lunes, 10 de febrero de 2014

Deuda de espíritu

El año pasado por fin decidí darle una oportunidad a la saga Vampire academy, así que me leí las cuatro primeras partes (Vampire academy, Sangre azul, Bendecida por la sombra y Promesa de sangre) de un tirón y acabé encantada, como ya reseñé. Pues bien, yo he tenido suerte porque no tuve que esperar demasiado para poder leer la quinta, ya que Alfaguara se ha dignado en publicarla hace unas semanas. Y esa va a ser la reseña de hoy.

Para los que no hayáis leído la saga, os diré de nuevo que es muy recomendable y que no dejéis que, el hecho de que sea sobre vampiros, os eche para atrás: no es Crepúsculo, sino algo completamente diferente. Para los demás, que tengáis cuidado porque va a haber spoilers.

En Deuda de espíritu nos reencontramos con Rose de nuevo en la academia St. Vladimir, tras todas las peripecias que pasó en Rusia siguiendo la pista de Dimitri. Sin embargo, la apacible rutina que se ha adueñado de su vida junto a Lissa y Adrian toca a su fin cuando, primero, debe pasar el examen para convertirse en guardián y, después, trasladarse con Lissa a la corte tras que se acabe el año escolar. Rose no sabe qué será de su futuro, ni si Lissa y Christian harán las paces, pero sí que sabe dónde encontrar las pistas que le lleven a salvar a Dimitri: en una prisión de máxima seguridad, exactamente en la celda de Victor Dashkov... y Rose hará lo que sea por conseguir esa información, hasta intentar liberar a Victor.

Con ese punto de partida, Richelle Mead nos ofrece una nueva entrega de la saga. A diferencia de la cuarta parte, esta quinta empieza un tanto pausada con el examen de Rose, su nueva situación (sin saber si será la guardiana de Lissa y saliendo con Adrian) y como intenta pasar página, pese a aferrarse a la esperanza de poder curar a Dimitri. No obstante, no tarda en pisar el acelerador y, entonces, la novela adopta un nivel frenético donde no dejan de pasar cosas, de darse giros y de encarrilarse hacia un final de infarto.

Si ya me habían gustado las novelas anteriores, esta lo ha hecho todavía más. Me ha parecido la más completa hasta el momento y me ha sorprendido bastante.

En primer lugar, no esperaba que la recuperación de Dimitri fuera a tener lugar en Deuda de espíritu. No obstante, Richelle Mead no se anda con rodeos y desde la mitad del libro, ya tenemos a Dimitri de vuelta. Que todo no se arregla en ese momento, claro que no, pero algo es algo. Y, aunque a mí me tocaba las narices su actitud, sí que la encontré bastante comprensible: al fin y al cabo, en su versión de strigoi, Dimitri torturó a Rose y la vejó, mientras que a Lissa no le hizo nada malo y, encima, ella fue la que le salvó. Pero, vamos, que me estresé tanto como si fuera la propia Rose porque, arg, con todo lo que ella ha hecho.

Por otro lado, también me sorprendió el giro de los acontecimientos y la nueva trama que, poco a poco, Richelle Mead ha ido preparando: la política de los moroi, los problemas entre ellos y las escenas de Tatiana tenían un sentido y todo confluye al final de esta parte, creando una nueva situación. Si hasta ahora todo radicaba en que algún ser querido de Rose estaba en peligro y ella debía salvarlo, ahora es la propia Rose la que se encuentra en serios problemas.

Lo peor es que fue la típica situación que, a medida que leía, iba pensando que iba a pasar eso y, al final, pasó y no podía dejar de pensar "no, no, no, no" y "cómo mola" al mismo tiempo. Bipolar que es una.

