera que da pie a continuación (a fin de cuentas, con una serie de casos, siempre se puede sacar trama y ciertas situaciones podrían explotarse en el futuro), pero que también puede servir de final de serie si TVE decide no renovarla.

Pero ojalá lo haga. En serio, TVE, por favor, renuévala, porque se lo merece y mucho. En serio. ¡Por fi, por fi, por fi!


Vale, dejo de suplicar y paso a analizar lo que ha dado de sí esta temporada. Y como siempre me ha gustado ir de menos a más, voy a comenzar con el único pero que ha tenido la temporada, un pero que tiene nombre propio:

Nora, la jueza petarda.

Vale, lo de petarda lo he añadido yo, tiene otro apellido la muchacha y tal, aunque la cuestión es que se merece el epíteto. Desde que Nora hace su aparición, se dedica a ser un auténtico grano en el culo, no porque tenga motivos, sino porque lo es. Es borde, les frena continuamente y está todo el día involucrada en las investigaciones, como si fueran estúpidos y la necesitaran, cuando en realidad sólo es un estorbo.



Así que verla era desesperante, no sólo porque fuera francamente desagradable, sino porque era la conjunción de todos los clichés que odio en los personajes femeninos: desde contar con una actriz cuyo único mérito es ser guapa, que no tiene vis cómica (puede que Rubén Cortázar no sea el mejor actor del mundo, pero ha mejorado mucho y puede ser muy, muy gracioso), hasta el hecho de que, siendo guapa, hay que confundir necesariamente el ser fuerte con ser desagradable. Y era especialmente sangrante porque todas las féminas de Ezcaray son fuertes y útiles sin tener que estar ladrando todo el rato. Porque, encima, es que Nora no tiene absolutamente ningún motivo para ser una borde de mierda, ya que desde que aparece todos la tratan con respeto y educación.

Por eso, en ningún momento compré que Robles pudiera sentirse atraído por ella, sobre todo porque tampoco es que tengan ningún momento de conocerse. Además, Rubén Cortada y Elisa Mouliáa menos química no pueden tener. A ver, que es un poco de cajón: si coges al contrapunto serio y a una sosa y los juntas pues... no va a salir nada bueno.

Además, hubo un detalle que tuvieron con Nora que no me gustó nada. Cierto es que es un personaje plano, pero en un episodio ella bromea con que es dura porque la violaron, aunque no llegan a aclarar si es verdad o sólo una coña. Y me parece un tema con el que no se debería bromear, pero, por otro lado, me vuelve a parecer un clásico odioso que una víctima de violación acabe siendo así de petarda.

Así que, por favor, dejad a Nora en Haro (otra cosa que cabría preguntarse es cómo la jueza de Haro se pasa la vida en Ezcaray, pero bueno) y, si queréis buscarle una novia a Robles, traed de vuelta a la psicóloga interpretada por Begoña Maestre, que era amor del bueno y en un episodio encajó más en el pueblo que la dichosa jueza.


Pero Nora no era la única incorporación a la segunda temporada, aunque sí la única que se podrían haber ahorrado. Puede que al principio Esteban estuviera un poco a rebufo de su tío Atiza (que lo he echado un huevo de menos, por cierto), pero acabó desarrollando su propia personalidad y dando muy buenos momentos, sobre todo desde que Arrea entró en juego.

Comentemos lo grande que ha sido Arrea. En primer lugar, me gustó mucho que nos trajeran a una guardia civil (Isa y, sobre todo, Cata siempre han sido claves para resolver cosas, pero aún así mola que tengamos una guardia civil), pero además es que Arrea me conquistó desde el principio: tan dura, pero tan dulce, tan profesional y lo mucho que molaba la tía. Además, los guionistas le regalaron un episodio de lucimiento a Elena Alférez, cuando Arrea es secuestrada. Y, de paso, aprovecharon su secuestro para que la psicóloga les hiciera ahondar más en cuestiones interesantes: el cómo Arrea lo va superando, la culpabilidad de Esteban, la situación de Robles...

Porque este segundo año ha versado sobre la investigación de Robles del asesinato de sus padres, cuya primera pista se la ofreció Alcides a modo de despedida al final de la primera temporada. Curiosamente esta segunda temporada ha ido mucho sobre la familia, no tanto sobre qué ocurrió con los padres de Robles (aunque la conspiración ahí estaba y nos dio un magnífico final), sino sobre cómo Robles ha encontrado su propia familia en Ezcaray. Lo hemos visto acostumbrado a la gente del pueblo, aceptando plenamente que quiere a Olmos y, al final, todo ha girado en la relación de los dos, que ha podido con todo.


Y, oye, ha sido muy bonito ver lo unidos que están ahora. También se ha agradecido que, de vez en cuando, Robles haya abrazado la personalidad de Ezcaray: disfrazarse con Olmos, gastarles la broma del hombre lobo (impagable escena, por cierto) y que ni siquiera ha intentado abandonar Ezcaray ni una sola vez.

Por otro lado, hemos seguido con las tramas de Ezcaray, que han tenido como epicentro la batalla de Cata y Damián por la alcaldía, lo que de paso les ha permitido desarrollar la pedazo de química que han tenido Ana Morgade y Alex O’Dogherty desde el primer momento. Cada vez que se ponían a pelear y acababan acostándose, era tan gracioso como satisfactorio, aunque he de decir que me ha parecido que han pasado un poco por encima y se han limitado a ser graciosos, en lugar de ahondar en qué sentía cada uno.

Sí, de vez en cuando veíamos a Cata cuestionándose todo y dividida entre el hecho de que Damián le atraía tanto como horripilaba, pero creo que en su caso nunca han aclarado si era algo más sentimental que sexual. Curiosamente, en el caso de él sí que se veía más claramente que era amor (la banda sonora, el ir a buscarla todo el rato, las caritas que ponía...) y eso es algo que evidentemente no sabe manejar. Por eso, aunque me alegra mucho que acabaran la temporada juntos, me ha faltado profundidad y desarrollo en el conflicto y alguna escena en la que Damián se ganara realmente el perdón de Cata tras la putada que le hizo.


Ojalá que tengamos tercera temporada y así pueden explayarse más, sobre todo porque el intercambio de roles puede ser grandioso: desde un Damián completamente desubicado en casi todos los aspectos (ya no es alcalde, lo que le definía, y además no es alguien acostumbrado a tener relaciones) hasta esa Cata que pasa de ser la oposición a alcaldesa.

Finalmente, me queda hablar de Isa, que ha encontrado completamente su lugar en esta temporada. Isa siempre ha molado, pero ha sido, quizás, la que más ha cambiado en esta segunda entrega: y no sólo porque se haya atrevido a estar con Olmos, pese al gafe que la acompaña (debería fundar un club con Maggie de Doctor en Alaska, por cierto), sino porque ya no es esa mujer desubicada que no sabe qué hacer con su vida y que tiene miedo por todo. No, Isa ha encontrado su lugar y la hemos visto decidida e interviniendo en asuntos serios y arriesgados, lo que ha molado muchísimo.

