martes, 16 de agosto de 2016

Los últimos días de nuestros padres

Como ayer fue festivo y apenas pasé por casa, no subí la reseña, así que va para hoy. Y me toca hablar de Joël Dicker, que es el encargado de esa maravillosa novela que es La verdad sobre el caso Harry Quebert y que es un must literario muy grande. En serio, La verdad sobre el caso Harry Quebert hay que leerlo y punto porque es muy, muy buena.

De hecho, fue el típico libro que en casa nos vamos pasando de unos a otros en plan “eh, léete esto, que mola mil”, por lo que nos acabamos haciendo con Los últimos días de nuestros padres, que publicaron en España a raíz del éxito de Harry Quebert, pero que era la primera novela del autor y que suponía un cambio de registro enorme:

En los albores de la Segunda Guerra Mundial, Palo decide dejar a su querido padre y su hogar para enrolarse en el ejército y parar el nazismo. Sin embargo, Palo acaba siendo uno de los elegidos para recibir un entrenamiento especial y acaba formando parte del SOE, un programa de espionaje orquestado por Churchill. Palo es muy joven, pero acaba formando una gran familia con el resto de sus compañeros reclutas y empieza a descubrir elementos como la amistad, el honor y el amor, sin dejar de estar preocupado por el estado de su padre, que se ha quedado en Francia, solo y sin saber qué está haciendo él.

Los últimos días de nuestros padres prácticamente nos cuenta cómo Palo y sus amigos maduran a marchas forzadas gracias a la terrible situación que hay en toda Europa con Hitler ganando terreno. Todo ello con una historia divida en cuatro partes que abarca desde los primeros pasos en su entrenamiento, hasta cuando los que han logrado superar este último trabajan como espías por todo Europa.

Y, a priori, la novela tenía buena pinta, un arranque interesante con una serie de jóvenes que se forman como espías en plena Segunda Guerra Mundial. Ahora bien, como casi todo en este libro, ese potencial se queda a medias y Joël Dicker acaba escribiendo una novela muy, muy floja, cuyo final me hizo querer tirar el libro por la ventana.

No todo es un desastre, ya que Joël Dicker sabe escribir, tiene un estilo muy agradable y tiene un toque especial con sus personajes. Todos son complejos, se distinguen y les acabas cogiendo cariño. Además, y creo que es una gran virtud, pese a que al principio te encuentras con un montón de personajes, no los confundes, ni te lías, sino que el autor logra que todo quede claro y que cales enseguida cómo es cada uno, aunque luego vayan evolucionando.

Quizás, en lo que respecta al estilo, a veces peca de detallista y queda un poco forzado, pero la verdad es que, al menos, Los últimos días de nuestros padres se lee con facilidad, a pesar de que no tiene el mejor ritmo del mundo. De hecho, es un tanto irregular y al principio es bastante lento, que sería algo que podría perdonar porque luego sí que mejora en ese aspecto y, al menos, acaba resultando entretenido y tiene partes muy sentimentales que cumplen con su función de emocionar. Sin embargo, para mi gusto, intenta demasiado ser profundo y trascendente, aunque tampoco resulta ridículo.

Lo que sí lo resulta y lo que me molestó son los continuos saltos de fe que Joël Dicker le pide al lector, porque todo el conflicto de su historia se basa en “porque sí” y en “este personaje tiene ese carácter tan extraño y te lo crees porque lo digo yo”. Y es que, lo siento mucho, pero no hay quien se crea el desarrollo tanto de Palo como de su padre. No tiene sentido, no se sostiene y resulta ridículo.

¿O es que me tengo que creer que un hombre que se muere por estar con su hijo, que vive en plena Francia ocupada por los nazis, decida regresar a su casa y esperar ahí todo un día para escapar en lugar de hacerlo en el momento en que su hijo aparece para rescatarlo? ¿En serio? ¿De verdad eso es lógico y creíble? ¿Y de verdad es creíble que el hijo, que es el mejor espía y agente de su promoción, no solo lo permita, sino que vaya tan pito a su casa, sin tener cuidado ni nada? ¡Venga ya! Si es que no se sostiene la situación, da igual cómo la mires, no tiene lógica, ni se entiende, ni nada.

Por eso, aunque Joël Dicker tenga buena mano tanto con prosa como con personajes, no recomendaría Los últimos días de nuestros padres: su desarrollo es demasiado ilógico, no está bien orquestado, también es bastante intenso y, en general, no me gustó nada la última parte. A decir verdad, cuando lo leía, me dio la sensación de que se quedaba un poco a medias.

En mi opinión, se nota mucho que fue la primera novela del autor y creo que a Los últimos días de nuestros padres no le hace ningún favor que La verdad sobre el caso Harry Quebert se publicara antes, porque le da mil vueltas. Sencillamente, esta última pone el listón tan alto que, cuando lees su primera obra, ésta te acaba decepcionando, a pesar de que tiene algún aspecto positivo que otro.

El próximo lunes literario estará dedicado a... El mago de papel de Charlie N. Holmberg.

No hay comentarios:

Publicar un comentario