Y es que, una vez más, el encanto de esta saga reside en su gran protagonista. Rose Hathaway es una de mis protagonistas preferidas: fuerte, decidida, práctica, divertida, sarcástica, buena gente... Es muy fácil empatizar con Rose, ver todo desde su punto de vista e incluso compartir éste último. Porque Rose no es una pavisosa, ni una mojigata, ni una idiota, sino que hace lo que debe de hacer para salvar el día... y encima eso siempre le trae problemas. Deuda de espíritu no sólo no ha sido la excepción, sino que ha tenido que lidiar con más problemas que antes: el futuro incierto, el castigo, Dimitri ignorándola mientras adora a Lissa, el triángulo amoroso...

Porque ahora sí que sí hay triángulo amoroso. Y es que, dando por perdido a Dimitri, Rose ha cumplido con su palabra y le ha dado una oportunidad a Adrian. El problema es cuando Rose consigue que Dimitri regrese, ya que es una situación atípica para los tres involucrados. Personalmente, me ha gustado que el triángulo esté planteado de tal manera que se entienden los comportamientos de los implicados y no se les odia.

Eso sí, en cuestión de personajes, Adrian ha ganado por goleada a Dimitri en esta parte. En Deuda de espíritu ha habido muchas escenas tanto de Adrian como de Christian, que son mis dos personajes favoritos, y que, encima, han estado sembrados. Adrian es un amor de hombre, en serio, tan comprensivo, pero con carácter y las cosas muy claras. Sus escenas con Rose son muy monas, ya que él lo es. Por su parte, Christian ha estado muy bien tanto de amigo de Rose, como con Lissa y como personaje independiente.

En el lado negativo estarían Lissa y, en menor medida, Dimitri. Como ya he dicho antes, la posición de Dimitri es entendible: se siente avergonzado tras lo que hizo, no cree que deba ganarse el perdón de Rose, ni que la merezca, por lo que se esfuerza en mantenerla apartada. El problema es que es la típica situación que a ti, como lectora que es súper fan de Rose, te deja en plan: arggg, ¿en serio ahora me vienes con esas? ¡Qué te ha traído de vuelta porque te quiere, frunje con ella y sé feliz, hostias!

Por su parte, a Lissa le ocurre lo mismo que en otros libros, pero, en mi opinión, más acentuado: es demasiado perfecta. Todos quieren a Lissa, todos la prefieren, Lissa está por encima del bien y del mal, ella siempre tiene razón... y Rose siempre se come su mierda. A mí es que me parece muy, pero que muy, injusto que Rose tenga que acarrear con la oscuridad que conlleva el espíritu. Encima, ahora Dimitri adora a Lissa y no puede ver a Rose, por lo que es como si Lissa le quitara lo único que era sólo de Rose. Quizás es una tontería, pero yo tuve esa sensación al leer la novela.

Y como ya hablé maravillas de lo bien que escribe Richelle Mead, ya sólo me queda decir que el cambio de portadas me parece horrible. Pero feísimo, con lo que me gustaban las originales. Y también que estoy deseando leer la última parte, Last sacrifice, que espero que publiquen pronto en España. Por favor, por favor, que la publiquen pronto.

El próximo lunes literario estará dedicado a... Sacrifice (tercera parte de Legacy) de Cayla Kluver.

PD: Y mañana una de cine con la crítica de Al encuentro de Mr. Banks, la cual vi el sábado y me gustó mucho. Por cierto, llevo una semana venga a escuchar maravillas de El lobo de Wall Street, así que a ver si engaño a alguien para ir al cine.

2 comentarios:

  1. ¡Me faltan vidas para leer tantos libros! Dicho esto, lo mismo algún día me leo la saga del tirón y obligo a la persona que ha diseñado las portadas a que pida perdón al mundo audiovisual.

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    1. Yo si quieres ayuda para zurrarle al que diseñó las portadas, te ayudo con mucho gusto.

      Y creo que si te las lees del tirón es mejor, no sufres tanto. Porque desde la tercera entrega, acaban todas con putadas de lo más interesantes, xDD.

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