Además, con ella se ha demostrado uno de los aspectos que más me gustan de esta serie: ¡los personajes actúan con lógica! Isa se comporta extraño en un episodio y es descubierta por Olmos, que la enfrenta en cero coma como haría cualquier persona normal, aunque no así un personaje catódico.

Y es por cosas como esas o sus grandes personajes o su sentido del humor o incluso los casos (el de las joyas de la Castafiore fue muy genial) Olmos y Robles debería ser renovada por una tercera temporada. Lo merece. Nosotros merecemos seguir disfrutando de esta serie. Así que, de nuevo, insistió (que sí, soy muy cansina), pero, TVE, por favor, renuévala.

martes, 22 de noviembre de 2016

Harry Potter y el legado maldito

Por fin ha llegado el día: aquí está la reseña de Harry Potter y el legado maldito, la obra de teatro escrita por Jack Thorne y John Tiffany con el beneplácito de J. K. Rowling, que se limitó a darle el visto bueno a la historia. He de admitir que desde que supe de la existencia de este libro, tuve sentimientos encontrados: por un lado, me gustaba la idea de volver a sumergirme en ese mundo mágico del que tanto disfruté al crecer, pero por otro lado mi mente no aceptaba que se tratara de algo canon y no me convencía en absoluto el hecho de que Rowling no fuera la responsable de la historia.

Tras haberme leído Harry Potter y el legado maldito sigo sin creerme que sea algo canon y me lo tomo como un fanfic, pero eso no quita que me haya gustado. Porque lo ha hecho, he terminado comprando la historia por lo sentimental. Pero vayamos por partes y empecemos por ver de qué trata:

Han transcurrido años desde que Harry Potter venciera a Lord Voldemort y trajera un periodo de paz para el mundo mágico. Harry ha tenido tres hijos con Ginny y la historia arranca con el primer día de su hijo mediano, Albus Severus, en Hogwarts, que no va cómo el niño había previsto: no sólo es asignado a Slytherin, sino que pronto descubre que no posee ninguno de los talentos que caracterizaron a su padre y también a su hermano mayor, James.

Pese a que Albus cuenta con un amigo inseparable, Scorpius Malfoy (de quien dicen que es el hijo biológico de Voldemort), el rencor se va adueñando de él y separándole de su padre, cuya relación va empeorando más y más. Harry, además, tiene problemas en el trabajo, ya que ha aparecido un giratiempo más poderoso de la habitual y podría acabar resultando peligroso para el mundo mágico.

No quiero entrar en más detalles, porque creo que mola mucho ir descubriendo qué pasa y cómo el mundo de los adolescentes va enlazándose con el de los adultos. Pero digamos que el giratiempo y las realidades alternativas tienen una gran importancia y confirman mi opinión de que Harry Potter y el legado maldito no deja de ser un fic, al que le han elevado de categoría, pero con el que también se busca descaradamente contentar a los fans.

Sin embargo, pese a sus defectos, lo compro como he dicho antes. Ese factor emocional es muy poderoso, al igual que el melancólico, algo con lo que los autores juegan bastante bien, aunque no tienen el mismo tino a la hora de escribir.

Me explicaré: personalmente creo que tienen ideas buenas, un planteamiento interesante, pero que fallan estrepitosamente a la hora de llevarlo a cabo. No sólo hay grandes agujeros en la historia, sino que se nota mucho, muchísimo, que no son J. K. Rowling y no tienen esa delicadeza suya a la hora de desarrollar los personajes. Durante los siete libros verdaderos, todos los personajes sufrieron fases ahostiables, cosa que era normal porque no dejaban de ser niños convirtiéndose en adolescentes y luego madurando. Sin embargo, por mucho que fueran insoportables en ocasiones, también podías comprender por qué actuaban así.

En Harry Potter y el legado maldito eso no ocurre y el conflicto de Albus, que es bastante interesante, acaba reducido al ataque de cojonitis de un adolescente llorón incapaz de ver más allá de su ombligo. No es que Albus no tenga motivos para sufrir, ni que no deba hacerlo, pero acaba convertido en una especie de elemento torturador para su padre sin tener en cuenta a nada o nadie que no sea él, ni siquiera al pobre Scorpius que tiene una situación mil veces peor y no se queja.

Sí que creo que son interesantes los conflictos que trata, desde las complicadas relaciones entre padres e hijos hasta el hecho de vivir con la fama (Harry no sólo sigue sufriéndola, sino que es una carga para sus hijos también), pero le falta profundidad.

Un ejemplo de esto sería la caricatura que acaban resultando los adultos, sobre todo Ron, aunque Hermione no parece ella misma tampoco. Pero es que el caso de Ron es especialmente sangrante. Sí, es cierto que en las películas Ron es reducido al alivio cómico, pero en los libros Ron es más que eso: es imperfecto, profundo, capaz y aporta cosas constantemente. Pero aquí sencillamente es un payaso enamorado de su mujer, como si le hubieran robado la personalidad y, dado que Ron siempre ha sido de mis personajes favoritos, eso me fastidia muy, mucho.

Eso sí, he de señalar que, aunque se trata de una obra de teatro, se lee con mucha facilidad y en un verbo, pues la trama engancha. De hecho, desde que leí el libreto, me muero por ir a Londres a ver la obra de teatro y dejarme maravillar por esa recreación de lugares que conocemos tan bien y de ver escenas que tienen que ser épicas, como esa aparición al fondo de la sala.

Así que, si te gusta Harry Potter, yo te recomiendo que lo leas, ya que no es ninguna maravilla, pero te va a dar casi todo lo que te gustaría ver en una nueva historia (aunque hay ciertas ausencias que no perdono) y tiene ideas interesantes, aunque tampoco esperes demasiado porque se nota mucho que no es una historia de Rowling. Eso sí, no me importaría en absoluto que Rowling se tirara la manta a la cabeza y nos regalara una saga con Albus, aunque yo personalmente sigo queriendo una dedicada a los Merodeadores. Eso es así.

Y ahora que he acabado la reseña sin spoilers, viene la parte en la que quiero comentar dos aspectos de Harry Potter y el legado maldito, que tienen spoilers. Así que os recomiendo dejar de leer si todavía no habéis disfrutado la supuesta octava entrega (no, sigo sin aceptarla como canon, digan lo que digan, soy así de terca).

