Uno de mis escritores favoritos es Carlos Ruiz Zafón. Lo descubrí con La sombra del viento y básicamente me enamoré de su historia, de sus palabras y personajes. Me hice con sus cuatro novelas anteriores: por un lado, los que decidieron reunir en un pack llamado Trilogía de la niebla (El príncipe de la niebla, El palacio de la medianoche, Las luces de septiembre) y, por otro, Marina. Aunque me gustaron (sobre todo Marina, que me encantó), siempre he preferido la saga de El cementerio de los libros olvidados formada por La sombra del viento y El juego del ángel.
Supuestamente, las historias correspondientes a dicha saga son auto-conclusivas e independientes, aunque están conectadas entre sí. Por eso, me moría de ganas por leer las siguientes entregas, pero tenía el consuelo de que iba a ser un libro auto-conclusivo e independiente, más o menos como lo que ocurrió con los dos primeros.
Además, entre los dos primeros pasó muchísimo tiempo, así que decidí armarme de paciencia para esperar la nueva entrega. Y he de decir que entre este hombre y George R. R. Martin voy a desarrollar la habilidad de pintar en un grano de arroz o algo así, por lo de la paciencia, digo.
Pero, al fin, antes de navidad anunciaron la publicación de El prisionero del cielo y, para mí sorpresa, informaron de que los protagonistas serían ni más ni menos que Daniel Sempere y Fermín Romero de Torres. De hecho, El prisionero del cielo trata de cómo, mientras intentan salvar la campaña de navidad de la librería Sempere e hijos, un misterioso personaje del pasado de Fermín reaparece.
Bueno, en resumen y para aquellos que no lo han leído, diré que es muy recomendable, que Carlos Ruiz Zafón sigue siendo un narrador maravilloso que combina perfectamente el humor con la ternura, los secretos y la oscuridad. Si no habéis leído ni una sola de sus novelas, os las recomiendo encarecidamente, son una maravilla, una preciosidad.
Y a partir de aquí empiezan los spoilers y lo que Miki y yo solemos denominar blog terapia porque, en serio, la necesito.
En primer lugar quiero decir que eso de que las historias son más o menos independientes es algo engañoso. Cuando leí El juego del ángel me quedé como: ohh, qué guay, Isabella es la madre de Dani, cómo mola. Ahí, toda ingenua pensando que era una manera bastante bonita de conectar las dos historias independientes. Ahora, tras haber leído El prisionero del cielo, he descubierto que soy idiota y que de no era una mera conexión entre los dos primeros libros.
Y es que en El prisionero del cielo, las cosas se empiezan a liar, pero liar, liar. Con la excusa de contarnos el pasado de Fermín, Ruiz Zafón nos regala un libro un tanto de transición, pero que no tiene desperdicio. Aunque me acojona (me acojona de verdad, en serio) lo que le está preparando a Daniel (en serio, por favor, no me lo desgracies, a Dani no, por fa), me fascinó ver que Fermín conoció a David Martín y que lo que yo suponía (de nuevo, inocente yo) que era una muerte natural, resultó ser un asesinato. Contra, toda la vida pensando que Isabella simplemente murió de una enfermedad y va y no es así.
Y es esa nueva pieza la que cambia todo el puzzle. El pasado de Fermín es importante, nos explica cómo acabó siendo amigo de Daniel (que no, no era casualidad), pero lo que de verdad importa es cómo continúa la historia de David tras El juego del ángel. Éste último me dejó bastante loca cuando lo leí, en plan: pero qué ida de pinza. Pero, claro, ahora llega El prisionero del cielo y ya no existen palabras que describen el estado de no entender nada en el que estoy.
Por un lado, vemos a David loco, pero loco, loco. Incluso nos da a entender (o, al menos, así lo interpreté yo) que el final de El juego del ángel es una paja mental de David, pero, aún así, la cosa es que siguen pasando cosas raras alrededor de David: ¿qué coño pasó en la cabaña, por poner un ejemplo?
Por otro, descubrimos que Isabella, a pesar de estar casada y ser madre, seguía intentando salvar a David, lo que la lleva a ser asesinada y a Daniel a conocer el ansia de venganza. En serio, aunque me repita, miedo me da el camino hacia el lado oscuro de Daniel, sobre todo tras ese fragmento en el que se me rompió la patata en el que Daniel nos cuenta que tras una conversación con su padre, éste comienza a morir. Por favor, no quiero ver la muerte de Sempere padre, que ese hombre me encanta.
Y, por cierto, eso de que el libro es auto-conclusivo es una mentira como una catedral de grande. ¡Ja! Ya no sólo es que queden cabos sueltos (me mata especialmente que Julián Carax escriba en el futuro un libro titulado El prisionero del cielo, que es como llaman a David en la cárcel) y se planteen tramas nuevas (como, por ejemplo, la aparición de una sobrina idéntica a Isabella; ¿quizás la narradora de la cuarta parte? ¿Se le habrá ocurrido una entrega nueva?), sino que el final es de un “continuará” con todas las de la ley con esa escena en la tumba de Isabella.
En conclusión, en El prisionero del cielo nos encontramos ante una historia un poco más alegre que en las anteriores entregas, que poco a poco se va tornando mucho más oscura ha medida que vamos descubriendo una pieza fundamental en lo que es la historia a largo plazo de la saga. Si habéis llegado hasta aquí, supongo que no hace falta que os diga lo sumamente bien escrita que está, cómo están los distintos géneros combinados y que los personajes están muy bien construidos y son de esa clase de personajes que recuerdas con cariño.
Ahora sólo espero que Carlos Ruiz Zafón no me haga esperar una barbaridad para la cuarta y última entrega.
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