miércoles, 7 de diciembre de 2016

Nosotros después de las doce

En cuanto supe que Laia Soler había sacado una nueva novela, la apunté prácticamente la primera en la lista de lecturas pendientes, ya que es una autora que me conquistó con su primera novela, Los días que nos separan, amor que se afianzó con la segunda, Heima es hogar en islandés. Además, no sé cómo lo logra esta mujer, pero siempre, siempre, me acaba emocionándose muchísimo.

Total, que en cuanto pude me hice con su tercera obra, Nosotros después de las doce, y no pudo gustarme más. Qué preciosidad de novela, en serio. Así, resumiendo antes de empezar con la reseña propiamente dicha. Así que, nada, será mejor que vaya con ella y lo primero de todo es contaros de qué trata:

Aurora vive en Valira, un pequeño pueblo en las montañas que debe su nombre a una reina hada y que, por eso, se dice que es mágico y atrae a los turistas. Aurora, de hecho, sabe que la magia existe, ya que su abuelo posee un carrusel que puede borrar el dolor al borrar los malos recuerdos, algo que únicamente conocen abuelo y nieta.

El verano acaba de comenzar, el verano antes de que todos vayan a la universidad, menos Aurora que va a quedarse en Valira porque no tiene claro qué hacer con su vida. Es entonces cuando Erin, su mejor amiga, vuelve al pueblo tras haber vivido los últimos dos años en la ciudad. Pero Aurora no sólo se reencuentra con ella, sino también con Teo, el hermano de su amiga, con quien nunca ha tenido demasiada relación, aunque ahora empiezan a sentirse atraídos, algo con lo que Aurora no contaba.

Lo primero de todo sería señalar que, por tercera vez, Laia Soler ha logrado llegarme al corazón con facilidad asombrosa y, de nuevo, me he descubierto con lágrimas en los ojos leyendo algunos pasajes de su novela. Aunque sea repetirme, no sé cómo esta mujer logra emocionarme tanto con sus novelas, pero lo hace y encima lo disfruto porque no pueden ser más bonitas.

Porque Nosotros después de las doce es una preciosidad.

Una preciosidad muy, muy bien pensada. Una vez has terminado de leerla, todo encaja de forma magistral y no queda más que aplaudir a Laia Soler por lo bien armada que está su historia y el sentido que tiene todo.

Desde el principio, gracias a ese pueblo llamado Valira que tan bien va dibujando a medida que avanzan las páginas, la novela tiene un aire de cuento que le va como anillo al dedo. Con esa aura de magia que envuelve la historia, pero que resulta natural y sencilla, un añadido más, en lugar de ser algo más directo como podría ocurrir en novelas del tipo Harry Potter o Cazadores de sombras. Porque Nosotros después de las doce es una historia de amor, es una historia de aceptar el dolor y de mejorar y de encontrarse a sí mismo.

Y me resultaría imposible explayarme más sin entrar en spoilers, algo que no quiero hacer porque, de veras, merece mucho la pena dejarse embrujar por la magia de Valira, de Aurora y de Teo.

Así que, en líneas generales, os diré que Nosotros después de las doce tiene una historia de amor preciosa, que está muy bien planteada, con dos personajes que te conquistan casi desde la primera página y que tienen muchísima química. Me gustó muchísimo cómo se va desarrollando la relación entre Aurora y Teo, funcionan muy bien juntos y también por separado.

Teo es una monada de chico con las ideas muy claras. Es encantador, divertido, un artista con sus miedos y sus problemas, lo que hace que sea más que el interés romántico de la protagonista. Me encantó tanto por sí mismo, como pareja de Aurora y como hermano de Erin.

Y luego tenemos a Aurora. Ay, Aurora. Qué difícil es hablar de ella sin entrar en spoilers, en serio. Aurora es un personaje extraño con el que es tan sencillo conectar como extrañarse ante ella, como si tuviera una personalidad indefinida. Sin embargo, creo que muchos hemos pasado alguna vez su situación: el no saber qué hacer, el ser alcanzada por el futuro... Por eso, es muy sencillo empatizar con ella. También me gustó el cómo se plantea las relaciones casuales y ese alegato de que las chicas también podemos tenerlas sin que sea algo negativo.

Aurora es el centro de la novela, el resto de personajes confluyen en ella y, cuando la has terminado, se comprende perfectamente por qué Aurora es cómo es y por qué Laia Soler ha planteado así el personaje.

El resto de personajes cumple con su función, destacando a Erin y al abuelo Duvois, que son los que más peso tienen entre los secundarios. La primera es un buen nexo entre Aurora y Teo, además de una muy buena amiga para la protagonista, pero también tiene sus propios problemas, al igual que el abuelo Duvois. Se agradece que, aunque sean personajes secundarios, tengan profundidad y desarrollo. Y, de hecho, la relación de Aurora con ambos, sobre todo con su abuelo, no puede ser más tierna.

Y ya sólo me queda señalar que el final es maravilloso, al igual que la novela entera que, encima, se lee en un suspiro. Una vez has abierto Nosotros después de las doce resulta imposible no seguir leyendo hasta que llegas al final y, cuando lo has acabado, sólo puedes sonreír y básicamente morirte de amor.

Vamos, que Nosotros después de las doce es una lectura prácticamente obligada.

La próxima reseña estará dedicada a... Harry Dresden 2. Luna llena de Jim Butcher.

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