Vale, por un lado, compremos toda esa paja mental de que Bellatrix se quedó embarazada de Voldemort, algo que yo particularmente considero demasiado surrealista. Pero, vale, comprémoslo. Eso sí, que alguien me explique a quién se le ocurrió ponerle Delphi a esa entrañable criatura. ¡Coño! ¡Que Delfy era un delfín todo majete de dibujos animados! De hecho, la canción decía “Delfy, tu mejor amigo”. O sea, no, lo siento, no puedo tomarme en serio a una pava que se llama como el delfín de los dibujos de mi infancia, nop.

Por otro lado, eh... Albus y Scorpius se quieren y se casarán. ¿Vale? No hay duda. Porque encima Scorpius es tan amor que se merece algo mejor que esa siesa de Rose (hablemos de la depresión que supone que la hija de Hermione y Ron sea una zorra asquerosa e intolerante). Pero, no, en serio, que la relación de Albus y Scorpius tiene unas connotaciones románticas que lo flipas, ¡si hasta comentan los abrazos que se dan! O sea, no entiendo por qué no tirar por ahí, porque encima todos sabemos que se aman locamente, contra ya.

Y con eso me he quedado tranquila, xD.

El próximo lunes (o martes) literario estará dedicado a... Nacidos de la bruma I. El imperio final de Brandon Sanderson.

martes, 15 de noviembre de 2016

El rey del invierno

En mi casa el intercambio de libros existe desde... bueno, básicamente desde que empecé a interesarme en serio por la lectura, siendo una cría. Así, mi padre se lee cosas como Los juegos del hambre o Cazadores de sombras, mientras que yo a veces leo novelas que no son de mi estilo, lo que creo que viene bien de vez en cuando. En uno de esos últimos intercambios, di con El rey del invierno, primera entrega de la trilogía Crónicas del señor de la guerra, de Bernard Cornwell.

Bernard Cornwell es historiador y escribe, evidentemente, novelas de corte histórico y en este caso ofrece una versión de la leyenda de Arturo. Una versión que difiere mucho de las típicas leyendas artúricas y que intenta mostrar una Britania más fiel a la realidad, aunque con sus licencias.

Tras que los romanos abandonaran el territorio britano, éste anda ocupado por las continuas batallas para llenar el vacío de poder y evitar una invasión sajona. Con la muerte del rey Uther, la situación se complica aún más, puesto que su heredero, Mordred, es un bebé tullido. Para impedir que le ocurra nada al niño y se convierta en un rey que unifique Britania, deciden traer al hijo bastardo de Uther, Arturo, del exilio para que lo tutele, algo que Arturo está dispuesto a hacer, al igual que ofrecerle a Mordred un reino lo más unificado posible.

Básicamente ese es el punto de partida de El rey del invierno, que cuenta las hazañas de Arturo Pendragón, un hombre inteligente y formado, protegido por Merlín, que es un gran guerrero. Este Arturo no se parece en nada al que protagoniza las historias más habituales, ya que, aunque es un buen hombre, también es imperfecto.

Precisamente es su faceta de señor de la guerra lo que más predomina en la novela. No es que Arturo vaya buscando presentar batalla, sino que continuamente se ve obligado a defender el reino de Mordred o a Britania de los sajones. Esas luchas tienen mucha importancia en El rey del invierno, que era algo que me sacaba de la lectura con mucha facilidad, sobre todo porque no ha sido una novela que me haya atrapado.

Al ponerme a leer a Bernard Cornwell me daba la sensación de estar ante una tesis en lugar de una novela, no me convencía su forma de escribir, demasiado lenta y un tanto recargada para mi gusto. Además, y esto es completamente cosa mía, cambia tanto las leyendas artúricas que me ponía a buscar diferencias y ya perdía el hilo por completo, sobre todo porque me pareció una novela bastante insulsa, pese a que sí cuenta con elementos interesantes como la reinvención de los personajes que conocemos o la cultura de la época. Sencillamente, El rey del invierno no llegó a gustarme. No es que lo odie, pero fue el típico libro en el que metí el turbo para acabarlo cuanto antes.

Entre las pocas cosas que sí me llamaron la atención fue el misticismo que desprendían los dos personajes más interesantes, Merlín y, sobre todo, Nimué, que acaba resultando el elemento más estimulante de la novela. Nimué es poderosa, inteligente y compleja, un personaje que sabe hacerse valer en ese mundo tan masculino  y lo hace por sí misma, aunque también sea la amante de Merlín.

El resto de personajes, pasaron sin pena ni gloria: desde un Arturo que acaba siendo un pelele en manos de la manipuladora y maliciosa Ginebra, que desde que aparece el autor te deja claro que es una trepa de mucho cuidado y tampoco ahonda demasiado en ella; hasta un Lancelot que no deja de ser un cobarde irritante, opiniones que además te deja muy claras nuestro narrador, el protagonista, Derfel, que Bernard Cornwell usa para dejar claro cuál es la opinión que debes tener sobre los personajes, en lugar de dejar que tú mismo te formes una, que es un recurso que personalmente no me gusta.

Vamos, que no creo que lea los siguientes y no sería una novela que recomiende, más que nada porque sufre el síndrome del historiador metido a novelista que no sabe encontrar el equilibrio entre ambas cosas.

El próximo lunes literario estará dedicado a... Harry Potter y el legado maldito de Jack Thorne y John Tiffany.

sábado, 12 de noviembre de 2016

6 diferencias de Víctor Ros

La semana pasada volvió a TVE Víctor Ros con su segunda temporada, una temporada que ya nadie se esperaba y que demuestra que TVE muy seria con sus renovaciones no es. De hecho, parte de su equipo ha cambiado y creo que eso se ha notado en la serie, pues esta segunda temporada, al menos de momento, poco tiene en común con la primera.

Esta temporada está ligeramente basada en la quinta novela protagonizada por el personaje (y escrita por Jerónimo Tristante), Víctor Ros y el gran robo del oro español. Aunque, bueno, en realidad lo único que se mantiene fiel a la novela es el punto de partida, con ese gran golpe que enmascara el robo del tesoro nacional. Por eso, y como en realidad, la serie sigue teniendo sus mismas virtudes (es entretenida, está bien hecha y tiene un buen reparto), esta entrada va a ir sobre los cambios entre novela y serie.


La situación de Víctor

Mientras que en la serie, Víctor sigue formando parte de la policía madrileña, en los libros su camino es mucho más complicado y es que, ante las injusticias que se daban en el sistema, Víctor acaba dejando la policía y se dedica a trabajar por su cuenta. En este tramo de la historia, de hecho, está prácticamente retirado, pues en la aventura anterior está a punto de morir y aquí se está recuperando. Por eso, van a buscarlo y Víctor tiene libertad de movimientos y no debe depender de nadie y mucho menos del cuartel de la guardia civil de Linares, como ocurre en la serie.

Además, su situación personal en los libros difiere muchísimo de la que se está viendo en la serie, ya que, sin contar a su hijo adoptivo, tiene otros dos, nacidos de su matrimonio con Clara. Así que es padre de familia y marido, lo que no quita que haga lo que tenga que hacer para resolver el caso, pero sí que cambia cosas y, de hecho, me lleva al siguiente punto:

Clara

Mientras que en la serie Clara siempre ha sido el interés amoroso, pese a que sí desarrollan su faceta de sufragista y mujer luchadora, el desarrollo de Clara en las novelas es muchísimo más original y mejor llevado.


En primer lugar, Clara no muere, lo que ya cambia mucho el panorama. Pero, además, en los libros Jerónimo Tristante nos dibuja a una Clara muy, muy inteligente que acaba volviéndose una gran detective, que está al nivel de su marido. La Clara de las novelas no sólo es esa presencia dulce que le espera en casa, sino que toma presencia activa en las aventuras. En La última noche de Víctor Ros (la cuarta entrega) es quien salva la vida a su marido y lo hace de tal manera que la archienemiga de Víctor, Bárbara Miranda, se da cuenta de que su auténtica rival es Clara.

En la aventura del oro español, Clara y Eduardo (así se llama su hijo adoptivo en las novelas, no Juan como en la serie) se dan cuenta de que Víctor puede estar dirigiéndose hacia una trampa, así que se disfrazan de pilluelos y lo siguen para mantenerle a salvo de Bárbara Miranda. Y resulta muy divertido ver cómo Blázquez se obsesiona con ellos al no saber que se trata de Clara y Eduardo.

Como he dicho, personalmente me gusta muchísimo más como retratan a Clara las novelas, ya que la hacen una igual de Víctor, su compañera, más que su esposa. Además, me duele mucho que la hayan matado porque, jolín, a mí Clara me mola.

La localización

En la serie de televisión, el tesoro nacional lleva a Víctor y Blázquez hasta Linares, donde tienen que lidiar con los guardias civiles que parecen ser corruptos. Sin embargo, en la novela viajan hasta Londres, lo que no sólo cambia los escenarios, sino toda la trama. Además, el estar en Londres le permite a Jerónimo Tristante permitirse alguna licencia molona que otra, como el hacer que Víctor se infiltre en los barrios bajos de la ciudad y conozca a Sherlock Holmes.


La trama: espionaje internacional vs. bandoleros

Dado que sólo llevamos dos episodios, quizás es un poco pronto para hablar de esto, pero a priori sí que parece que la trama es completamente distinta: mientras que en la serie Víctor y Blázquez están rodeados de bandoleros y guardias civiles que no saben a qué juegan, en la novela se combina la búsqueda del tesoro con los tejemanejes que se traen los políticos gracias a él y con la desaparición de un hombre inglés.

Evidentemente, Inglaterra desea conseguir el oro español, mientras que España quiere recuperarlo, así que Víctor se mueve en terrenos pantanosos todo el rato. Además, en la novela se nos presentan a dos personajes que molan muchísimo: Martin, un amigo inglés de Víctor que sirve de enlace con el gobierno británico, y la misteriosa María, que acaba resultando ser una espía española.

Los enemigos

Ahora mismo no me acuerdo si en la serie de televisión llega a salir Bárbara Miranda como tal o es una versión de ella, pero, bueno, lo que importa es que es un personaje que no llegan a desarrollar como en los libros. En éstos es una transexual muy, muy inteligente (e igual de loca) y muy peligrosa, que se dedica a matar, por lo que Víctor la descubre y la detiene, aunque se escapa. Desde entonces, Bárbara Miranda está obsesionada con él y tiene siempre un rol importante que desentrañar en las aventuras de Víctor Ros.


En la aventura del oro español va detrás de Víctor, que también se enfrenta al fantasma de Aldanza (su antiguo maestro, al que cree fallecido), mientras que en la serie de momento no sabemos muy bien lo que ocurre, aunque sí que han descartado que sea Aldanza... de nuevo, al menos por el momento.

De hecho, es algo que echo de menos en la serie, esa figura de gran rival de Víctor, más allá de que vaya resolviendo los casos que se cruzan en su camino. Quizás el personaje de Paco Tous pueda convertirse en el malo de la temporada, pero en estos dos episodios lo están dejando todo en insinuaciones y pueden salir por cualquier lado, lo que me parece bastante interesante, por cierto.

Elena y Juan

En la serie, Víctor adopta a Juan, que es el hijo de dos de sus amigos de infancia, y ahora se ha reencontrado con la madre de Juan, Elena, que en lugar de muerta está metida a bandolera en la sierra de Linares. Sin contar la gracia que me hace que Carles Francino y Tomás del Estal cacen bandoleros juntos y que seguramente junten al primero con una bandolera, es otro tema que se ha desarrollado de forma muy distinta a los libros.

En primer lugar, en los libros el personaje de hijo adoptivo se llama Eduardo y no tiene nada que ver con el pasado de Víctor. Sencillamente es un huérfano que le asiste en un caso y que demuestra ser muy hábil, por lo que Víctor decide adoptarle y darle una oportunidad, como le pasó a él cuando era niño.

Personalmente, salvo el tema de Clara que sí que me parece fatal, el resto no me importa que haya cambios, ya que permite que el lector de las novelas no vaya con ventaja y se pueda sorprender. Además, los medios no dejan de ser diferentes, aunque no deja de ser interesante el comparar las dos historias. ¿Estáis viendo la segunda de Víctor Ros? ¿Qué os está pareciendo? ¿Preferís libros o serie u os gustan las dos por igual?

jueves, 10 de noviembre de 2016

El amor en tiempos de DC

Ah, los ships, esas parejas que nos matan de amor y de pena y de desesperación dependiendo de cómo se desarrolle. Las historias de amor son una parte importante de las series, nos guste o no (aunque yo siempre he sido muy de shippear casi a la mínima), pero eso no quiere decir que lo hagan bien. De hecho, me parece especialmente sangrante el caso de las series de la DC, ya que todas sufren el mismo síndrome: la pareja planeada no les funciona.


Todas las series de la DC han empezado con una historia de amor clara: Oliver y Laurel en Arrow, Barry e Iris en The Flash, Jim y Barbara en Gotham, Ray y Kendra en Legends of tomorrow y Kara y James en Supergirl. Ya en el episodio piloto eran claros con sus intenciones, pero a medida que la historia avanzaba quedaba patente que dichas historias de amor eran un mojón. Así de claro.

Y lo peor es que en muchos casos la situación, aunque ha cambiado, no es que se haya arreglado porque los guionistas de este universo catódico lo de escribir tramas románticas no lo dominan, en absoluto. Al menos en su mayoría, por lo que cabría preguntarse si deberían dejar de intentarlo, leerse un par de novelas románticas o qué. Pero, bueno, esta entrada no va sobre eso, sino sobre el estado de esas tramas en las series de la DC que se emiten en la CW, ya que Gotham no la llevo al día (me he dejado la tercera temporada para verano).

Arrow: la dramática

A lo largo de su primera temporada, Arrow intentó vendernos el romance épico entre Oliver Queen y Laurel Lance, aunque los actores no tenían química ni media y, de hecho, yo era bastante partidaria de que Laurel le partiera la cara a Oliver porque él le puso con los cuernos con su propia hermana. No muy bonito, la verdad. En esas, apareció Felicity y era tan divertida, dicharachera y Emily Brett Rickards tiene tanta química con Stephen Amell que era imposible no caer ante los encantos del Olicity.


De hecho, los guionistas decidieron cambiar radicalmente el enfoque romántico en la segunda temporada, dejando a Laurel como una mera amiga y colocando a Felicity como el claro interés amoroso. ¿El problema? Pues, en mi opinión, hay más de uno: desde la insistencia que tienen en mantener el tono oscuro y dramático, lo que puede resultar bastante agobiante (un día Oliver salvará un gatito de un incendio y le criticaran porque, claro, Oliver es un hombre torturado y hay que machacarle hasta la extenuación, obvio) hasta el hecho de que los guionistas no saben cómo originar un conflicto de manera orgánica.

Al principio, Oliver era un hipócrita que no quería intentarlo con Felicity para no ponerla en peligro, pero sí que la dejaba participar en las misiones (todo tiene muchísimo sentido, sí), pero ahora básicamente utilizan a Felicity como un instrumento de tortura para Oliver. Si él dice blanco, ella dice negro, pero si él dos episodios después dice negro, ella dice blanco. Y así llevamos desde la tercera temporada, lo que me toca las narices porque, por un lado, se nota que sólo marean la perdiz porque tener una pareja unida no les debe estar permitido.


Y, por otro, por el destrozo al personaje de Felicity, que no puede ser más cliché en el sentido más negativo de la palabra. Felicity ahora mismo parece sacada de cualquier serie antigua, donde ella es perfecta, sabe hacer de todo y su única misión en la serie es recriminarle cosas a Oliver tenga o no razón. Si Oliver no mata a Malcolm Merlyn, se cabrea; si vuelve a matar, se vuelve a cabrear; acusa a Oliver de no confiar y ocultar secretos, cuando ella hace lo mismo. Joder, si ha llegado a ofenderse porque Oliver quería rescatar a Diggle de un encarcelamiento que no se merece y, lo que es peor, manda a los aspirantes a detenerlo, como si fueran sus perros de presa.

Así que deberían dejarse de insistir en el drama, adoptar ese estilo más desenfadado y divertido del resto de series y dejar de machacar a uno y volver a la otra bipolar. En serio, si no sabéis plantear conflictos, no lo hagáis y dejadlos juntos y en paz, que en la cuarta temporada no iba nada mal.

The Flash: la terca

Desde que Bary Allen hace su primera aparición en Arrow, lo hace ligado a Iris West, la chica de la que lleva enamorado toda la vida y que no repara en él. Es un punto de partida tan viejo como cualquiera, incluso muchas veces funciona. Muchas veces, que no aquí.


Una vez más, los actores encargados de interpretar a los personajes sencillamente no encajan. De hecho, Candice Patton no es solo una actriz bastante floja, sino que no te la crees en ningún registro: ni cómo hija, ni cómo intrépida reportera, ni mucho menos como enamorada. Todos los demás miembros del reparto tienen química, funcionan, pero ella está como en una realidad paralela, como si no estuviera en la misma serie. También es verdad que Iris West es el personaje más plano que ha poblado todo el Arrowverso. Sé que se suele comparar con Laurel Lance de Arrow, pero yo no estoy nada de acuerdo: Laurel puede caerte mejor o peor, pero tiene un recorrido en la serie, un papel que desentrenar y una magnífica evolución, cosa de la que Iris carece porque ella, bueno, simplemente está ahí.

Además, han ido desarrollando la relación de una forma paupérrima: a Iris le salió el amor por Barry una mañana, que se despertó así, con ese humor, mientras que a estas alturas resulta imposible creer que Barry pueda quererla, sobre todo tras ese arco tan adorable en el que Barry estuvo con Patty. Ves a Grant Gustin divirtiéndose con Shantel Vansanten y te crees que se gustan, que hay algo más, pero luego ves la cita de Barry e Iris y básicamente piensas que van a decir: eh, esto es un coñazo, no funcionamos como pareja, seamos amigos.


¿Pero pasa eso? ¡No! ¡Qué va! Y no lo entiendo, de verdad que no, porque Barry funciona con muchísimos personajes. Por favor, si en un par de episodios de la tercera temporada tiene mucha más química con Tom Felton que con Iris en toda la serie. Oye, en serio, yo siempre le he shippeado con Caitlin, pero que si lo juntan con Julian pues, mira, compro también. O traedme a Patty, tan adorable ella, de vuelta. Cualquier cosa menos tener que tragarme esa relación tan sosa.

Legends of tomorrow: la indefinida

En la primera temporada se empeñaban en darnos drama y más drama con Ray y Kendra, en plan: oh, se quieren, pero ella está destina a estar con Carter porque llevan queriéndose siglos. Y era un puto horror. Si los Rogues me hubieran fundido a uno y congelado al otro, habría hecho la ola. Palabra. Encima, era muy desesperante, porque ahí tenían a Snart y Sara flirteando y, cuando se juntaban, había fuego. Pero apenas pasaron de ahí y no ayuda nada que Snart se sacrificara por el equipo (aunque yo sigo pensando que algún día, cuando Wentworth Miller quiera, volverá).


Y ahora estamos viendo la segunda temporada y está molando cantidad (zombies, ninjas, viajes temporales…) y ya no está el Pasión de halcones, lo que es toda una gran mejora. Y encima las dos nuevas incorporaciones molan mucho. Ahora bien, en el tema romántico, no hay nada claro.

Quiero decir, obviamente a Sara la shippeo hasta con una silla (fuera de bromas, le sigo siendo fiel a Snart en ese sentido, pero tiene escenas molonas con Rip, Nate, Amaya e incluso Ray, que sigue sin ser santo de mi devoción), pero también puede haber tema entre Mick y Amaya. Pero, bueno, no se están definiendo mucho y se están dedicando a darnos aventuras molonas y mucha diversión, así que por mí está más que bien. De hecho, prefiero ese continuo colegueo con un poco de flirteo que la situación de Barry e Iris, por poner un ejemplo.

Eso sí, por fa, ¡recuperadme a mi Snart de la primera temporada! ¡Por fa!

Supergirl: la feliz

Ahora mismo yo soy muy, muy fan de los guionistas de Supergirl y ya he acuñado el término “marcarse un Supergirl” y no dejo de pedir que lo repitan en The Flash. Pero os pongo en antecedentes: en la primera temporada, la dinámica era muy clara, pues Kara estaba loquita por James, éste hacía el idiota para alargar la tensión sexual y el pobre Winn vivía en el friendzone, matándome a mí porque lo shippeaba con Kara. Al final de la primera temporada, Kara y James por fin logran estar juntos...


Y a Kara le costó cinco minutos decirle que no creía que iba a funcionar en el estreno de la segunda temporada, haciéndome completamente feliz. Además, lo contaron muy bien, con esa Kara que de pronto no se sentía cómoda cuando James se convirtió en una realidad y dejó de ser un imposible y fue clara y cortaron de raíz el tema.

Y, desde entonces, Supergirl se ha convertido en la fiesta del amor y del shippeo. Todas las dinámicas son adorables (las hermanas, Hank con las chicas, la amistad de Winn y Mon-El, la de los primos...) y encima hay tantas posibles carpetas que yo vivo en la confusión y no descarto querer una orgía. Porque sigo shippeando a Kara con Winn (jolín, es que Winn tiene unos detalles chulísimos como aprender el idioma de Kripton), pero también la shippeo con Mon-El (un momento para comentar lo adorable y divertido que está Chris Wood en Supergirl) e incluso con Lena Luthor. Bueno, y a estos dos los shippearía con Winn también. Ahí, a lo loco.


No, en serio, yo me pongo el episodio de Supergirl que toca y me paso cuarenta minutos con una sonrisa y disfrutando como una enana. ¡Qué bien les ha sentado el cambiar de cadena (aunque echo de menos a mi adorada Cat Grant)!


Pero si hay un ship que me está dando la vida en Supergirl es el de Alex y Maggie. A ver, a mí Alex en la primera temporada me gustaba con Max (eh, Max, ¿dónde te has metido? Te echo de menos), pero es que cada día me gusta más con Maggie y la forma en la que están desarrollando la sexualidad de Alex me parece muy natural y también muy coherente con el personaje. Por favor, ese discurso de Alex en el bar con sus dudas y dándose cuenta de lo que Winn y nosotros sabemos: le gusta más Maggie que a un tonto una tiza. Eso es así.

Ay, por favor, el día que llegue el macrocrossover voy a implosionar de amor. Que me van a juntar a Sara y Kara (y esperemos Alex) y Barry y... No, en serio, yo no sobrevivo a esos episodios. Lo tengo claro.

Bueno, y vosotros, ¿shippeais algo? ¿Estáis contentos con las series DC este año? ¡Contadme, contadme!

lunes, 7 de noviembre de 2016

Moriré besando a Simon Snow

Rainbow Rowell es una autora que siempre me ha encantado y que siempre tengo en cuenta: me gustó Eleanor y Park, me gustó Fangirl y estoy deseando leer sus otras novelas, que han estado publicando en España últimamente. Sin embargo, hoy estoy aquí para hablaros de la que ya se ha convertido en mi favorita: Moriré besando a Simon Snow, cuyo título español a día de hoy sigo sin saber si me horroriza o me encanta por lo sumamente hortera romanticón que es. Tened en cuenta que en inglés, la novela se titula Carry on, que significa "sigue adelante".

Esta novela es curiosa porque la estaba deseando antes de saber que existía, ya que cuando leí Fangirl, aunque me interesaron tanto Cath como su mundo, me quedé con las ganas de leer las aventuras de Simon Snow, esas novelas sobre las que la protagonista escribía fanfiction.

Bueno, pues gracias a las musas, a las estrellas o a lo que sea, Rainbow Rowell decidió que debía escribir un libro protagonizado por Simon y Baz y así nació Moriré besando a Simon Snow. Y como quizás no hayáis leído Fangirl, lo que deberíais cambiar, os voy a contar de qué trata la historia de Simon Snow y esta novela centrada en él:

Simon Snow era un huérfano normal y corriente, hasta que El Hechicero se presenta en su orfanato para informarle de que es el Elegido, el mago más poderoso y, por tanto, el que tiene que salvar al mundo mágico de una misteriosa criatura llamada Humdrum, que devora la magia. ¿El problema? Que aunque lleva años estudiando en una escuela de magia, a Simon se le da fatal el usarla y, de hecho, él mismo sabe que es un pésimo Elegido, sin necesidad de que su compañero de habitación, Baz, se lo recuerde constantemente. Baz es, de hecho, otro problema en sí mismo, ya que Simon sabe que es un vampiro que va sembrando el caos por el colegio, pero nunca ha podido llegar a probarlo.

Cuando empieza su último año en Watford, la situación es aún más complicada, pues el Humdrum le atacó al final del curso anterior, la situación política va volviéndose más y más tensa, al igual que la relación de Simon con su novia, Agatha. Y, encima, Baz no da señales de vida, algo que obsesiona tanto a Simon como pensar que se acerca el momento de ejercer de Elegido.

Probablemente el argumento te sonara a Harry Potter. Pues sí, es una versión del mundo de J. K. Rowling, ya que la autora se basó en Harry Potter para crear las novelas sobre las que Cath se obsesionaba en Fangirl. Es algo que Rainbow Rowell no oculta, de hecho creo que leyendo Moriré besando a Simon Snow se nota lo mucho que a Rainbow Rowell le gustó el trabajo de J. K. Rowling. Sin embargo, también hay que decir que se molesta muchísimo en que su mundo mágico tenga su propia personalidad, al igual que sus personajes.

Es decir, que cuando empiezas a leer Moriré besando a Simon Snow, no dejas de hacer comparaciones, pero poco a poco la historia te atrapa y te olvidas del resto. Además, la trama de esta novela acaba siendo distinta a las aventuras de Harry Potter. No sólo tiene una perspectiva más adulta, sino que lleva muy bien ese equilibrio entre presentar el mundo, el misterio, las aventuras y el desarrollo de los personajes.

Vamos, que acabas completamente rendida a los pies de Rainbow Rowell, deseando saber cómo se unen todas las piezas. Ese interés, junto al ritmo ágil y la maravillosa prosa de la autora hacen que Moriré besando a Simon Snow se lea en un santiamén.

Además, me encantó el trabajo que hizo la autora con todos los personajes, ya que todos ellos son complejos, tienen distintos veres y tienen ese algo especial que los hace memorables. Incluso un personaje que podría ser un completo desastre, como es el de Agatha, acaba siendo medianamente interesante. Agatha, a priori, tiene todos los ingredientes para ser el tipo relleno irritante (odia las aventuras, tiene sentimientos por los dos protagonistas masculinos...), pero Rainbow Rowell logra que sea algo más que un cliché y que comprendas su posición.

También los personajes adultos, que están en un segundo plano, están muy bien construidos, aunque, para mí, le ganan de calle el trío principal. Quizás de ese trío, el rival más débil es Simon, pero aún así me gustó: tiene claro que es un desastre, no entiende su posición como Elegido precisamente por eso y aprecia que todas sus victorias se han debido a los otros. Oye, que al menos el muchacho es sincero consigo mismo. Eso sí, me resultó un poco irritante la obsesión que siente por pillar a Baz, a quien faltó que le acusara de haber matado a Manolete, así que suelo imaginármelo cantando el Busted de Candace de Phineas y Ferb, pero eso ya son cosas mías.

Y es que, además, Baz me conquistó desde el primer momento. Baz es el robaescenas de la novela, el personaje más interesante de todos. Baz es el heredero de una poderosa y antigua familia de hechiceros, que se enfrenta al Hechicero y a Simon, pero también es un vampiro, algo que le tortura porque se convirtió cuando, siendo niño, unos vampiros atacaron Watford y mataron a su madre. Se supone, encima, que debe odiar a Simon, incluso debería matarlo, pero está perdidamente enamorado de él. Vamos, que Baz no puede tener más contradicciones en el cuerpo, pero eso sólo le hace más maravilloso porque es cínico, tiene mala leche, es inteligente, capaz y tiene sentido del humor.

¿Quién da más? Pues Rainbow Rowell, ya que desarrolla la relación romántica entre Baz y Simon con mucho tacto y personalidad, por lo que queda muy bonita, un poco en plan comedia romántica, pero no es cursi, ni ocupa el noventa por ciento de la novela. De verdad, me gustó muchísimo el cómo hace que Simon se dé cuenta de sus sentimientos y cómo Simon acabe viendo a Baz como es realmente y venza esa visión que él mismo se había construido.

Ni que decir tiene que me lo pasé pipa leyendo la relación de estos dos, pero encima Rainbow Rowell no descuidó la trama de misterio. Pese a ser un libro auto-conclusivo, que maneja muchos hilos (se supone que sería el octavo de una saga), todo tiene sentido y todo acaba perfectamente cerrado, ya que todos los frentes acaban encajando. Además, me pareció muy bien pensado el final y cómo se cierra todo, ya que no sólo es original y mola, sino que, como he dicho antes, no recuerda en absoluto a Harry Potter.

Es decir, si te gustó la saga de J. K. Rowling y te gustan los libros de fantasía con aventuras y diálogos chispeantes, no dudes en darle una oportunidad a Moriré besando a Simon Snow. Sé que el título suena a folletín romántico de portada empalagosa, pero no es así. En absoluto, es muchísimo más y, de verdad, es un libro que puede gustar a cualquier lector.

El próximo lunes literario estará dedicado a... El rey del invierno de Bernard Cornwell.

jueves, 3 de noviembre de 2016

Doctor Strange, Scott Derrickson, 2016

El lunes por la tarde por fin pude engañar a alguien para que me acompañara a ver Doctor Strange, que yo me moría de ganas de ver y al parecer estaba yo ahí sola con mis ganas. Pero, bueno, con el recurso del "te invito" una consigue milagros, así que me encaminé al cine de mi pueblo y flipé colorines porque tuvimos que hacer cola para comprar las entradas y luego para entrar. En serio, lo nunca visto en Calahorra, superó incluso al día que se estrenaron películas como En llamas o El retorno del rey.

Eso sí, en nuestra sala estuvimos bastante tranquilitos, pese a que había unos cuantos niños (que se acojonaron vivos los pobretes y sus padres tuvieron que irse sin terminar la peli), aunque a cambio decidieron poner la película tarde. Unos quince minutos después de la hora de inicio, se dignaron en ponernos los anuncios y luego los trailers y ya por fin empezó Doctor Strange (que para mí siempre será Doctor Extraño, ¿por qué no respetar los títulos de los cómics, eh? ¿Por qué? ¿No tuve bastante con el Silver Surfer en lugar de Estela plateada que, sí, suena más cursi, pero yo he crecido con eso y lo tengo tan asumido y adorado como el Mi música es tu voz) y me dejé llevar por ese recorrido tan maravillosamente psicodélico que es Doctor Strange.

Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) es uno de los mejores cirujanos que existen, algo que él sabe y que alimenta su enorme ego. Sin embargo, su perfecta vida da un giro de ciento ochenta grados cuando sufre un brutal accidente de coche que le destrozará las manos. Sin sus manos, sin ser ese cirujano de éxito, Strange se pierde a sí mismo y, en su desesperación por curarse, da con una posible solución en Nepal. Sin embargo, lo que encuentra ahí no es la cura a sus males, sino el descubrimiento de que la magia es real y de que no existe un único universo, sino un multiverso.


Pese a sus reticencias iniciales, Strange se convierte en alumno de La Anciana (Tilda Swinton) y no tarda en dominar las artes místicas, mientras La Anciana tiene sus propios problemas, ya que uno de sus alumnos, Kaecilius (Mads Mikkelsen), ha robado un hechizo que podría desencadenar la destrucción de la Tierra a manos del terrible ser Dormammu.

Como he dicho, le tenía muchas ganas a Doctor Strange, sobre todo porque es uno de mis personajes favoritos de los cómics, ya que siempre me ha gustado la vertiente mística de Marvel. Además, últimamente Marvel me ha sorprendido mucho (las dos últimas de Capitán América son una pasada) y le sienta bien el probar cosas diferentes.

¿Qué Doctor Strange es distinta al resto de películas Marvel? Pues, aunque es cierto que tiene su propia personalidad, no deja de ser una película de presentación del personaje. Sin embargo, eso no significa que sea una mala película, ya que no lo es; sencillamente, sigue la estructura que hemos visto antes, la del nacimiento del héroe, que básicamente sigue esa teoría de Joseph Campbell. Vamos, que el personaje es de una manera, algo ocurre que le saca de su zona de confort, vive la aventura y acaba convertido en héroe.

Hemos visto eso en multitud de películas y no sólo de Marvel o sólo de superhéroes en general, sino cualquier cinta de aventuras.


Eso sí, Doctor Strange se sostiene por sí sola como algo más que esa introducción al misticismo, ya que asienta pilares del universo cinematográfico, nos cuenta una aventura con unos buenos personajes y, de paso, sirve de nexo con otras películas, lo que no era de extrañar dado que aparece otra Gema del Infinito y que Dormammu es un personaje que, aunque es uno de los principales villanos de Doctor Extraño, se ha cruzado en el camino de personajes como Loki, el Capitán América, Bucky, Spiderman y una larga, larga lista.

De hecho, Doctor Strange es una película de orígenes en más de un sentido, ya que no sólo nos presentan a Stephen Strange o la magia, sino que también cuenta el origen de dos personajes que van a ser importantes en el futuro: Dormammu y Mordo. Quizás, éste último no está tan desarrollado y ejerce un poco de comparsa, pero sí que se toman el tiempo de explorarle y de presentar su conflicto con respecto a la magia.

Lo que también es lógico, pues la película no puede durar eternamente y era evidente que los guionistas querían centrarse sobre todo en Strange y La Anciana. Al fin y al cabo, él es el protagonista y ella un personaje que no sólo es magnético y complejo, sino que ejerce ese rol de maestra y guía de Strange, la que le hace ver cuál es su camino y le hace entender por qué es tan importante detener las amenazas a las que se enfrentan. De hecho, La Anciana me sorprendió muy gratamente y me encantó cómo han desarrollado la relación entre ambos y la forma en la que se ha llevado la evolución de Strange.


Porque Stephen Strange es el centro de todo, es el corazón de la película y puede llevar él solito el peso de la cinta. Strange es egocéntrico y soberbio, pero también inteligente, carismático y tiene sentido del humor. Hay un gran equilibrio en él entre sus cualidades y sus defectos y la forma en la que se convierte en héroe y acaba aceptando unas responsabilidades que no le interesaban, queda muy natural.

Además, Benedict Cumberbatch está soberbio en el papel. No sólo está conseguido físicamente, sino que me creí cada una de sus escenas y, como si de un hechizo se tratara, me cautivó desde el principio. Y, aunque el señor Cumberbatch es la piedra angular, el resto del reparto está muy a la altura: Tilda Swinton está maravillosa en un papel que parece hecho a su medida, Chiwetel Ejiofor vende muy bien ese colega rígido que es Mordo, Mads Mikkelsen tiene una presencia extraordinaria y Rachel McAdams no sólo tiene química con Benedict Cumberbatch, sino que queda muy natural y consigue ser una de las mejores chicas que ha habido en el Universo Cinematográfico Marvel.

Y quería hablar de estos dos últimos, ya que Mads Mikkelsen es un villano elegante, con mucha presencia, pero de nuevo vuelven a darnos un malo simplón. No llega al nivel de Malekith, que es malo porque sí, aunque tampoco tiene esa profundidad que han tenido otros villanos como Ultrón o Loki, que sigue siendo, al menos para mí, el mejor villano Marvel. Es decir, se molestan en darle un trasfondo que te haga comprender por qué desea abandonarse a la oscuridad de Dormammu, pero no deja de ser un cliché simplón, que ni siquiera tiene esa originalidad que, por ejemplo, sí tuvo Helmut Zemo en Civil War.


Kaecilius no deja de ser una víctima de un guión, que lo usa como excusa para iniciar los acontecimientos que llevan a que el resto de personajes se desarrollen y se establezcan relaciones que sí pueden dar mucho más juego en el futuro y que la historia sea más compleja e intensa y que las próximas películas de Doctor Strange sigan la estela de las de Capitán América. Y como no quiero spoilear a nadie, me voy a callar aquí, pero si has visto la película, sabes a qué me estoy refiriendo.

En el caso de Rachel McAdams, he de decir que es una chica muy digna. Yo pensaba que iba a ser Clea, que es la novia más mítica de Stephen Strange y que es princesa, hechicera y regente de la Dimensión Oscura, lo que mola mucho. Sin embargo, han optado por usar el personaje de Christine Palmer, que existe en los cómics, donde es una enfermera que ayuda a tratar a los superhéroes (si os suena el perfil, sí, Claire Temple de las series de Netflix iba a tener ese nombre, pero tuvieron que cambiarlo por esta película) y es algo que le hemos visto hacer aquí.

La verdad es que Christine me ha sorprendido mucho, ya que no está metida con calzador, su personaje tiene varios propósitos (no sólo sirve para ayudar a Strange a ver que hay vida más allá de la cirugía, sino que es necesaria para salvarle la vida) y me encantó su actitud con él: desde el marcharse al ver que él empezaba a tratarla mal, hasta esos sustos que se daba mientras ayudaba como podía.


Y para acabar con esta reseña, que me está quedando larga, lo sé, me queda comentar lo absolutamente impresionante que resulta de ver. Doctor Strange es sicodélica a decir hasta decir basta, llena de color y de unos efectos muy chulos para representar la magia. Me gustó especialmente cómo hicieron a Dormammu, que me pareció tan bonito como inquietante, al igual que me encantó el cómo iban alterando la realidad y las peleas que mantenían los hechiceros. De hecho, me he quedado con las ganas de verla en 3D.

Y a partir de ahora, va a haber unos cuantos spoilers sobre la película, así que dejad de leer si no la habéis visto. En serio, venga, piraos ya de una vez, que no quiero spoilear nada. Bien, supongo que quedamos los que hemos visto la película y ahora puedo comentar dos cosas muy concretas:

Una, me declaro fan absoluta del ataque gif que se marca Strange para derrotar a Dormammu. Fue divertido, inteligente e inesperado. Vamos, que me moló cantidad y encima ya sabemos dónde está la Gema del Tiempo, que era una de las que nos faltaban por ver. Ya sólo falta por aparecer la Gema del Alma, que yo creo que va a salir en Thor: Ragnarok (¿tendrá que ver con La espada Alma y el Infierno?).


La verdad es que desde el principio de la película de Doctor Strange tuve la sensación de que iba a estar relacionada con Thor: Ragnarok, por el tema del multiverso y tal. Después, aparece Dormammu y yo recordaba que éste había dado por saco a Asgard en alguna ocasión y, quizás, decidan sustituir a Surtur por él. Y curiosamente, al final de la película va y aparece Thor en una escena post-créditos, lo que ya me dejó loca de la vida porque es Thor y Thor mola, pero encima la escena me dejó a cuadros. En ella, nos cuentan que Loki está en Nueva York con Thor (¿por qué no salió en la escena, por qué?) y que están buscando a Odín y Thor llega al acuerdo con Strange de que les ayudará para que puedan irse de la Tierra.

Vale, a ver, ¿esto cuando narices ha pasado? Porque en Thor: El mundo oscuro aparentemente Loki muere y, de hecho, su hermano lo da por muerto, así que ni siquiera sospecha que, en realidad, Odín es Loki disfrazado con una de sus ilusiones. ¿Cuándo se han reencontrado estos dos? ¿La desaparición de Odín es una mentira de Loki? ¿La escena es pre Ragnarok o post Ragnarok? Porque Doctor Strange tiene lugar después de Civil War (uno de los posibles pacientes de Strange es Rodney).

Vamos, que tengo muchas paranoias encima. ¿Qué pensáis vosotros de la escena de Thor y Strange?